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Una noche cuando yo predicaba en una gran ciudad de América del Sur, invité a la audiencia a rendir su vida a Jesús. Les entregué una tarjeta con tres declaraciones. La primera decía: “Creo que Jesús vendrá literal, personal, visible y audiblemente”. Les dije: “Si te parece, marca la pequeña casilla al lado de esa línea”. La segunda decía: “Quiero estar listo cuando Jesús vuelva”. Otra vez dije: “Si quieres estar preparado, marca esa casilla”. La tercera decía: “Quiero ser bautizado pronto”.

Un joven de unos veinte años, cuya madre era cristiana, y que trabajaba para uno de los principales grupos de traficantes de drogas de la ciudad y le debía dinero al jefe, tenía la tarjeta en mano mientras luchaba por tomar la decisión. Era su oportunidad para rendirse a Jesús. Anhelaba la salvación y la nueva vida que solo Cristo puede ofrecer. Al fin, marcó la tercera casilla mientras decía: “Sí, Señor, quiero estar listo cuando Jesús venga. Quiero ser bautizado pronto”.

Animé a quienes habían tomado la decisión a que levantaran la mano, y el joven la levantó. Pero cuando pedí que entregaran la tarjeta, él la puso en su bolsillo. Más tarde me enteré de que deseaba mostrarle la tarjeta a su madre. Cuando la reunión terminó, buscó a su madre, la abrazó, y llorando le dijo: “Mamá, le he entregado mi vida a Jesús. Ahora soy libre. Por primera vez en años tengo paz y alegría. Quiero ser bautizado pronto”.

Luego se dirigió a su casa, pues quería compartir la noticia con su esposa. En el momento en que abría la puerta, se oyeron disparos. Un asesino enviado por un cabecilla de la pandilla de narcotraficantes le había disparado. La esposa oyó los disparos, salió a la puerta, y sostuvo en brazos el cuerpo ensangrentado del joven en postrera agonía.

Entre los asistentes al servicio fúnebre había un buen número de sus amigos que no eran cristianos, muchos de ellos compañeros del grupo delictivo. Entonces, la madre del joven se puso de pie, y con la tarjeta de la decisión de su hijo en la mano dijo entre lágrimas: “Mi hijo tomó su decisión por Jesucristo. ¡Esta no será la última vez que lo vea, porque Jesús volverá por él! —se detuvo un momento, luego, con voz más fuerte, prosiguió—: La Biblia dice que ‘el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor (1 Tesalonicenses 4:16, 17)’”. Y llamó a esos jóvenes a entregarse a Cristo.

¿Quisieras tener la misma seguridad de salvación? ¿Te gustaría abrir tu corazón a la influencia del Espíritu Santo ahora mismo? ¿Por qué no arrodillarte ahí donde estás, y elevar una oración como esta?:

Querido Jesús, acepto tu generosa oferta de vida eterna. Anhelo verte el día que vengas en toda tu gloria. Perdona mis pecados. Cambia mi vida. Hoy, por fe, acepto tu gracia y tu misericordia. Creo que estás perdonando mis pecados en este momento, y dándome la fortaleza para superar los hábitos y las actitudes que han dominado mi vida. Te invito, Jesús, a que reines en mi corazón ahora y para siempre. Gracias por amarme, redimirme, fortalecerme, y venir pronto a llevarme a casa para vivir contigo para siempre. En tu nombre, amén.

El autor es conferenciante internacional. Este es una adaptación de un capítulo de su libro El misterio de la profecía, escrito en conjunto con Loron Wade. Escribe desde Silver Spring, Maryland.

Delincuencia vs. esperanza

por Mark y Ernestine Finley
  
Tomado de El Centinela®
de Septiembre 2022