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El 29 de Agosto del año 2005 el huracán Katrina arremetió contra la ciudad de Nueva Orleáns, destruyendo vidas, arrasando hogares y dejando a miles de personas atrapadas. Con asombro y tristeza vi en las noticias la historia de un hombre desesperado que lloraba y decía: “Hablé con mi madre por teléfono, le dije que no se preocupara, que el equipo de rescate ya iba en camino. Sin embargo, éste nunca llegó hasta donde ella estaba, y me temo que mi madre se ahogó. Nadie fue a rescatarla”.

¡Qué triste es encontrarnos a punto de perder la vida, esperando que alguien nos rescate... y que nunca llegue!

La Biblia promete un rescate que no fallará. Dos mil años atrás, Jesús prometió regresar a este mundo y llevarnos a nuestro hogar (ver S. Juan 14:1-3). Nosotros podemos estar completamente seguros de su promesa, porque Jesús siempre cumple lo que promete. En realidad la única razón por la que aún no ha venido es que no quiere que nadie perezca (2 Pedro 3:9). Por eso nos está dando tiempo, para que nos preparemos para su pronta venida.

Pensar en el regreso de Jesús nos da consuelo y paz. Nos dice que muy pronto todo el sufrimiento pasará. Ese anhelo de pronto ver a Jesús venir en las nubes de los cielos nos llena de esperanza. Esperanza en el futuro, esperanza en medio del sufrimiento, esperanza en el dolor, esperanza en la soledad, esperanza en la muerte, esperanza en la desesperación.

Los hechos del 11 de septiembre de 2001 en los Estados Unidos cambiaron para siempre nuestros sentimientos de seguridad e hicieron tambalear nuestra esperanza de un futuro seguro. Ciertamente las cosas han cambiado, pero en medio del caos en que vivimos, en medio de la angustia que millones de familias enfrentan, en medio del miedo, la depresión, la desesperación y la sensación de desesperanza, la Palabra de Dios continúa resonando con un poderoso mensaje de esperanza para el futuro.

El Señor está cerca. No importa lo que suceda en Nueva York, Pennsylvania, Bagdad o Los Ángeles, Jesús pronto regresará. Regresará para buscar a quienes estén preparados para su venida, pero es esencial que aquellos que dicen creer en la segunda venida de Jesús vivan de acuerdo a sus creencias pues este es el secreto de tal preparación. San Pedro dice: “Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir, esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios...!” (2 Pedro 3:11-13).

Algunas personas se preocupan por saber la fecha de la segunda venida. Lo importante no es conocer la ocasión del regreso de Jesús, sino estar preparados. Necesitamos colocar nuestra vida en armonía con los principios bíblicos. ¿Pero cómo se logra esto? El apóstol San Pablo en el capítulo 4 de su carta a los Filipenses nos presenta cinco exhortaciones, que bien podríamos llamar “los cinco secretos de la vida de quienes esperan a Jesús”.

Primer secreto: Firmeza

En primer lugar, los que se preparan para la segunda venida de Cristo deben hacer un voto de firmeza en el Señor. “Por lo tanto, queridos hermanos míos, a quienes amo y extraño mucho, ustedes que son mi alegría y mi corona, manténganse así firmes en el Señor” (Filipenses 4:1). Todo el que empieza la vida cristiana comienza con la intención de mantenerse firme hasta el fin. Pero tristemente muchos flaquean y caen. Por eso la Biblia advierte: “Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga” (1 Corintios 10:12). Pablo nos anima a estar “firmes en el Señor”. Este es un llamado a la perseverancia en la fe. Perseverancia en la iglesia. Perseverancia en el amor a Jesús. Perseverancia en el amor al prójimo. Perseverancia en el buen hacer.

¿Por qué les está diciendo que se mantengan firmes? “Porque el Señor está cerca” (Filipenses 4:5). Algunas personas se preocupan de si podrán estar en pie cuando Jesús regrese. Están preocupadas por su salvación. Pero cuando usted le entrega su vida a Jesús diariamente, ya no necesita preocuparse por su salvación. La salvación está asegurada en Jesús. Lo único que necesita es mantenerse en contacto con él.

Segundo secreto: La unidad

Los que se preparan para recibir al Señor cuando venga en su gloria buscarán la paz y la unidad con todos. Escribe el apóstol: “Ruego a Evodia y a Síntique que sean de un mismo sentir en el Señor” (Filipenses 4:2). Evodia y Síntique tenían un problema. No conocemos la naturaleza del problema, pero era lo suficientemente serio para separar a estas dos queridas hermanas. Estaban divididas, tenían diferencias entre sí. Y Pablo les dijo: “Hermanas, esto no puede ser así, por favor reconcilien sus diferencias en el Señor”.

