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Hay valores que nos hacen más humanos, más nobles, un poco más semejantes a Dios: sublimes principios como el amor, la lealtad, la honestidad, la sinceridad y la entrega. El hogar es el espacio ideal para cultivar estos valores, que se concentran en la amistad, porque los amigos endulzan el alma, nos cuidan las espaldas y nos motivan a vivir. “La dulzura de la amistad fortalece el ánimo” (Proverbios 27:9, NVI).*

Jesús es el Modelo perfecto de amistad. En su hogar se modelaron preciosas virtudes: la humildad y la fidelidad manifestadas por María de Nazaret cuando fue llamada por Dios para ser la madre del Redentor (S. Lucas 1:38), y la lealtad y nobleza de José hacia María. Y Jesús desplegó la gama de virtudes impartidas por el Espíritu Santo: “amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza” (Gálatas 5:22, 23).

La cruz

La cruz es la realización del ideal de amistad. En su sacrificio, Jesús confirmó lo que dijo a sus amigos la noche anterior. “Nadie tiene amor mayor que este: que uno ponga su vida por sus amigos” (S. Juan 15:13).

La vida terrenal de Jesús estuvo signada por una amistad indivisa; sin embargo, hubo quien le retribuyó con traición. Durante su vigilia en Getsemaní, en angustia extrema, ante la proximidad de la muerte y el temor de la separación eterna de su Padre, y ante el ataque de sus adversarios, se agregó la decepción, ya que sus amigos lo dejaron solo. ¿Puede haber algo más desolador que el abandono de los amigos? Pero aquel que es “Dios fuerte” (Isaías 9:6), “puso su rostro como un pedernal” (ver Isaías 50:7), y no cejó en su afán redentor, incluso por quienes lo abandonaron, y por los que lo iban a matar.

Cuán estimulante es contar con amigos incondicionales, con oídos atentos donde desahogar las penas, con un corazón que brinde consuelo y sostén. El Amigo de todos ofreció esa ayuda, pero en su crisol nadie lo ayudó. En los momentos decisivos de la historia de la redención, el Redentor fue abandonado.

¿Has pensado cuán presto eres para eliminar de tu círculo de amigos a aquellos que, consciente o inconscientemente, han fallado? No ocurre así con Jesús. Su amor se expresa en una entrega y un compromiso absolutos. La amistad, esa relación sancionada por el Cielo y por la Escritura, no está centrada en lo que se recibe sino en lo que se da.

Hay en el evangelio una declaración reveladora sobre la verdadera amistad. Jesús declara: “Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer” (S. Juan 15:15). En la amistad de Cristo, el cielo se hace uno con la tierra en una preciosa comunicación de dos vías. En esta amistad somos honrados con un cambio de estatus. Los amigos de Jesús son tan amados que se les revelan los secretos redentores de la Deidad. Y él culmina su amistad con el hombre sacrificándose por él. ¡Qué demostración de amistad!: integrarnos en la familia de Dios y salvarnos con el supremo sacrificio. Alabado sea Dios, enaltecido sea Cristo.

En el ocaso de la historia, se necesitan hogares donde se modele la amistad entre los miembros de la familia, y todos con Cristo. Honremos a nuestro Amigo divino.

El autor es ministro cristiano. Escribe desde Richland, Washington.

* La cita marcada con NVI fue tomada de la Santa Biblia, NUEVA VERSIÓN INTERNACIONAL® NVI® © 1999, 2015 por Biblica, Inc.®, Inc.® Usado con permiso de Biblica, Inc.® Reservados todos los derechos en todo el mundo.

La cruz: emblema de amistad

por Florencio Bueno
  
Tomado de El Centinela®
de Abril 2023