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En el Salmo 139:23, el rey David ruega: “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos”. El rey poeta le pide a Dios que lo mire y examine para que lo llene de gracia.

¿En qué sentido la gracia divina es el fruto del examen de Dios a nuestros corazones? ¿Cómo se da este proceso?

Quizás este salmo sea la más extraordinaria contemplación de la omnisciencia y omnipresencia divinas expresada en palabras humanas. David reúne todos los rayos de su pensamiento en un punto de combustión, y los concentra en su propia persona: “Oh Jehová, tú me has examinado y conocido” (vers. 1). Lo notable es que termina el salmo pidiéndole a Dios que no deje de hacer lo que anticipa en el primer versículo.

La mirada de Dios en su corazón le daba vida. Y aunque el ojo de Dios lo hiriera, le mostraba su condición. Para David era mejor caminar por la vida mutilado que perder la vida eterna con un cuerpo completo.

La versión inglesa King James usa en este texto el verbo search, que significa buscar. “Búscame, oh Dios”. Me gusta search, porque significa buscar con intensidad y profundamente. La mirada de Dios puede ser dolorosamente reprensible, pero siempre es transformadora.

Con Dios no podemos tener una relación superficial. Cuando nos encuentra, él quiere ir hasta las raíces de nuestro ser. Puede que este pensamiento nos intimide, porque somos mezquinos y austeros por naturaleza, y queremos cosechar donde no sembramos.

Si mi idea de Dios es la de un juez implacable e inquisitivo, y procuro evitar su mirada, seré un ignorante de mí mismo, de mi condición humana, e iré por la vida portando un dios pequeño y un yo muy grande.

La mirada de Dios es misericordia y gracia. Si la buscamos, nos transformará.

Celebremos el Día de Acción de Gracias buscando a Dios en oración y disfrutando su mirada llena de vida.

El autor es director de El Centinela.

La mirada de Dios nos da vida

por Ricardo Bentancur
  
Tomado de El Centinela®
de Noviembre 2019