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Lejos de ser “el opio del pueblo”, la religión ofrece una multitud de ventajas para los que optan por confiar en Dios y seguir su voluntad.

Lewis Terman, pionero de la investigación en el campo de la psicología de la educación y profesor de la Universidad de Stanford, California, inició un estudio a principios del siglo XX con unos 1.500 niños. El estudio abarcó la vida de estos chicos hasta una edad avanzada, y cada aspecto de sus vidas fue cuidadosamente documentado, incluyendo las creencias y prácticas religiosas. Muchas décadas después, en 2011, Howard Friedman, psicólogo de la salud y profesor de la Universidad de California en Riverside, y Leslie Martin, profesor de Psicología en la Universidad de La Sierra, publicaron un trabajo titulado The Longevity Project [El proyecto longevidad]: Un informe de la investigación de Terman, con nuevas entrevistas realizadas a los participantes que aún viven. Cuando estas personas se acercaban a los cien años de edad, poseían rasgos notables de persistencia, sociabilidad y capacidad de recuperación. Pero había algo aún más importante: un gran número también tenía un compromiso firme con sus principios religiosos.

Esto fue particularmente cierto en las mujeres con muchas habilidades sociales. Habían llevado una vida equilibrada, eran profundamente religiosas y habían participado activamente en la vida de la iglesia. Por otro lado, las mujeres menos religiosas eran también menos longevas. Aunque inteligentes, activas y productivas, no lograron permanecer casadas ni tener hijos con la frecuencia de las mujeres fieles a sus creencias religiosas. Eran menos extrovertidas y confiadas que las religiosas. Según los investigadores, estas diferencias se deben a la influencia de la práctica religiosa sobre la longevidad. La práctica religiosa incluye la comunión, la vida familiar, el contacto con los jóvenes, el apoyo mutuo entre las personas de la comunidad religiosa, y la confianza.

Estos resultados son una pequeña muestra de la creciente evidencia acumulada en los últimos veinte años acerca de la relación entre longevidad, calidad de vida y práctica religiosa. Los estudios muestran que la fe religiosa es un factor preventivo no solo de enfermedades físicas sino también de condiciones mentales: depresión, ansiedad y síntomas psicóticos.

Esto no significa que la religión inocula a las personas contra la aflicción. Pero sí las ayuda a construir su fe y permanecer fuertes ante la adversidad. Esto se debe en parte a la comprensión de que “a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien” (Romanos 8:28). La fe ayuda a muchos a enfrentar la realidad de la vida con una paz que solo viene de Dios. Y encontrar a Dios en la fe religiosa puede proporcionar un marco que facilite soluciones a las complejidades de la vida. Esto explica por qué los creyentes tienen más probabilidades de encontrar un sentido en la vida que los ateos.

Lejos de ser “el opio del pueblo”, la religión ofrece una multitud de ventajas para los que optan por confiar en Dios y seguir su voluntad. “Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas. No seas sabio en tu propia opinión; teme a Jehová, y apártate del mal; porque será medicina a tu cuerpo, y refrigerio para tus huesos (Proverbios 3:5-8; énfasis añadido).

Los beneficios de la oración

En los últimos veinte años, los estudios han demostrado diferencias entre los que informan que oran y los que dicen no hacerlo. Los resultados revelan que las personas que oran tienden a ser física y mentalmente más sanos que los que no lo hacen. Por ejemplo, un estudio de la Universidad de Pittsburgh se centró en el papel de la oración privada en unos trescientos pacientes cardíacos antes de la cirugía a corazón abierto. Los participantes proporcionaron información acerca de cómo utilizaron la oración personal para enfrentar la ansiedad previa a la cirugía, e incluso después de la cirugía, para lograr una mayor calidad de vida. A diferencia de sus contrapartes que no oraban, se observó que los pacientes que oraron pudieron lidiar mejor con el estrés y la ansiedad de la cirugía inminente, y lograr una mejor calidad de vida después de la cirugía. Otros estudios han encontrado que la oración se asocia con menores niveles de ansiedad y depresión, y las personas que oran manifiestan una mayor estabilidad emocional a causa del aumento del optimismo, la fortaleza y el sentido de pertenencia.

La oración transmite una sensación de calma y serenidad. Cuando una persona agobiada tiene la oportunidad de conversar con un amigo cercano en un ambiente de calidez, aceptación y confidencialidad, la mayor parte de la carga se alivia, incluso aunque el problema siga sin solución. Una oración sincera y ferviente a Dios puede tener un resultado aun mejor, porque el Creador del universo es todopoderoso. David usó esta estrategia en varias ocasiones según consta en los Salmos. Un ejemplo se encuentra en el Salmo 27, donde David experimenta el acoso de sus enemigos (vers. 2). Él ora en su aflicción (vers. 7-12), y al fin llega a la conclusión: “Hubiera yo desmayado, si no creyese que veré la bondad de Jehová en la tierra de los vivientes” (vers. 13).

Los beneficios de la lectura de la Escritura y la meditación

“¡Cuán dulces son a mi paladar tus palabras! Más que la miel a mi boca” (Salmo 119:103) debe haber resonado en la mente de Flora y su hija Esther durante sus largos años de persecución. Después de la Segunda Guerra Mundial, Albania proclamó con orgullo que era la única nación en el mundo donde la religión había sido completamente erradicada. Daniel y Flora Lewis, junto con sus dos pequeños hijos, Juan y Esther, estaban dispuestos a emigrar a los Estados Unidos, huyendo de la persecución religiosa. Pero un vecino, dominado por la envidia, los acusó de ser espías. Padre, madre e hijos fueron enviados a prisiones separadas. El trato fue tan cruel que apenas unos años más tarde, solo Flora y Esther estaban vivas. Después de su liberación, volvieron a una sociedad que se burlaba de ellas, y les prohibió trabajar porque no querían hacerlo en sábado, el día sagrado de acuerdo a sus creencias. Vivieron en estas circunstancias durante varios años, pero finalmente fueron testigos de la caída de su gobierno opresivo. La lectura de las Escrituras y la meditación fueron elementos clave de su supervivencia. A causa de que no se les permitió conservar una Biblia ni reunirse con otros cristianos, memorizaron versículos de la Biblia, que, al repetirlos, les dieron consuelo y fortalecieron su fe en Dios.

La evidencia científica demuestra el poder de la Biblia en la vida de las personas. Las declaraciones y las historias bíblicas tienen el poder de transmitir salud y vida. Estimado lector/a, lo invito a orar, meditar y leer la Biblia diariamente. Esta es la mejor forma de prevenir muchas enfermedades, darle muchos años a la vida y mucha vida a sus años.


Julián Melgosa es doctor en Psicología, docente universitario, y autor de numerosas obras de salud mental. Escribe desde la Universidad de Walla Walla, Washington.

Los beneficios de creer

por Julián Melgosa
  
Tomado de El Centinela®
de Agosto 2014