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Ante todo, permíteme aclararte algo: No me gusta el viento. ¡ESPECIALMENTE detesto las tormentas de viento! Esto ocurrió unos pocos meses después de habernos mudado a nuestro nuevo hogar. Afuera había una brisa agradable esa noche; un poquito fuerte para mí gusto, pero nos fuimos a dormir sin darle importancia. ¡Pero en el medio de la noche fuimos despertados por un ruido tan fuerte, que por un momento pensamos que estaba cruzando un tren en el fondo de la casa! Habiendo sido despertados tan repentinamente, mi esposo y yo tratamos de descifrar la causa de tal ruido. Pronto nos dimos cuenta de que estábamos en medio de una tormenta inusual de viento que parecía un huracán, algo a lo que no estamos acostumbrados en el sur de California.

Completamente aterrorizada y sin aliento llamé a la policía, a los bomberos, y otros que pensé que me podrían explicar: “¡Ayúdennos! ¡Nuestra casa se está por volar! ¿Qué pasa? ¿Es esto un huracán?”

—“No, señora respondió una voz calmada, del otro lado de la línea—: Son los vientos de Santa Ana”. “No pueden ser los vientos de Santa Ana —repliqué—. “El techo de nuestra nueva casa se está por volar y todo el edificio se está sacudiendo; ¡estamos en peligro!”

“Sí —me respondió— son los vientos de Santa Ana. Estamos teniendo un fuerte episodio”.

¿Un fuerte episodio? —pensé. Un fuerte episodio sería un viento de cincuenta kilómetros por hora. ¡Esto es un huracán!

Y la voz continuó: “Es la época del año”.

¿Quiere decirme que esto es “normal” y que tendré que aguantarlo por el resto de mi vida? No había nada que pudiera decir para convencer a esa persona que estábamos en problemas. Ni siquiera podíamos irnos de la casa porque había objetos y materiales que estaban volando por doquier. Mientras mi esposo trataba de calmarme, decidimos orar. Le pedí a Dios que calmara el viento y mis nervios; que no perdiéramos ni el techo ni nuestra mente. lastimarnos.

Tan pronto como terminé de orar, vi que mi esposo se había dormido. ¡DORMIDO! No yo. Yo me la pasé orando, vigilando y afligiéndome, temerosa de tener un ataque cardíaco. En mi defensa, debo aclarar que este episodio de los vientos de Santa Ana había sido realmente fuerte. En la mañana encontramos que nuestra cerca en el fondo se había pasado al terreno del vecino, y nuestro galpón de herramientas había aterrizado en la calle a dos cuadras de distancia.

Por eso quizá me llama tanto la atención la siguiente narración.

Una tormenta repentina

La tarde había estado en calma; quizás había una brisa agradable, y Jesús inicia el viaje: “Aquel día, cuando llegó la noche, les dijo: Pasemos al otro lado” (S. Marcos 4:35). Pero antes de llegar, una fiera tormenta de viento se levanta en el mar. El mar de Galilea, un lago también llamado “Tiberias” (S. Juan 6:1) y el “lago de Genesaret” (S. Lucas 5:1), era particularmente propicio para tales tormentas violentas y repentinas, porque está rodeado de montañas y ubicado aproximadamente a 230 metros por debajo del nivel del mar. En ocasiones, el aire frío del Mar Mediterráneo llega con fuerza a través de los pasos de montaña, y se enfrenta violentamente con el aire caliente encerrado en el lago. Pero los discípulos eran pescadores experimentados y esta clase de fenómeno no era nuevo para ellos. ¿Qué está pasando aquí?

En el primer siglo, el mar y otros cuerpos de aguas profundas eran considerados lugares donde el mal y los demonios residían. Por lo tanto, para los discípulos, y para cualquier otro que estuviera en la escena, esta no era solamente una gran tormenta: tenía connotaciones maléficas. No era un viento común; ¡No señor! Era una tormenta maligna en el sentido más gráfico de la palabra. ¿Te ha pasado algo similar alguna vez? ¿Te has enfrentado con una tormenta repentina, tan poderosa que sabes que es el mismo diablo que te está atacando? A mí me ha pasado.

Y la tormenta “echaba las olas en la barca, de tal manera que ya se anegaba” (vers. 37). Ahora no son solo los vientos; la propia barca está en peligro. Las olas pasan sobre el pequeño bote llenándolo de agua, todo parece destruirse delante de sus ojos, y ellos se sienten impotentes. ¡IMPOTENTES! Realmente no me gusta esa palabra. Me gusta controlar cada situación, especialmente cuando una crisis devastadora se me viene encima. Pero eso es solo engaño, porque si tuviera poder sobre ella, entonces la crisis no existiría.

