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Jesús tuvo frecuentes encuentros con personas de diversas clases sociales y grupos étnicos. Algunos no lo aceptaron, pero los que así lo hicieron fueron llamados “hijos [e hijas] de Dios” (S. Juan 1:12). ¡Qué privilegiados fueron! Nuestro Mesías recorría los caminos de este mundo impartiendo vida y esperanza, restaurando la dignidad y la estima propia.

Cada ser humano, sin importar su condición, es valioso ante sus ojos. Por eso, el Hijo de Dios dejó su trono de gloria, para venir a este mundo sombrío a devolvernos lo que el diablo nos robó (S. Juan 10:10).

Muchos de esos encuentros ocasionales de Jesús fueron con mujeres, a quienes impartió perdón y esperanza. Por ejemplo, aun en su agonía, Jesús encargó a su madre María al discípulo Juan, para que se hiciera cargo de ella. Y al resucitar, se manifestó primero a unas mujeres que lloraban su muerte y su supuesta desaparición, y luego las envió a compartir la gran noticia: ¡Jesús vive! (S. Mateo 28; S. Juan 20).

En la sociedad donde el Hijo de Dios se encarnó, la mujer era considerada insignificante, como un simple adorno, y estaba condenada a vivir sin opinión. Pero Jesús levantaría a cada mujer como un trofeo del evangelio en el escenario del drama de la redención.

Una de esas mujeres alcanzó salvación en un acto genuino de fe (S. Marcos 5:25-34). Llevaba doce años con un flujo de sangre, y nadie podía curarla. El relato dice que se abrió paso por detrás de Jesús entre la multitud, con la esperanza de tocar tan solo el borde de su túnica. Se sentía insignificante, impura, quería pasar inadvertida. Pero eso es imposible ante Jesús. Quedó al descubierto, porque “el Padre celestial vigila tiernamente a todos. No se derraman lágrimas sin que él lo note”.1

Cristo nota la diferencia

Es lamentable, pero hoy todavía muchos van por la vida pensando: No le importo a nadie, mi vida no tiene ningún valor. Tal fue la triste historia del compositor y cantante famoso Chester Bennington, vocalista principal de la banda Linkin Park, quien se suicidó. La letra de una canción de su último álbum dice: “¿Le importo a alguien?. . . ¿A quién le importa si se apaga una luz más, en un cielo lleno de millones de estrellas?. . . ¿Alguien notaría la diferencia?”2

Si te has sentido como Chester, quiero decirte hoy que sí, hay Alguien que notaría la diferencia si faltara tu pequeña luz entre mil millones de ellas. Se llama Jesucristo. él está deseoso de realizar un milagro de amor en tu vida, como lo hizo con esta mujer que quiso pasar inadvertida.

La ley levítica habría descalificado aquel acto (Levítico 15:19-25). Sin embargo, el ser más delicado de su creación recibió del Salvador atención especial. La mujer fue liberada de todo sentimiento de culpa, y su caso fue tratado con respeto y dignidad. Jesús la levantó de aquel piso sucio y la llamó “hija”, afirmando que su fe la había salvado. Finalmente, la despidió sana y feliz (S. Marcos 5:34).

Lo mismo puede suceder con nosotros hoy si nos acercamos a él con fe. Descubriremos que Jesús no tiene prejuicios, y que para él cada vida vale como si fuera la única en el infinito universo de Dios.

Las mujeres

Las mujeres se acercaron a Jesús y fueron sus discípulas (S. Lucas 8:3);

las mujeres se compadecieron de su sufrimiento (S. Lucas 23:27, 28);

y las mujeres fueron las primeras en anunciar su victoria sobre la muerte (S. Lucas 24:23).

1. Elena G. de White, El camino a Cristo, p. 86.

2. Linkin Park, "One More Light", Mike Shinoda y Francis White, en One More Light, Warner Bros. and Machine Shop, 2017.

La autora es maestra y escribe desde Atlanta, Georgia.

Jesús y las mujeres

por Lourdes Chazarreta
  
Tomado de El Centinela®
de Abril 2022