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Un guerrero masai y un periodista estadounidense se encontraron en una estación de policía en Marruecos. El periodista había ido en busca de alguna buena noticia; el guerrero había sido llevado allí por un pleito.

Hacía varios meses que el masai había salido de Tanzania para “medir el cielo y contar a los hijos de Dios”. Viajando a pie la mayor parte del tiempo, el guerrero recorrió nueve mil kilómetros, hasta llegar a Casablanca, Marruecos, donde alguien le faltó al respeto y él se defendió. El juez le aplicó una multa de cuatrocientos francos. El periodista se compadeció y pagó por él. Entonces el guerrero le pidió su nombre y su dirección, y antes de irse le dijo: “Cada año, en esta época, honraré tu nombre”.

Cada año, en esa época, el periodista recibía este mensaje del guerrero: “En tu honor he matado un león”, pero no le parecía un gran homenaje porque es fácil matar un león con armas de fuego, hasta que le dijeron que la costumbre masai consistía en enfrentarse a un león solo con un cuchillo.*

Al enfrentar el mayor desafío de su vida, este hombre honraba al que lo libró del deshonor de ir a prisión. Era su manera de agradecer.

El próximo 27 de noviembre, las ruedas del carro de la economía del país más poderoso del mundo se detendrán para agradecer al que proveyó para los inmigrantes europeos del Mayflower la ayuda de los nativos y bendijo el surco y la “artesa de amasar” (Deuteronomio 28:5). Ese día, callarán las herramientas y resonarán muchas voces en alabanza al Padre de todos, “que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos” (S. Mateo 5:45).

Ese día, cuando nos sentemos a cenar con amigos y familiares, o al compartir con los más necesitados un plato de comida y una bebida caliente, recordemos al que pagó a precio de sangre nuestra liberación de la cárcel del pecado, y ese día matemos el león de la ingratitud, mientras pronunciamos las benditas palabras: “Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios” (Salmo 103:2).


*Santiago y Priscila Tucker, Vislumbres del amor de Dios (Mountain View, Ca: Publicaciones Interamericanas, 1984), p. 279.

“En gratitud, honraré tu nombre

por Alfredo Campechano
  
Tomado de El Centinela®
de Noviembre 2014