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Las salas de emergencia reciben más víctimas de ataques cardíacos y accidentes cerebrovasculares al día siguiente de Navidad que cualquier otro día del año.

¡Navidad! ¡Navidad! ¡Navidad! Ya estamos en Navidad. Y con la celebración llegan las preocupaciones. ¿Dónde reunirnos con la familia? ¿En casa de nuestros hijos o en la de nuestros padres? ¿Invitaremos amigos? ¿Qué regalaremos? ¿Qué nos regalarán? ¿Qué comeremos? ¿Cuál será el menú? Aunque parezca mentira, los últimos días de diciembre son los más estresantes del año. Sabemos que tenemos mucho tiempo durante el año para planificar las fiestas navideñas, sin embargo, el tiempo no es suficiente. Necesitamos buen criterio para hacer de la Navidad una ocasión de vida saludable, tanto física como espiritualmente.

En primer lugar, antes de pensar en el consumo, antes de preocuparnos acerca de “qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos” (S. Mateo 6:31), seamos creativos y consideremos los efectos positivos de dar y compartir. La Biblia dice: “Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre” (2 Corintos 9:7). Por tanto, lo primero que tenemos que planificar es una actividad en favor de un necesitado. De alguien que necesita un plato caliente, un abrigo o una compañía en medio de la soledad y el frío del invierno. Las investigaciones han demostrado que amar y ayudar a los demás genera bienestar, longevidad, contrarresta los efectos de la depresión y fortalece el sistema inmunológico. Esto se debe a que, cuando compartimos algo, el cerebro libera en el torrente sanguíneo endorfinas y catecolaminas, las llamadas hormonas de la felicidad. Es asombroso el efecto fisiológico positivo sobre el organismo que produce un acto de bondad.

Por otra parte, las fiestas navideñas producen estrés, porque ya venimos pensando con anticipación en esos kilos de más que ganamos en la entrada del otoño y el invierno. Nos preocupa seguir engordando durante las fiestas. Sin embargo, en Navidad podemos elegir ser moderados y sorprendernos de tener kilos de menos luego que pasó el huracán navideño. La temperancia debe ser un principio de vida para todo el año.

Si nos preparamos con anticipación, podemos vivir saludablemente esta temporada alegre. Planifiquemos un menú adecuado para evitar consecuencias no deseadas. Una comida de Navidad con todos los adornos puede sumar fácilmente unas 4.000 calorías o más, todas disfrazadas de buenas intenciones. Comer de más o participar de una comida pesada es un factor de riesgo de un ataque al corazón. Las investigaciones recientes en este campo revelan que las personas con riesgo de enfermedades cardíacas tienen cuatro veces más posibilidades que otras de sufrir un infarto de miocardio (ataque al corazón) inmediatamente después de haber comido mucho. Se ha documentado que las salas de emergencia reciben más víctimas de ataques cardíacos y accidentes cerebrovasculares al día siguiente de Acción de Gracias y Navidad que en cualquier otro del año.

Considere estas sugerencias:

  • No llegue hambriento a la cena de Navidad. Un par de horas antes, coma un aperitivo.
  • No visite a menudo la mesa donde están los bocaditos que se comen con los dedos.
  • Elija las ensaladas.
  • Use un plato pequeño.
  • Pruebe todo lo que desee, pero tome porciones pequeñas.
  • Coma despacio, mientras conversa.
  • No coma postre, o tome una porción pequeña. La fruta es preferible.
  • Evite las bebidas alcohólicas. Elija las bebidas dietéticas o agua mineral.
  • Tome por lo menos un vaso entero de agua.
  • Camine a paso rápido después de la cena para promover la digestión.

Cómo controlar el estrés navideño

El estrés causa vasoconstricción, lo cual puede provocar presión arterial elevada y conducir a problemas cardiovasculares. El estrés le roba la energía física y la posibilidad de experimentar emociones positivas. Usted no quiere que el estrés le robe la felicidad en los días navideños. Por eso, considere estos consejos para evitar el estrés durante las fiestas:

  • Prepare los alimentos anticipadamente.
  • Incluya en el proceso a la familia y los amigos. No lo haga todo usted.
  • Escuche sus canciones favoritas.
  • Camine para descargar el estrés. Haga ejercicio físico.
  • Haga ejercicios de respiración profunda.
  • Realice estiramientos de todas las extremidades, incluso cuando esté sentado en una silla.
  • Multiplique por dos el tiempo que le dedica a la meditación y a la reflexión.
  • Tómese tiempo para meditar en la Palabra de Dios y disfrutar sus bendiciones.
  • Disfrute de algún paseo por el vecindario.
  • Visite a alguien que está solo.
  • Aproveche cada oportunidad para reír y estar alegre con los demás.

La Navidad puede ser la ocasión para vivir con su familia el mejor tiempo del año. También para decidir vivir una vida sana todo el año. Y aún más, para aceptar a Jesús como su Salvador, si aún no lo ha hecho, o renovar los votos con Aquel que nos da el don de la vida eterna.


Las autoras, ambas nutricionistas, son docentes adjuntas de la Escuela de Enfermería de la Universidad de Loma Linda, California.

Navidad: Una buena ocasión para vivir física y mentalmente saludable

por Deborah Monson y Sofía Puerto
  
Tomado de El Centinela®
de Diciembre 2013