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Generalmente hay varias respuestas a una aparente derrota. Digo aparente porque no creo que el fracaso sea siempre final. Es una situación momentánea, y siempre hay otro capítulo para ser escrito. Una de las respuestas usuales es la de sentir temor a ése y otros fracasos. Nuestro fracaso aparente puede venir en muchas formas: una enfermedad, la muerte de un ser amado, la pérdida de empleo, la bancarrota y otras.

Es una coincidencia extraña que la Biblia repite la orden “no temas” unas trescientas sesenta y cinco veces, una vez para cada día del año. Es como para decir que no hay un día en nuestras vidas cuando el temor no sea una realidad presente. Muchas personas tienden a negar la presencia del temor. Por otro lado, cuando uno reconoce la presencia de la fe, no necesita más negar la presencia del temor.

Cómo manejar el temor

Permítame decirle tres cosas acerca del temor.

1. Admítalo. Tal vez usted no necesita gritarlo desde las azoteas, pero por lo menos en su propio corazón encare el hecho de que usted tiene miedo. El mismo reconocimiento del temor es una virtud en sí misma. Es un paso enérgico hacia la confianza propia. Muchas veces sentimos miedo cuando estamos solos o nos sentimos abandonados o rechazados o mal entendidos, o aislados o inciertos. Hay situaciones que sentimos que no podemos manejar solos.

2. Acéptelo. Cuando la posibilidad de una enfermedad mortal acecha en la oscuridad, a veces se culpa al médico de haber hecho un diagnóstico errado. Muchos simplemente se resisten a considerar que pueden estar gravemente enfermos. Pero hay realidades que no podemos cambiar y con las cuales tenemos que vivir. Cuando aceptamos el temor, entonces estamos listos para el tercer paso.

3. Procéselo. La aceptación nunca es fácil, y puede ser dolorosa. Pero también es liberadora. Llegamos al punto en que no tenemos que fingir más, ni aun a nosotros mismos. No tenemos que sentir que hemos fracasados o que somos débiles o diferentes a las demás personas. Podemos escapar del sentimiento de que de alguna manera somos culpables, y podemos dejar de correr y escondernos. Si así lo deseamos, podemos detenernos y lamentarnos.

Identifique su temor

Para identificar su temor el primer paso es reconocer que casi todos los temores que usted siente han sido aprendidos. Hay pocas excepciones; entre estas el temor de caer y el temor a un ruido fuerte y repentino.

Casi cada otro temor es algo que hemos obtenido en alguna parte a lo largo del camino de la vida. Aquí permítame enumerar algunos de los temores que son bastante comunes: estar solo, viajar en un avión, enfrentar la ancianidad o la muerte, perder sus posesiones materiales, el incendio de su casa, quedarse atrapado en un elevador, ver la sangre, ir al dentista, perder la mente, hablar con el jefe, el cáncer, el sida, un ataque cardiaco, el fin del mundo. A estos temores cada persona puede agregar muchos otros.

En vez de preocuparse por cómo librarse de todos sus temores, cultive su fe hasta el punto que esté dispuesto a aceptar sus temores y vivir con ellos. De hecho, es posible llegar a apreciar nuestros temores. Para empezar, debemos reconocer el hecho de que el temor puede ser constructivo. El temor no es un enemigo, y no necesitamos preocuparnos acerca de cómo librarnos de todos nuestros temores. La verdad es que el temor es una emoción dada por Dios para nuestra protección y para nuestro propio bien.

Hay muchas cosas que debemos temer. Obedecemos el límite de velocidad, pagamos nuestros impuestos y visitamos al doctor porque tememos no hacerlo. El temor nos motiva a buscar mayor conocimiento. Si el hombre no temiera al cáncer, toda la investigación para encontrar una cura se detendría. La Biblia nos dice: “El principio de la sabiduría es el temor de Jehová” (Salmo 111:10). Aunque aquí la palabra “temor” se entiende mejor en términos de “asombro” o “reverencia”, no deja de ser un ingrediente importante en el camino de la fe. El “temor” o “respeto” a Dios nos inspira a una vida más elevada.

El temor no es un fracaso

Establezcamos algunos hechos con mucha claridad: El temor no es sinónimo de fracaso. El temor no es debilidad. El temor no necesita ser destructivo. No necesitamos estar avergonzados de nuestros temores. El temor estimula la fe. El temor es la inspiración para el esfuerzo. El temor es la puerta a la sabiduría. Es más, el hombre o la mujer valiente no es el que no siente temor, sino el que reconoce su debilidad y aun así decide arrostrar el peligro.

Hay dos cosas que no debemos temer. No debemos temer al cambio si éste es necesario. Si podemos hacer algo al respecto de aquello que nos infunde temor, dejemos de estrujarnos las manos sin hacer nada útil. La segunda cosa que no debemos temer es aquello que no podemos cambiar. Si no hay nada que podemos hacer, no nos queda otra que aceptar las cosas como son.

Una de las oraciones más pronunciadas en todo el mundo es la que el profesor Reinhold Niebuhr escribió hace muchos años:

Señor, concédeme la serenidad
de aceptar las cosas que no puedo cambiar,
Valor para cambiar las cosas que pueda,
Y sabiduría para saber la diferencia.

Aquí es un buen lugar para resumir: Primero, viva un día a la vez.Usted no puede volver a vivir el pasado, y no puede vivir el futuro. No hay necesidad de aferrarse a los fracasos del ayer y fabricar temores para el mañana. En segundo lugar, haga lo mejor que pueda ahora a pesar de lo que haya sucedido.

En tercer lugar, lo invito a relacionarse con Dios. Esto requiere al menos dos cosas: Comunicarse con él y escuchar lo que él quiere decirle. ¨Cómo ocurre esto?

Usted puede comunicarse con Dios por medio de la oración. Orar es simplemente hablar con Dios y esperar respuesta. Esté atento a lo que Dios revela de sí mismo en su Palabra, la Biblia. Para confiar en alguien es menester conocerlo primero. Así que pase tiempo en la lectura y el estudio de la Biblia. Empiece en los Evangelios —Mateo, Marcos, Lucas y Juan— los recuentos de la vida de Cristo sobre la Tierra. Esto le proporcionará un cuadro más exacto del carácter de Dios y lo ayudará a conocerlo como él es.

Confiar en Dios es el factor indispensable para manejar el temor. La fe en Dios estabiliza la existencia y nos proporciona equilibrio mental y espiritual. El apóstol Pedro afirma: “Echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros” (1Pedro 5:7).


El autor fue profesor en la Universidad de Montemorelos, México durante 35 años. Actualmente está jubilado.

Cómo manejar sus temores

por José Antonio Rubí
  
Tomado de El Centinela®
de Septiembre 2008