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El libre albedrío es uno de los conceptos más poderosos de las Escrituras. Se lo enseña desde el relato del Edén y el árbol del bien y el mal hasta la invitación final a recobrar la vida eterna. El ser humano puede ejercer su voluntad para escoger a Dios y sus caminos. También puede escoger el rechazo de Dios y de una vida de bien. Dios no nos obliga a seguirlo o adorarlo. Dios no desea la devoción de máquinas o zombies, sino de seres libres, capaces de amarlo porque así lo desean.

Por cuanto la decisión de afiliarnos con Dios ocurre en el sagrado recinto de la mente, no hay obstáculos que puedan impedirla. Cada persona, no importa cuál sea su condición o sus circunstancias, puede aceptar la invitación de Dios. Su llamado resuena a través de las edades:

“A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia” (Deuteronomio 30:19).

“Someteos a Jehová, y venid a su santuario” (2 Crónicas 30:8).

“Dame, hijo mío, tu corazón, y miren tus ojos por mis caminos” (Proverbios 23:26).

“Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana” (Isaías 1:18).

“A todos los sedientos: Venid a las aguas; y los que no tienen dinero, venid, comprad y comed. Venid, comprad sin dinero y sin precio, vino y leche” (Isaías 55:1).

“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (S. Mateo 11:28). Este llamado específico de Jesús asocia la relación con él con la bendición del descanso, tema tratado en varios artículos de este número (ver páginas 3, 4, 6-10, 12, 13). Todas estas invitaciones se resumen en el deseo de Dios de reestablecer la relación estrecha entre él y los seres humanos que existía en el Edén. Son las apelaciones de un Dios amante que desea una respuesta libre y voluntaria de parte de sus criaturas.

Acerca del efecto de esta respuesta humana a la invitación divina, una conocida escritora cristiana escribió: “Por medio del debido ejercicio de la voluntad, puede obrarse un cambio completo en vuestra vida. Al dar vuestra voluntad a Cristo, os unís con el poder que está sobre todo principado y potestad” * (El camino a Cristo, p. 34).

El último libro de la Biblia concluye con una poderosa invitación de Dios a escoger el mejor camino. “Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente” (Apocalipsis 22:17). El creyente tiene la oportunidad de aceptar el ofrecimiento de la salvación eterna, representada por el acceso al agua de vida. El tono es de aceptación y afecto. Este es el destino que Dios nos ha deparado. Si lo deseamos, es nuestro.

* Elena G. de White, El camino a Cristo, p. 34.

Libres para escoger

por Miguel A. Valdivia
  
Tomado de El Centinela®
de Octubre 2005