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El marcado interés que presenta la Biblia por el bienestar de los pobres, los huérfanos, las viudas, los extranjeros, los padres y los viejos (Levítico 19:3, 34), revela la naturaleza de un Dios de amor que busca la equidad para todas sus criaturas. Aunque en otras civilizaciones antiguas ya existían leyes que fomentaban la justicia social y la protección de los más vulnerables, tal como lo evidencia el código del rey Hammurabi,1 en las Sagradas Escrituras, los principios éticos estaban fundamentados en la revelación divina recibida mediante los profetas (Amós 3:7), que demandaba una conducta ética de parte de todos los miembros del pueblo de Dios.

La religión práctica

En Miqueas 6:8, uno de los pasajes más hermosos de la Biblia, el profeta muestra qué significa la religión práctica: “Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios”. Según los rabinos, este texto es el resumen de toda la ley de Dios en una línea. Al igual que en otros textos del Antiguo Testamento (Salmo 147:19), Miqueas claramente muestra que Dios ha revelado a la humanidad cuál es su voluntad. Así, lo primero que Dios espera de nosotros es “hacer justicia”. El sustantivo hebreo mishpat, “justicia” proviene de una raíz verbal que significa juzgar.2 La palabra justicia es un término muy amplio en las Sagradas Escrituras. Su sentido primario se refería tanto al proceso judicial o veredicto dado en un juicio (Génesis 18:25; Levítico 19:15; Deuteronomio 16:18) como a la ley (Levítico 24:22) que se utilizaba en dicho proceso y que garantizaba un trato justo a todos. Con frecuencia, los autores bíblicos usan mishpat, “justicia”, en un marcado contraste con el mal o el trato injusto a los más débiles. El profeta Jeremías, cuando describe la corrupción moral del pueblo en sus días dice: “Sobrepasaron los hechos del malo; no juzgaron la causa, la causa del huérfano; con todo, se hicieron prósperos, y la causa de los pobres no juzgaron (Jeremías 5:28; ver Amós 5:15).

El referido pasaje de Amós dice: “Corra el juicio [mishpat] como las aguas, y la justicia [tsedaqah] como impetuoso arroyo”. Aquí se usa el término tsedaqah “justicia” en paralelismo con mishpat “juicio,” o “justicia”, y con frecuencia ambos términos aparecen juntos en el Antiguo Testamento para enunciar el concepto de justicia social (Levítico 18:26; Salmo 103:6). El salmista, reconociendo que solo Dios es la fuente de toda verdadera justicia, eleva su oración al cielo diciendo: “Oh Dios, da tus juicios [mishpat] al rey, y tu justicia [tsedaqah] al hijo del rey. él juzgará a tu pueblo con justicia [tsedaqah], y a tus afligidos con juicio [mishpat] (Salmo 72:1, 2). Otros pares de palabras que se usan en el texto sagrado para comunicar el concepto de justicia social incluyen “justicia y equidad” (Isaías 11:4; Proverbios 1:3); “justicia y fidelidad” (Isaías 11:5); “verdad y justicia” (Zacarías 8:8).3

Justicia para los ancianos

Si bien es cierto que Dios espera que tratemos a todos con justicia y equidad, ¿qué acerca de nuestros ancianos o de nuestros padres? La respuesta a esta pregunta nos llevará a una dimensión que con frecuencia se pasa por alto en la práctica personal de la justicia social. Aunque no todos somos padres, todos somos hijos.

Cierta vez, un grupo de jóvenes de nuestra iglesia decidió visitar un asilo de ancianos. Aunque este tipo de instituciones brindan protección a los que lo necesitan, debo señalar que representan la forma que en nuestra sociedad occidental “hacemos justicia” a los ancianos. Una de las tantas personas que vimos ese día no se cansaba de gritar con todas sus fuerzas: “Sáquenme de aquí, por favor, quiero irme a mi casa”.

La justicia y los Diez Mandamientos

Todo principio de justicia de una forma u otra se conecta con los Diez Mandamientos. Precisamente, luego de los primeros cuatro mandamientos que tratan de nuestra relación con Dios, el quinto mandamiento dice: “Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da” (éxodo 20:12).

