En este mundo todo llega a su fin, y el gran conflicto también terminará. Después de que todo acabe, los redimidos viviremos eternamente con Jesús en una tierra nueva que nada tiene que ver con este mundo deteriorado. Dios creará un mundo completamente nuevo (Apocalipsis 21:1).
Dios destruirá este mundo y hará uno nuevo (2 Pedro 3:10), porque el mundo que Jesús encontrará cuando regrese no será el mundo perfecto que creó. Dios nos dio un mundo maravilloso, y nosotros lo convertimos en un enorme basurero ecológico. Él creó personas equilibradas, y nosotros nos convertimos en máquinas enloquecidas devoradoras de placer. Por lo tanto, es necesario que él lo haga todo de nuevo.
Ahí está ahora la Tierra descrita por el apóstol Juan. En ella: “Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron” (Apocalipsis 21:4).
Génesis empieza describiendo la creación de un mundo perfecto. Todo era maravilloso; existía armonía y equilibrio en la naturaleza y en las personas. Entonces llega el capítulo 3, en el cual vemos cómo entró el pecado en este mundo. Satanás se disfrazó para inducir a los seres humanos a dudar de Dios, y así llevarlos a la desobediencia.
Ante la nueva realidad del pecado, se puso en acción el plan de salvación. Se sacrificó un corderito para cubrir con su piel la desnudez del hombre. Mediante ese acto, Dios estaba diciendo que un día enviaría a su propio Hijo, el Cordero de Dios, para quitar el pecado del mundo (S. Juan 1:29). El Señor quería restaurar al hombre para devolverlo a su estado original, mientras el enemigo, por su parte, intentaba consumar su destrucción.
La Escritura, a partir de ahí, describe la lucha entre Dios y Satanás para conquistar el corazón humano. Satanás sedujo, engañó y a veces obligó a la raza humana a rechazar a Dios y seguir sus propios caminos. Pero, a pesar de todo, Dios siempre tuvo un pueblo que lo adoró y le obedeció por amor.
El Apocalipsis es el epílogo de todo. En él se describe la lucha final, se desenmascara al enemigo y se ponen en evidencia sus estratagemas. En él también se advierte a la humanidad acerca de la urgencia y los peligros de los tiempos en que estamos viviendo.
El profeta Isaías dice que en la Tierra Nueva los redimidos “edificarán casas, y morarán en ellas; plantarán viñas, y comerán el fruto de ellas. No edificarán para que otro habite, ni plantarán para que otro coma” (Isaías 65:21-23).
¿Puede haber más justicia social que esta? La lucha entre el capital y el trabajo habrá llegado a su fin. No habrá más explotación del hombre por el hombre, ni clases sociales, ni diferencias en la capacidad adquisitiva de la gente. También llegará a su fin la violencia (vers. 25). Este será el comienzo de una vida sin fin. ¿Estás listo para vivir en ese mundo con Jesús?
Se cierra el paréntesis
Los seres humanos cayeron en pecado, y entraron al mundo el sufrimiento y el dolor, la desconfianza, el egoísmo, el espíritu de acusación y crítica, la envidia, y muchas cosas más. Se alteró el equilibrio ecológico, aparecieron las espinas y la tierra se volvió improductiva; llegó el caos.
Pero el Apocalipsis nos asegura que al final este mundo será destruido, y con él desaparecerán todos aquellos que cerraron los oídos al clamor divino. La historia está llegando a su fin. Cristo regresará para reclamar a sus fieles, y los llevará por mil años al cielo. Después los traerá de vuelta para que sean los habitantes de una Tierra Nueva, totalmente renovada y transformada.