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Hace dos años, vi a dos hombres trabajando en un edificio, y me detuve a observarlos. Nunca lo hago, pero algo me motivó a detenerme y mirar. Me llamó la atención que no tenían ningún tipo de seguridad, ¡a once pisos de altura! No lo podía creer. ¡Esos pobres hombres no tenían ningún sostén de seguridad, estaban sobre el andamio, solos, pintando a gran altura! Al otro día, la prensa publicó la noticia: El cable del andamio se rompió, y cayeron al vacío desde el onceavo piso pocos minutos después de que yo los viera trabajando. ¡Esas muertes se pudieron evitar!

Evento adverso

En el lenguaje médico hay algo llamado “evento adverso”, una lesión relacionada con la asistencia sanitaria. En Estados Unidos, cerca de 100,000 pacientes mueren cada año por errores médicos, no por enfermedades sino a causa de agentes externos que intervienen en su atención, por lo que cada día hay más protocolos para la atención y seguridad de los pacientes. Quizá se estará preguntando qué clase de evento adverso puede sucederle a un enfermo y causarle daño involuntario, pero, sea cual fuere el evento, lo importante es que se puede prevenir.

La higiene

La actual enfermedad del COVID- 19 nos recuerda que las tres grandes pautas para su control: el aislamiento social, el uso de mascarilla y el aseo de las manos, son válidos para toda enfermedad infectocontagiosa, llámese varicela, sarampión, influenza, parotiditis, COVID-19, etc. Con un mínimo de medidas elementales se pueden evitar, principalmente con el lavado de manos.

El descubrimiento de la asepsia

Cuando estudiaba Medicina en la Universidad de Cartagena, Colombia atendíamos cada día cerca de 50 partos. Con tanta carga de trabajo, ya desde esos días de estudiantes éramos expertos gineco-obstetras, gracias a Dios.

Trasladémonos a 1830, al Hospital Allgemeines Krankenhaus, en Austria, al departamento de obstetricia donde trabajaba el doctor Ignaz Philipp Semmelweis, conocido como el salvador de las madres, famoso en la historia de la medicina por haber descubierto la causa de la fiebre puerperal.

En una época cuando no había tantos conocimientos médicos como ahora, los profesores y los alumnos examinaban a las pacientes que morían, y enseguida iban a examinar a las que sobrevivían. Como resultado, pasaban los gérmenes de las mujeres fallecidas a las sanas, y así la mortalidad se multiplicaba día tras día, pero atribuían la causa de la muerte al estreñimiento, a la lactancia prolongada, al miedo o al aire contaminado.

El doctor Semmelweis sospechó que las manos de sus colegas transportaban gérmenes que perpetuaban la morbimortalidad de las pacientes, y promulgó el lavado de las manos después de examinar a cada una. De inmediato, disminuyeron la incidencia de casos de contagio y la mortalidad, pero como no le creían, decidieron hacer lo mismo de antes, y los casos de muerte volvieron.

Algunos advirtieron que lo que el joven médico decía era cierto, y así fue surgiendo el concepto de asepsia y antisepsia, pero al principio costó lo más valioso: vidas. A causa de la ignorancia, hubo muchas muertes. Hoy no tiene que pasar lo mismo. Está claramente definido que las manos son un foco transmisor de enfermedades. Los aportes de John Tyndall, Louis Pasteur, Robert Koch y Joseph Lister contribuyeron a apoyar estos cuestionamientos sobre las infecciones y su control.

Una práctica tan sencilla como la de lavarse las manos, que no cuesta, que es fácil de entender, que no requiere receta, que no hay que buscarla de farmacia en farmacia, que no necesita ser impuesta por el gobierno, es una norma elemental de salud pública que hace miles de años fue promulgada al pueblo de Israel.