La Biblia también nos dice: “Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor” (Hebreos 12:14). Cristo les enseñó a sus discípulos acerca de la unidad. En su oración pastoral en Juan 17 hace un llamado a sus discípulos a ser uno en el Señor.

Hace unos años se celebraban las Olimpíadas Especiales (para personas con ciertas discapacidades) en Seattle, Washington. Nueve competidores, todos con algún impedimento físico o mental, se agruparon en la línea de salida para la carrera de 100 metros. Al oír el disparo, todos comenzaron a correr; no tan rápido, pero con muchas ganas de terminar y ganar. Todos avanzaron, excepto un niño pequeño que tropezó en el asfalto, se cayó un par de veces y comenzó a llorar. Ocho competidores escucharon el llanto del niño, entonces miraron hacia atrás y todos dieron la vuelta. Una niña con el síndrome de Down se inclinó hasta el niño caído, le dio un beso y le dijo: “esto te va a hacer sentir mejor”. Luego, los nueve se abrazaron y caminaron juntos hasta la meta. Todas las personas en el estadio permanecieron inmóviles y en silencio, y a los pocos segundos comenzaron aplausos que duraron varios minutos.

¡Qué tremendo ejemplo de solidaridad! Lo que importa no es tanto que lleguemos a la meta, sino que por la gracia de Dios podamos traer a otros con nosotros.

Tercer secreto: El gozo

El tercer secreto de los que se preparan para la segunda venida de Jesús es su gozo en el Señor. “Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!” (Filipenses 4:4). La Palabra de Dios nos da permiso para gozarnos en el Señor. Diviértase en el Señor. Gócese en el Señor. Deléitese en el Señor. Cuando usted acepta a Jesús, tiene la clave de la felicidad. Tiene a Jesús y tiene una esperanza que otra gente no tiene.

¿Cómo puede uno ser feliz sin beber licor, sin usar drogas o sin hacer nada indebido? El secreto está en que la esperanza del regreso de Jesús trae gozo al corazón. Por eso, si usted tiene la bendición de la esperanza de la segunda venida de Jesús, sonría en medio de los problemas. Sonríale al sufrimiento. Sonría cuando todo parece que va de mal en peor. Simplemente, sonría. Regocíjese en el Señor.

Cuarto secreto: La amabilidad

El cuarto secreto es la amabilidad. “Vuestra gentileza sea conocida de todos los hombres, el Señor está cerca” (Filipenses 4:5). Si yo preguntara, ¿era Jesús gentil? Ciertamente la respuesta sería sí. Gentil significa ser amable. La palabra griega que se traduce por “gentileza” significa “rendir, ceder el paso”.

Una persona puede ser muy religiosa, pero si no es amable con los demás su religión le sirve de poco. A menudo llega a ser una piedra de tropiezo para quienes la observan. Una conocida autora escribió: “El argumento más poderoso en favor del evangelio es un cristiano amante y amable”.* Sólo aquellos que se consagran diariamente al Señor podrán ser amables como él.

Quinto secreto: La oración

Finalmente, quienes esperan a Jesús aprenden a convertir sus preocupaciones en oraciones. Pablo nos dice: “Por nada estéis afanosos [ansiosos], sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias” (Filipenses 4:6). La ansiedad y la oración son incompatibles. Dios quiere que presentemos nuestros problemas e inquietudes a él en oración y con acción de gracias. Entonces tendremos paz. “Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Filipenses 4:6).

¿Por qué estas exhortaciones? ¿Por qué debemos perseverar, buscar unidad, regocijarnos en el Señor, ser amables con otros y orar? ¿Por qué? Porque esperamos a Jesús. Y esta bendita esperanza trae consuelo al alma abatida y nos da la certeza de un futuro mejor. Como dice San Pablo: “Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo” (Filipenses 3:20).

Querido lector, ¿desea decirle al Señor junto conmigo, Señor, ayúdame a vivir como viven los que esperan tu venida?

*Elena G. de White, El ministerio de curación, p. 373.



El autor es evangelista y administrador de la Iglesia Adventista en el noroeste de los Estados Unidos. Escribe desde Portland, Oregon.

Aguardando su venida

por Ramón Canals
  
Tomado de El Centinela®
de Octubre 2007