Es importante tener presente que, contrario a la forma en que generalmente se lee este mandamiento, es decir, solo desde la perspectiva de los padres que les recuerdan a los hijos que les deben obediencia, este mandato fue dado a hijos adultos para que honraran a sus progenitores. Este y el cuarto mandamiento, que trata sobre la observancia del sábado, son los únicos que fueron formulados en forma positiva, los demás poseen la partícula negativa de prohibición: “No”. Usando casi las mismas palabras, Dios en el libro de Malaquías afirma que lo normal o justo es que “el hijo honr[e] al padre” (Malaquías 1:6). El sabio Salomón advierte a todo hijo: “Oye a tu padre, a aquel que te engendró; y cuando tu madre envejeciere, no la menosprecies” (Proverbios 23:22).

¿Qué significa honrar o “hacer justicia” a nuestros padres, especialmente cuando envejecen? Hasta el día de hoy, muchos de los que viven en Oriente Medio asumen el cuidado de sus padres seniles de forma personal, como un fiel cumplimiento del quinto mandamiento. Por ejemplo, en Jordania, donde he realizado varios viajes educativos con miembros de iglesia y pastores, es común observar las casas de varios pisos donde en el primer nivel viven los padres adultos, y en el segundo, el hijo mayor que los cuida.

El cuidado de los padres en la Escritura

El cuidado de los padres por parte de sus hijos es claramente sugerido en varios lugares del Antiguo Testamento. En el libro de Génesis, la figura de José resalta no solo por ser el primer personaje de la Biblia que se dice que el Espíritu de Dios habitaba en él (Génesis 41:38), sino por ser un hijo que ilustra lo que significa honrar a su padre y a su madre, pues proveyó lo mejor de la tierra para cuidar a su padre anciano y suplir todas sus necesidades (Génesis 45:9-12; 50:1).

Dios nos ha declarado su voluntad. “Hacer justicia” nos abarca a todos. No es solo responsabilidad de las instituciones religiosas, educativas o gubernamentales. En última instancia, es una responsabilidad individual que va mas allá del simple activismo, el que, aunque tiene su papel, nunca sustituye nuestra responsabilidad como hijo o hija.

Nuestro Señor Jesucristo, quien vino a salvar al mundo y quien cumplió toda la Ley (S. Mateo 5:18), también enseñó con su vida lo que significa “hacer justicia” a los padres. Así, antes de morir en la cruz del Calvario, Jesús no pasó por alto su amor y responsabilidad de hijo hacia su madre, al pedirle al discípulo amado que cuidara de ella (Juan 19:26-27).

Conclusión

Apreciado lector, antes que tú y yo impactemos al mundo, sería bueno que impactáramos a nuestras familias con la práctica de la justicia social que abarca, por supuesto, a niños, a mujeres, a hombres, y a padres seniles vulnerables. Aún hay miembros de nuestras propias familias que son olvidados en las instituciones de atención social, y que gritan con todas sus fuerzas: “¡Sáquenme de aquí!”, como diciendo, “¿Dónde están mis hijos, que ya no los veo?” Es hora de “hacer justicia” también en nuestras propias familias.

“El niño es realista; el muchacho, idealista; el hombre, escéptico, y el viejo, místico”—Goethe, autor y naturalista alemán.

“Cuando un recién nacido aprieta con su pequeño puño, por primera vez, el dedo de su padre, lo tiene atrapado para siempre” —Gabriel García Márquez, escritor colombiano.

“Cuando yo tenía catorce años, mi padre era tan ignorante que no podía soportarlo. Pero cuando cumplí los veintiuno, me parecía increíble lo mucho que mi padre había aprendido en siete años” —Mark Twain, escritor y periodista estadounidense.

1. En el preámbulo de su código, Hammurabi clama que los dioses lo comisionaron como rey “para hacer que la justicia prevalezca en la tierra, para destruir a los impíos y a los malos, para que el fuerte no oprima al débil”. J. B. Pritchard, ed., The Ancient Near Eastern Texts Relating to the Old Testament (Princeton, New Jersey, Princeton University Press, 1969), p. 164.

2. HALOT, p. 651.

3. Moshe Weinfeld, Social Justice in Ancient Israel and in the Ancient Near East (Jerusalem, Israel: Hebrew University Magnes Press, 1995), pp. 25-43.

El autor es doctor en Teología, docente de la Universidad Andrews, y escribe desde el Sureste de California.

Justicia social en el contexto familiar

por Enrique Báez
  
Tomado de El Centinela®
de Febrero 2022