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Hace un tiempo, circuló la noticia de que había muerto Leona Helmsley, la dueña de una famosa cadena de hoteles de lujo. Lo que despertó más interés fue que la Sra. Helmsley le había dejado doce millones de dólares a su gato, mientras que varios de sus nietos no recibieron ni un centavo. Aunque la mayoría de nosotros no haría algo tan descabellado, muy a menudo tomamos decisiones muy pobres en el área de las finanzas.

En el relato sagrado, el libro de Lucas narra un incidente que ilustra un falso de la prosperidad. Un día, un hombre que estaba entre la multitud que escuchaba a Jesús se le acercó para pedirle que hablara con su hermano, ya que confiaba que éste escucharía al Maestro.

El versículo de San Lucas 12:13 dice: “Le dijo uno de los de la multitud: Maestro, di a mi hermano que parta conmigo la herencia”. Evidentemente, los dos hermanos tenían problemas con las finanzas hasta el punto que estaban peleando por la herencia. Este hombre se le había acercado a Jesús con un corazón preocupado por el dinero. Las cosas espirituales, las de valor eterno, habían pasado a un segundo plano en su vida.

Desde el mismo comienzo de la historia hasta hoy, el hombre ha sido víctima de su propia avaricia y ha sufrido por no obedecer a Dios. Ciertamente, la avaricia y el materialismo son las raíces de muchos de los problemas de la sociedad en que nos ha tocado vivir.

La mayoría de los roces que surgen en la familia: la ira, las enfermedades y la frustración, tienen su origen directa o indirectamente en el dinero, y la manera como la persona administra sus finanzas y posesiones dice mucho de su condición espiritual. Para resaltar cuán importante es para Dios el tema del dinero y las posesiones, notemos que 16 de las parábolas de Cristo hablan de la manera como las personas deben administrar los tesoros terrenales. La Biblia en su totalidad tiene más de dos mil referencias a las riquezas y las propiedades. Lo que hagamos con lo que Dios nos ha dado es de mucha importancia para él.

Según la Biblia, la persona cuya vida económica se caracteriza por la avaricia, el egoísmo, el engaño, ha caído en una de las muchas trampas de Satanás. El creyente que vive de esta manera, no es un verdadero seguidor de Cristo.

El dinero en sí no es malo, es algo necesario para poder vivir dentro de la sociedad, pero la manera en que se usa manifiesta la tendencia exacta de la vida de una persona y además determina donde está su corazón y cuales son las prioridades de su vida. (Ver S. Mateo 6:20-21)

La aseveración de que la esencia de la vida consiste en tener dinero y alcanzar el éxito material (el evangelio de la prosperidad) es un mito, por cuanto la verdadera prosperidad está en invertir hoy en lo que permanecerá para siempre. No es nada malo tener dinero y posesiones, pero no es prudente hacer girar la vida alrededor de ellas.

El materialismo versus la prosperidad genuina

En vez de hacer de lo espiritual y lo eterno las prioridades de la vida, el materialismo endiosa lo que podemos ver, tocar, gustar, oler. Los anuncios en todos los medios de información nos hacen creer que el escalar posiciones, que el viajar constantemente y una cuenta de banco que nos garantice el futuro económico al jubilarnos enriquecerán nuestras vidas. Pero en lo más íntimo de nuestro corazón sabemos que eso no es verdad, es un engaño. El materialismo se ha apoderado de nuestras mentes y en consecuencia de nuestro corazón. En lugar de diferenciarse de la sociedad y ofrecer otra alternativa, el creyente también se ha entusiasmado con el materialismo.

La verdadera prosperidad va más allá de las cosas materiales y de las cuentas bancarias. Más bien valora lo que es espiritualmente significativo y eterno. La verdadera riqueza se mide por nuestro carácter, por lo que somos, y nunca por lo que tenemos. Debemos concentrar toda nuestra energía en ser ricos en las cosas que honran a Dios y llevan luz y esperanza a una sociedad que cada día se deteriora y se pierde en las tinieblas.

Dios nos concede su bendición para que podamos compartir lo que tenemos. Mientras nos permitamos ser usados como los canales a través de los cuales puede fluir su bondad, él mantendrá abiertos esos conductos. Cuando damos para suplir las necesidades de otras personas, estamos en realidad dando a Dios. (S. Mateo 25:40) Dios no necesita nuestro dinero, pero nos permite participar en su obra como el método suyo para eliminar de nuestra vida el egoísmo, la avaricia y todo aquello que nos haga perder de vista los cosas de arriba.

Oportunidades de servir

Él pone a nuestro alcance muchas oportunidades para servir a aquellos que se encuentran necesitados. Cuando somos realmente sensibles, nos damos cuenta de lo poco que cuesta sacrificar nuestros bienes personales.

En lo práctico, el cristianismo nos invita a considerar nuestras prioridades. La pregunta que le hace al creyente es: ¿Qué es más importante, Cristo o las posesiones?

Si necesitamos quebrantar nuestra relación con Dios, si hacemos lo que no es correcto para ganar un poco más de dinero, necesitamos preguntarnos: ¿son para mí el dinero y las posesiones más importantes que Cristo?

Tengamos cuidado con la propuesta materialista. porque ésta anula la esencia del amor hacia Dios y hacia el prójimo. Busquemos la verdadera prosperidad: la relación eterna con Cristo, expresada en adoración, una obediencia agradecida y un servicio desinteresado.

La Biblia nos anima a vivir la vida desde una perspectiva diferente a la común, con frescor, paz y propósito. Para aquel que ha decidido vivir para Dios y para el prójimo, Rebecca Manley Pippert dice: “Cristo quiere que veamos que el vecino de al lado o la persona sentada junto a nosotros en el avión o en un salón de clases no es una interrupción a nuestros planes. Están allí por voluntad divina. Cristo quiere que veamos sus necesidades, su soledad, sus deseos y quiere darnos el coraje para ayudarlos”.

Obras consultadas
1. Burkett, Larry. La familia y sus finanzas. Editorial Portavoz, 1990.
2. Callaway, Phill. Como enriquecer su vida sin dinero. Editorial Unilit. 1998.
3. McArthur, John, ¿A quien pertenece el dinero?. Editorial Portavoz. 2005
4. Reid, Edgard G. Su dinero y usted. Asociación Publicadora Interamericana, 1995. 5. Stowell, Joseph M. La luz del amanecer. Editorial Vida, 1990.
6.White, Elena G. Consejos sobre mayordomía cristiana. Pacific Press, 1970.


El autor es pastor de las iglesias adventistas hispanas de Washington Avenue y de Fordham en el Bronx, Nueva York.

El engaño del consumismo

por José Carpio
  
Tomado de El Centinela®
de Diciembre 2007