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Todo lo navideño parece muy contagioso. Los bellos ornamentos, la música que induce a la nostalgia y que se oye por doquier, las luces titilantes, la copiosa decoración de los centros comerciales que induce a la gente a comprar.

Conforme a las proyecciones, en 2019 la gente va a gastar tres mil millones de dólares en artículos navideños. Este gran cierre de año puede tornarse hipócrita y sin razón si solo en esta época nos acordamos de ser felices, y fingimos serlo. Surge la pregunta: ¿Como le doy sentido a una celebración rara, amorfa, cristiana y pagana al mismo tiempo? Antes de responder, veamos qué produce esta celebración en nuestros corazones.

Efectos de la Navidad

La Navidad tiene un efecto enternecedor. En esos días hacemos balance. Con cierta tristeza miramos el pasado, recordando lo que nos fue adverso o elusivo, y reconocemos cuán débiles somos. ¡Cuánto necesitamos a un Redentor que nos abrace con su gracia y nos renueve la esperanza! Muchos llegan al cierre con más fracasos que aciertos, pero en Navidad percibimos mejor el perdón de Dios y procuramos perdonar al prójimo.

En Navidad también se aviva el deseo de estar en paz y en familia, y de compartir aun con desconocidos. Algunos llegan a la cena familiar con las últimas gotas de combustible emocional; pero llegan, y eso es lo importante.

¡Cuán singular es la Navidad! ¡Nos induce a hacer cosas que no hicimos durante todo el año! Acudimos a una iglesia a escuchar el mensaje del amor divino que llega desde un establo, cuya historia data de hace miles de años. La historia de la encarnación del Hijo de Dios se escucha con más atención, y muchos quebrantan su corazón y se lo entregan.

La tierra de nadie

Durante la primera Navidad de la Primera Guerra Mundial, los soldados alemanes e ingleses se sintieron enternecidos y decidieron un alto al fuego. La tregua comenzó el 24 de diciembre de 1914. Las tropas alemanas comenzaron a decorar sus trincheras y continuaron con su celebración cantando villancicos. Los británicos en las trincheras de enfrente respondieron con los mismos villancicos en inglés.

Ambos grupos eligieron un sector del campo como “tierra de nadie”. No se podían hacer daño en esa zona, y algunos comenzaron a dejar pequeños regalos de intercambio: cigarrillos, chocolates y otras cosas. La artillería permaneció en silencio. La tregua también permitió que los cuerpos de los caídos fueran recuperados detrás de las líneas y enterrados. Se condujeron ceremonias de entierro con soldados de ambos bandos llorando las pérdidas y ofreciéndose mutuo respeto. En un entierro en “la tierra de nadie”, soldados británicos y alemanes se reunieron, abrieron la Biblia y leyeron fragmentos del Salmo 23, cada uno en su idioma y con un respeto que solo Dios puede generar. Algunos dijeron que el Cristo de la Navidad los hizo sentir en familia a pesar de estar alejados de sus familiares y rodeados de enemigos.

Volviendo a la pregunta del comienzo: ¿Qué le da sentido a esta celebración de fin de año? La respuesta es sencilla: Jesús y tu familia.

Cristo nos regala el perdón

La Palabra de Dios aconseja: “Sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo” (Efesios 4:32).

¿Podríamos haber entendido el concepto del perdón si Cristo no hubiera nacido? Yo creo que no, porque solo Dios podía enseñarnos este principio. El evangelio nos habla del intenso deseo de Dios de concedernos el perdón por medio de su Hijo.

Este espíritu de perdón y reconciliación quebranta los orgullos. Los hermanos enojados pactan la paz. Un padre llama a su hijo ausente y le dice cuánto lo ama y extraña. Dos vecinos distanciados después de seis meses vuelven a hablarse. Esto es posible porque Dios nos otorgó la capacidad de perdonarnos, pues él nos perdonó en Cristo.

¿Es esto un milagro? Puedes verlo así, y siéntate a participar de la cena de Navidad sin amargura en el corazón, porque esta noche es para estar en paz con Dios y con los hombres.

La familia, canal del amor divino

Mi peor Navidad fue la de 1995. Había llegado por primera vez a los Estados Unidos, a la Ciudad de Nueva York. ¿Qué más podía pedir? La ciudad de las luces, las decoraciones deslumbrantes y la nieve hacían realidad el sueño de la Navidad ideal. ¡Por fin estaba viviendo como en una película de Hollywood! Pero había “un pequeño detalle”. . . ¡Estaba solo! Mi familia se hallaba a más de seis mil kilómetros. ¡Qué amarga soledad! ¡Cuán horrible es la Navidad lejos de la familia! Sí, horrible, porque fue diseñada por el Creador para ser un canal del amor divino, y es la ocasión propicia para reafirmar los vínculos familiares, para estar más cerca de nuestros amados. Y también es la ocasión para buscar a los solitarios y abrazarlos en el calor de nuestro hogar.

Navidad: Para darle todo a Jesús

La Navidad solo tiene sentido si el centro de la fiesta es Cristo. En esta época navideña podemos parafrasear su declaración de San Mateo 19:29 y escucharlo decir: “Si no tienes a nadie en este mundo, ni padre ni madre ni cónyuge ni hermano, pero me aceptas como tu Salvador, tendrás cien veces más, y también la vida eterna”.

Jesús es el mejor regalo que recibimos en Navidad, y el motivo último para darle todo a él en estos días finales del año.

Que en esta Navidad Cristo nazca en nuestros corazones, y seamos canales de su amor para bien de nuestra familia y para los que se sienten solos.

Si eres inmigrante y no tienes familiares en este país, no te quedes solo: busca la iglesia de Cristo, tu familia.

Jesús es el mejor regalo que recibimos en Navidad, y el motivo último para darle todo a él en estos días finales del año.

Los mejores regalos navideños para los hijos

Amor. Nadie ha visto jamás a Dios (S. Juan 3:13), y la única manera en que nuestros hijos pueden ver un poco de su amor es en la manera en que nosotros los tratamos. En esta Navidad démosles mucho amor.

Seguridad. Un papá y una mamá que se aman les infunden un gran sentido de seguridad a los hijos.

Tiempo. En realidad, este no es un regalo sino un derecho. Pidamos vacaciones en la época navideña, salgamos con los hijos a recrearnos y celebremos con ellos la fiesta de la natividad.

Honestidad y veracidad. “Al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra” (S. Mateo 2:11). No les digamos a nuestros hijos la historia de Santa Claus, el que trae regalos, sino la historia de los magos de Oriente, quienes en verdad le trajeron regalos al Niño Dios.

Buen ejemplo. “Hubo en los días de Herodes, rey de Judea, un sacerdote llamado Zacarías, de la clase de Abías; su mujer era de las hijas de Aarón, y se llamaba Elisabet. Ambos eran justos delante de Dios, y andaban irreprensibles en todos los mandamientos y ordenanzas del Señor” (S. Lucas 1:5, 6). Este es el ideal de paternidad: ser justos e irreprensibles, para que nuestros hijos tengan buenos modelos de virtud.

Adaptado de: https://www.iglesiacristianabautista.com/pastor-arturo-munoz/5-cosas-que-puede-dar-a-sus-hijos-esta-navidad/

El autor es doctor en Teología. Escribe desde Orlando, Florida.

Navidad: para darle todo a Jesús

por Walter Castro
  
Tomado de El Centinela®
de Diciembre 2019