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Cierta vez la actriz norteamericana, Shirley Temple, describió con una cuota de sarcasmo y desparpajo lo que representa la Navidad para muchísimas personas. Ella dijo: “La Navidad en mi casa es por lo menos siete veces más agradable que en cualquier otro sitio. Empezamos a beber temprano, y cuando el resto de la gente ve un solo Santa Claus, nosotros vemos siete”.

Generalmente, para esta clase de gente, lo único que trae diciembre son más accidentes automovilísticos.

Felizmente, hay otras formas de ver la Navidad.

Criado en el continente sudamericano, para mí las navidades siempre fueron una larga noche de verano. Porque a diferencia del Norte, se festeja la Noche Buena con aire cálido, playas infinitas, noches de luna y una cena alegre e interminable bajo las estrellas. (Comprendo que las navidades del hemisferio norte son un rayo de luz y calor en medio de un largo y frío invierno.)

Pero más allá de la geografía física, no olvidemos que la Navidad no es una estación sino un estado de la mente y de las geografías humanas. No olvidemos que están las navidades de las familias reunidas, pero también la de los solos y tristes. Aun así, la Navidad “es una luz que rompe la noche oscura de los siglos” (Chesterton). Irrumpe en la historia con mayúscula y en las pequeñas historias de cada persona que habita este planeta.

Me gusta pensar en la Navidad como un destello eterno de luz. Porque tiene esa magia de traernos en un instante el pasado, el presente y el futuro. Toda la vida.

Atendamos las ideas que encierran este pensamiento.

* La Navidad siempre es una ocasión para el recuerdo. El recuerdo, como una vela en la oscuridad, brilla más intensamente en Navidad. Y por lo tanto, esta celebración también puede serlo para el perdón y la reconciliación. La Navidad nos desafía a buscar esa unidad familiar que hemos perdido por la fatiga del tiempo durante el año, por los desencuentros o por las peleas estériles. Recordar lo mejor, acogerse a la magia del perdón, dejar lo malo del pasado atrás, liberarse de toda carga negativa es el mensaje de la Navidad.

Nunca son más pertinentes las palabras del evangelio que en esta época navideña: “Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores” (S. Mateo 6:12).

*La Navidad siempre es una ocasión para valorar el presente. Porque estamos vivos. La vida es un don de Dios. Y en Navidad debemos agradecer al Creador por ese día más de vida que nos permitió llegar a fin de año. Este agradecimiento bien puede tomar la forma de la solidaridad y del altruismo.

“Ojalá pudiésemos meter el espíritu de la Navidad en frascos y abrir un frasco cada mes del año”, fue el deseo del financista norteamericano Harlan Miller. La Navidad nos trae el mensaje de que el mejor regalo es donarnos a nosotros mismos en favor de nuestro prójimo. Nos dice que “más bienaventurada cosa es dar que recibir” (Hechos 20:35).

*La Navidad siempre es una ocasión para la esperanza. En esta Tierra nació una noche Jesús sin más arma que su inocencia y su vulnerable belleza. El Niño nació para ser el Hijo del Hombre que vino a buscar a los simples, y entre los simples, a los niños; y aun aquellos más simples que los niños lo terminaron recibiendo: el becerro, el asno y el buey. Animales con historia: Perdido de aquel Dios que lo liberó de Egipto, el pueblo de Israel obligó a Aarón a que le hiciera un becerro de oro para que lo adorasen. En Grecia, el buey estaba consagrado a Ares, a Dionisio, a Apolo Hiperbóreo. La burra de Balaam había salvado con su palabra al profeta, y el rey de Persia obligó a su pueblo a que la adoraran. Hasta entonces, reyes y pueblos se habían inclinado ante los becerros, los bueyes y los asnos. Eran los reyes de la Tierra, cuyos pueblos no tenían otro horizonte que el que marcaban las bestias. Un horizonte de muerte.

Pero el Niño que nació entre animales, se convirtió en el Hijo del Hombre que venció a la bestia, humanizando al hombre y señalándole un destino eterno. Poniendo futuro en su mirada, esperanza en su corazón. Por eso, hoy la Navidad nos dice: “De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (S. Juan 3:16).


El autor es editor asociado de EL CENTINELA.

Los tres mensajes de la Navidad

por Ricardo Bentancur
  
Tomado de El Centinela®
de Diciembre 2012