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Después del amor de Dios no hay amor más incondicional que el de los padres. Ellos nos dieron todo. Jamás dejamos de ser sus hijos. Pero de repente advertimos que los papeles comienzan a invertirse. Cada día ellos necesitan más de nosotros, emocional o financieramente o, lo que es peor, necesitan o dependen de nuestros cuidados; y de ser nuestros padres, se han convertido en nuestros hijos. Ya no son esos hombres imponentes, ni esas mujeres de carácter, capaces de todo. Las limitaciones físicas y emocionales los van incapacitando para la vida dinámica que tenían.

Muchos hijos no saben qué hacer ante esta realidad. Sus padres no les enseñaron a cumplir la función de cuidadores, por tanto, en una sociedad tan exigente y con la familia dispersa en otras ciudades o países, no saben cómo abordar este asunto.

Cierta vez, cuando, impartía una clase sobre el tema, formulé esta pregunta:

—¿De quién será la obligación de cuidar a nuestros padres?

—Es totalmente nuestra —contestó un joven.

—¿Qué vas a hacer tú al respecto? —le pregunté.

—Me los llevaré a casa —respondió.

—Tu respuesta me genera más preguntas —le dije—. ¿Significa que tus padres vivirán contigo? ¿Existe la posibilidad de que también tus suegros vivan contigo? Si contamos a tu futura esposa, la familia será ya de seis integrantes. ¿Le has planteado esa posibilidad a tu prometida? ¿Les has preguntado a tus padres si estarían dispuestos a vivir contigo?

Este puede resultar un tema difícil de abordar, porque es influenciado por nuestra cultura y por el tipo de sociedad de la cual provenimos, pero es importante hablarlo.

¿Quién los cuidará?

Luego de conocer las alternativas y la situación de los padres, la pregunta sigue: ¿Quiénes deben cuidarlos? A causa de la evolución de la cultura, la mujer se desenvuelve igual que el hombre, y la velocidad de crecimiento de la vejez es mayor que la de los jóvenes y niños. En países desarrollados, la población mayor de 65 años que necesita de un nivel de cuidados es del 10 al 20 por ciento, y se multiplica por tres en los mayores de 80 años. Así que, ¿quién debe cuidar a los padres? ¿Las mujeres (como la cultura lo ha determinado), la familia, el Estado, o todos? ¿Es el asilo una opción, o representa abandono, o, peor aun, es degradante?

Suele cuestionarse el alojamiento de las personas mayores en asilos, pero no se cuestiona tanto que los niños sean dejados en guarderías gran parte del día, ¡aunque sepamos que la base de su desarrollo físico, mental y espiritual y de su personalidad ocurre en la niñez! El alojamiento en un asilo se ha de valorar según el tipo de institución, el tiempo de que dispongan y la capacidad económica de los hijos, y la opinión del progenitor. El hecho de alojarlo en un asilo no significa desatenderse de su progenitor. Puede quedarse en casa de la familia y vivir abandonado y en forma degradante, o puede estar en un asilo y recibir visitas familiares cada día y sentirse amado. Por lo tanto, el asilo debe considerarse una opción, de acuerdo a la economía, el tiempo disponible y la aceptación.

En ocasiones, también los hijos se cuestionan: ¿Es el cuidado de los padres una obligación? ¿Es una deuda contraída? ¿Es una recompensa por lo que hicieron por nosotros? ¿Lo hacemos para quitarnos alguna culpa?

Tenemos que responsabilizarnos de ellos sin descuidar nuestras vidas ni sus deseos. Si ellos nos cuidaron, ahora nos corresponde apoyarlos. Lo que los padres dan a los hijos no genera deudas ni requiere devolución; el amor genuino, tanto de padres como de hijos, se da desinteresadamente; tampoco es un intercambio. Muchos consideran que es una obligación cuidar a sus padres en la vejez, pero la obligación no va bien con el amor y la buena voluntad. A pesar de cuán agradecidos estemos o cómo hayan sido nuestros padres, el concepto de intercambio no debe pasar por nuestra mente.