Asepsia bíblica

En el capítulo 19 del libro de Números se presentan recomendaciones sencillas y prácticas de higiene que fueron muy efectivas. Se quemaba una becerra, madera de cedro que mejoraba el restregado, ramas de hisopo con su aceite, que mataban las bacterias y los hongos, y lana escarlata que apartaba las bacterias, todo junto. Hoy se usa agua y jabón para lograr el mismo efecto antiséptico en cada procedimiento quirúrgico. Sin eso no hay seguridad para nadie.

¿Por qué no usar el mismo método para evitar las infecciones fuera de los quirófanos? ¿Acaso los gérmenes que matan en el medio hospitalario, sobre todo cuando hay heridas, no pueden hacerlo en la calle? Las enfermedades infecciosas siguen cobrando muchas vidas en el mundo, sobre todo en pacientes inmunosuprimidos, o de edad avanzada, o afectados por enfermedades que debilitan sus defensas contra las infecciones. Las personas avanzadas en edad tienen menos defensas y más enfermedades debilitantes, como la diabetes mellitus, lo que los hace sensibles a cualquier infección, incluyendo las adquiridas en el medio hospitalario.

Se estima que, en los países en vías de desarrollo, seis de cada diez muertes pueden atribuirse a infecciones. Así, el control de la infección es responsabilidad de todos; la higiene de las manos con gel antiséptico es eficaz contra un gran número de patógenos, menos el Clostridium difficile, que requiere agua y jabón.

En su sabiduría y su misericordia, hace miles de años Dios nos dio la fórmula para cuidarnos de los gérmenes que nos acechan; nos dio enseñanzas sencillas y fáciles de aplicar, para que no hubiera excusas, y para ponerlas en práctica. Por eso, el mejor modelo de salud pública del mundo está en la Biblia. Allí se encuentran abundantes consejos para cada faceta de la vida, los que previenen enfermedades físicas y mentales. Imagine que cada día nuestra vida pende de unos cables en un andamio a muchos metros de altura, y que a causa de un estilo de vida nefasto o un descuido, como la falta de higiene en esta pandemia o ante cualquier enfermedad contagiosa, incluso crónico-degenerativa, podemos perder la vida.

¡Cuídate! He visto morir amigos en forma agobiante. Jamás lo habíamos imaginado de esta manera y en forma global, pero es una cruel realidad. No solo para prevenir el contagio por COVID-19, sino en todos los aspectos de tu vida, aplica el principio divino: lávate las manos, porque este sencillo acto puede salvar tu vida y la de tu familia.

Principios básicos de higiene

  • No beba agua de dudosa calidad, aunque “parezca buena”.
  • Filtre siempre el agua que bebe.
  • Lávese las manos antes de comer.
  • Cepíllese los dientes después de las comidas, antes de acostarse, y al levantarse.
  • Báñese al menos una vez al día.
  • Lave las verduras y la fruta antes de utilizarlas.
  • Cuando use el inodoro, tire de la cadena.
  • Al menos una vez al año, limpie el depósito de agua de su casa.

https://www.casal.al.gov.br/principios-de-higiene/.

1. Kasper, Fauci, Hauser, Longo, Jameson, Loscalzo, Harrison, Manual de Medicina, 20 ed., México, Mcgraw Hill Interamericana editores, 2018.

2. Goldmann Lee, Schafer Andrew, Tratado de Medicina Interna, 25 ed., Barcelona, Elsevier, 2017.

3. Robbins y Cotran, Patología estructural y funcional, 10a ed., Barcelona, 2018.

4. Beuchamp, Everst, Mattox, Sabiston, Tratado de cirugía, 20a ed., Barcelona, Elsevier, 2018.

5. Dr. S. I. McMille, Ninguna enfermedad, 2a. Ed., Miami, Editorial Vida, 1989.

6. Schwartz, Principios de cirugía, 10a. Ed., México, D. F., Mc Graw Hill, 2015.

El autor es médico cirujano y escribe desde Medellín, Colombia.

Lávate las manos!

por Hernando Mercado
  
Tomado de El Centinela®
de Mayo 2022