Número actual
 

Hoy la temperatura es alta, 40°C (104°F). Apenas se mueven las hojas de las copas de los árboles que rodean este pequeño parque en el centro de la ciudad de Uvalde, Texas. Mientras mi esposa Julieta y su amiga Esther esperan sentadas en unas banquitas bajo la sombra de unos viejos encinos, me adentro en la rotonda improvisada, donde la gente va y viene, observando lo más que puede. El ambiente es triste, muy triste.

No es para menos, solo han pasado 18 días de la masacre de Uvalde. La herida está muy fresca, reina la confusión respecto al móvil y la forma en que el asesino, el adolescente Salvador Ramos, entró “libremente” en la escuela primaria Robb el 24 de mayo de 2022, y con un arma semiautomática mató a 19 niños y dos maestras.

Doy vuelta y, como muchos otros, veo fotos: niños y niñas radiantes, celebrando cumpleaños o algún evento en su escuela; varios tienen peluches en sus manos, muy propio de la infancia normal, y las maestras también con “mucha vida”.

Por el contrario, sobre el suelo se ven veladoras prendidas y apagadas y muchos arreglos florales que los padres, familiares y amigos han traído. Hay también leyendas escritas en papeles de diversos tamaños expresando consternación, apoyo y duelo. Me llama la atención un cartel que dice: “Oremos por Uvalde”.

Nuestro destino no es el parque central, mi mayor interés es el lugar de los hechos: la Escuela Robb. Pregunto a una familia de las tantas que van y vienen, y ellos me ayudan a ubicar con el GPS de mi teléfono móvil la dirección exacta del plantel, al que muy pronto llegamos.

Ya han pasado varios días. Hoy es el 11 de junio, y sigue llegando gente de todos lados. Le pregunto a un joven:

—¿De dónde vienes?

—Vengo de San Antonio —responde. Otro me dice que ha viajado de Houston. Le pregunto:

—¿Qué sientes al estar aquí?

—¡No puedo creer lo que pasó! ¡Tantos niños murieron, y dos maestras! Todos a manos de un solo joven armado.

Entre las destellantes luces de las torretas policíacas, que son muchas, está estacionado un visitante solidario que trajo un teclado en su camioneta. Está tocando melodías que ayudan al ánimo de la gente. La ciudad está de luto, y los visitantes, como nosotros, también. Por eso estamos aquí.

Los padres y familiares de los niños y de las dos maestras no solo están de duelo, también muestran indignación por la falta de seguridad y el fracaso de la intervención policiaca. Tienen razón. Y exigen que la escuela sea demolida.

Como periodista cristiano, aprendí en las teorías universitarias y en la práctica que los valores noticiosos se pueden manejar en diferentes perspectivas. Ahora, con la comunicación global y las redes sociales poderosas ya no se informa solo el “hecho por el hecho mismo”; la gente quiere y necesita saber el “cómo” y el “porqué”, y en Uvalde y más allá eso es así.

La resonancia de una noticia también es importante, y el caso de Uvalde sigue ocupando espacio en los medios. Sobre todo cuando, el 9 de julio pasado, subieron a los medios un video muy revelador de los cómo y porqué del caso.

Para los creyentes cristianos, la Biblia tiene la respuesta a las preguntas: ¿Por qué mueren los niños? ¿Es la voluntad de Dios que los niños mueran? Dios ama a los niños como a todo ser humano. San Juan escribió: “El que no ama, no ha conocido a Dios, porque Dios es amor” (1 Juan 4:8). No es la voluntad de Dios que los niños sufran y mueran, pues Jesús dijo: “No es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos, que se pierda uno de estos pequeños” (S. Mateo 18:14, énfasis agregado). Entonces, ¿por qué murieron los 19 niños y las dos maestras en Uvalde? ¿Por qué no hay compasión por los niños en las guerras, en los conflictos sociales y ni siquiera están seguros en casa, en las calles y los centros escolares?

La explicación bíblica es simple, y tiene varios incisos:

Estamos en guerra

Lucifer se rebeló contra Dios en el cielo (Ezequiel 28:14-16; Isaías 14:12; Apocalipsis 12:7-9). Trajo la desobediencia (el pecado) a la tierra, y entonces comenzó el sufrimiento y la muerte de la humanidad. Al final, el bien triunfará sobre el mal por medio del Señor Jesucristo (Apocalipsis 12:10-12).

El sufrimiento y la muerte desde la perspectiva del Calvario

Dios no dejó este mundo a la deriva. En su plan de salvación, un integrante de la Divinidad se encarnó para morir por el pecador (S. Juan 3:16; Romanos 6:23). Solo hay que creer que él pagó nuestra deuda con la justicia divina. Como Jesús sufrió más que nadie, comprende al triste y enlutado. Tenemos un Dios que es consolación (2 Corintios 1:3-5)

Los errores y las fallas del ser humano cuestan mucho

Cuando Dios creó al ser humano, lo hizo perfecto: “Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera” (Génesis 1:31). Desde que el hombre y la mujer pecaron, sus facultades mentales originales, cuyo centro era Dios, su Creador, cambiaron. Los hombres comenzaron a contaminar y destruir la tierra, a matarse unos a otros. El valor de la vida llegó a un ínfimo nivel. Hoy nos toca vivir en tal situación. Todos tendremos pruebas (Santiago1:2-5; San Lucas 22:31, 32; San Juan 16:33). Y todos tendremos que enfrentar el juicio de Dios (Génesis 6: 11-13; 19:1-17; Isaías 26:20, 21; Apocalipsis 14:6-12; 20:7-10).

Nuestra esperanza

Es tiempo de partir. Nuestro hogar está a unos 240 kilómetros (150 millas) de Uvalde. Llevo grabadas en la memoria las caritas alegres de los 19 niños y los rostros de las maestras asesinadas. Pero también atesoro la esperanza de un mundo mejor prometido por Dios:

“Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más. Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido. Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron. Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas. Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas” (Apocalipsis 21:1-5).

Mientras tanto, seguirá llegando mucha gente solidaria en apoyo a cada familia que está de duelo. Y muchos serán desafiados por el mensaje del letrero: “Orad por Uvalde”.

El autor es escritor y editor de vasta experiencia, y escribe desde McAllen, Texas.

Desde Uvalde, con amor

por Daniel Sosa Reyes
  
Tomado de El Centinela®
de Mayo 2023