¿Cómo decidir?

Cada situación es diferente. En caso de que los padres no puedan valerse por sí mismos, todos los hijos tienen que tomar decisiones en forma conjunta. Deben reunirse, llegar a un acuerdo, ponerlo por escrito y firmar, y establecer el tiempo o el dinero que aportarán, o ambos. Han de establecer un calendario en el que se delinean los compromisos de cada uno. No es correcto ni sano que la responsabilidad, sobre todo respecto al tiempo, recaiga sobre las mujeres o sobre uno solo de los hijos. En las decisiones se debe considerar el apoyo a los padres, sin descuidar a la pareja ni a los hijos, cuidando el tiempo y la economía. Todos pueden aportar algo. Acostumbro decir que una madre o un padre puede con diez hijos, pero a veces diez hijos no pueden siquiera con uno de sus padres.

Claves para el cuidado de nuestros padres

Ser realistas: Se debe considerar la autonomía que nuestros padres pudieran tener para sus cuidados, así como las expectativas de vida y la economía con la que se cuenta. Que no haya apatía ni sobrecarga para nadie.

Respetar sus deseos. Cuando lo soliciten, informarles sobre su estado de salud.

Preguntar siempre sobre sus tratamientos y cuidados, respetando su dignidad.

Acompañarlos. Estar disponibles, darles el tiempo, la paciencia y el amor como ellos nos los brindaron (generalmente).

Facilitarles la vida en el hogar: Si se quedará en la casa, comenzar a adaptar la vivienda, bloquear lugares de peligro, adecuar los baños, poner barras o agarraderas, quitar tapetes o escalones, etc.

Aprender a ser sus padres

¿Quién nos enseñará cómo cuidar a nuestros padres? ¿Quién nos enseñará a ser padres de nuestros padres? Ellos mismos lo harán, como aprendieron con nosotros. Fueron aprendiendo utilizando los dos ingredientes importantes: la voluntad y el amor. Quizá tengamos dudas, como las tuvieron ellos. Cuando éramos bebés llorábamos, entonces ellos nos mecían, nos paseaban, nos hablaban para tranquilizarnos, para que dejáramos de llorar. Sabían que algo nos molestaba y no podíamos expresarlo. Con nuestros padres mayores puede suceder algo similar; debemos acompañarlos en lo que les suceda. No podemos salvarlos de ciertas situaciones o enfermedades, no podemos cambiar la realidad, pero lo más importante es estar allí cuando más nos necesiten, como ellos lo estuvieron con nosotros.

Oración de un anciano

En ti, oh Jehová, me he refugiado. . .

No me deseches en el tiempo de la vejez. . .

Aun en la vejez y las canas,
oh Dios, no me desampares. . .

Oh Dios, ¿quién como tú?. . .

Volverás a darme vida,

Y de nuevo me levantarás de los abismos de la tierra. . .

y volverás a consolarme.

—Salmo 71:1-21

Alternativas para vivir en la senectud

Vivir solo: Es más frecuente en mujeres, más del 50 por ciento en Estados Unidos. Se conectan a la sociedad por medio de iglesias, sistemas voluntarios, etc.

Alojamiento en instituciones: Asilos. Es más frecuente en mujeres solas, con mala salud o alguna discapacidad.

Cuidados por la familia: La mayoría de los cuidadores son cónyuges o hijos adultos (mujeres), apoyados por instituciones.

Arreglo de alojamiento, de servicio de cuidado y apoyo comunitario. Muchos ancianos quieren vivir en comunidad, no en asilos; solos o con el cónyuge, no con los hijos adultos.

El autor es médico gineco-obstetra y tanatólogo. Escribe desde Tamaulipas, México.

Padre de tus padres

por Josué Raúl Valenzuela
  
Tomado de El Centinela®
de Octubre 2021