El Omnipotente

Marcos nos da más detalles que los otros Evangelios acerca de dónde estaba Jesús: “Y él estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal” (vers. 38). ¿Qué? ¿Durmiendo sobre un almohadón? ¿Estás cómodo, Jesús? ¿Quieres que te cantemos una canción de cuna? ¿Cómo puede ser que estés durmiendo en estas circunstancias? En la popa... sobre un almohadón; ¿Puedes creer esto?

¡Tenían que despertarlo! ¡Debe de haber estado exhausto, porque ni el fuerte viento ni las olas que golpeaban ni el bote que se hundía ni los gritos de los discípulos habían logrado despertarlo! “Le despertaron y le dijeron: Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos?” (vers. 38).? Lo sacuden y le gritan. Mateo dice que ellos clamaron por ayuda con tres gritos desesperados, que en el griego suenan de esta manera: ¡Señor! ¡Sálvanos! ¡Perecemos! (S. Mateo 8:25). Pero Marcos agrega que le hicieron una pregunta: “¿no te importa que nos ahoguemos?” (versión NVI). ¿Acaso no te preocupa?

El temor es completamente paralizante, ¿verdad? El temor distorsiona nuestra perspectiva de Dios. Cuando una tormenta repentina golpea nuestras vidas, bloquea nuestra visión de él, y muchas veces le hacemos la misma pregunta: “¿No te importa?” ¡Por supuesto que le importa! ¡Solo que él tiene una perspectiva completamente diferente de la situación! Nosotros no vemos lo que él ve; no sabemos lo que él sabe. Y es muy fácil pensar que a Dios no le importa cuando estamos abrumados por las circunstancias (también le ocurrió a Marta; ver, S. Lucas 10:40). Cuando te asalte esta duda, mira la Cruz. ¡Sí! ¡A él definidamente le importa!

“Y levantándose” (S. Marcos 4:39). Casi puedes imaginarte a Jesús frotándose los ojos, bostezando y diciendo: “¿Qué pasa aquí?”, y a todos los discípulos hablando a la vez, tratando de explicarle que se morirían si no hacía algo ¡AHORA MISMO! Y Jesús hace dos cosas asombrosas; ¡Sí! ¡Realmente asombrosas!: “Reprendió al viento” (vers. 39). ¡Lo reprendió! ¡Como si el viento fuera su niño que se estaba comportando mal! ¡Lo reprendió como reprendes a tu perro cuando está ladrando demasiado fuerte! Y entonces le habló al lago, su otro niño que no se estaba portando bien: “¡Silencio! ¡Cálmate!” (vers. 39, versión NVI). En otras palabras: “¡Shhhh! ¿No ves que estoy durmiendo la siesta? ¡Quédate quieto! ¡Cálmate!” ¿Y sabes algo? ¡El viento y el mar le obedecieron! Ah, sí, me olvidaba decirte: Los discípulos eran “impotentes”, pero Jesús no. ¡Jesús es “omnipotente”!

¿Por qué temer?

Al confirmar el milagro, Marcos dice que “el viento se calmó y todo quedó completamente tranquilo” (vers. 39, versión NVI). “Entonces [los discípulos] temieron con gran temor, y se decían el uno al otro: ¿Quién es éste, que aun el viento y el mar le obedecen?”

La pregunta “¿Quién es éste?” se repite muchas veces en la primera mitad del Evangelio de Marcos. La autoridad del Mesías se está revelando. ¡Aun el viento y el mar le obedecen! Todo lo que nosotros no podemos controlar, él puede. Tiene poder sobre todo lo que está debajo del agua (que, para ellos, representaba el mal), y todo lo que está sobre ella.

En las obras de arte cristiano de los primeros siglos, a veces la iglesia es representada como un bote en una tormenta, con Jesús en medio. Esta visualización les ayudaba a los primeros cristianos que sufrían bajo la persecución, a recordar la presencia de Jesús con ellos mientras soportaban las pruebas y las tribulaciones. Este milagro les recordaba una realidad mayor: la realidad de la salvación mediante la muerte y la resurrección de Jesús.

¿Estás desesperado y sin saber qué hacer? Cuando las tormentas repentinas golpean tu vida, puedes elegir: Elige la fe sobre el temor. Recuerda que Jesús es omnipotente.

Las tormentas de la vida

por Elizabeth Viera-Talbot
  
Tomado de El Centinela®
de Julio 2013