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Hoy por hoy, los norteamericanos descansan un promedio de seis horas y media cada noche, una disminución del 25 por ciento a partir de los comienzos del siglo XX. Para compensar la falta de reposo, toman cantidades récord de café, sodas cafeinadas y bebidas estimulantes como Red Bull y té verde. Una escritora del Times de Londres, refiriéndose a la vida en Inglaterra y Estados Unidos, comenta que “treinta años de avaricia nos han dado lujos inimaginados por generaciones previas y ningún tiempo para disfrutarlos”. Luego añade: “Si no cambiamos nuestra pobreza de tiempo, llegaremos a un punto en que será imposible el cambio. Ya estamos [bastante] miserables, solitarios, estresados y enfermos”.1

Hemos desarrollado a la misma vez una terrible impaciencia. Lo queremos todo “ahora”. Por eso nos enfadamos cuando alguien nos hace demorar en el tráfico o en la línea del supermercado. Vivimos en un estado de perpetua confusión, llenos de problemas y ansiedad, dentro de una sociedad que funciona 24 horas al día. Necesitamos urgentemente detenernos y tomar tiempo para descansar y meditar, al menos en el estado de nuestra propia vida.

Por eso es que la Biblia nos dice que debemos dedicar el último día de la semana a reponer nuestras fuerzas y recargar nuestras baterías espirituales.2 Es indudable que usted y yo necesitamos esa pausa semanal. Su origen sagrado nos pone en contacto con Dios y los valores espirituales que tanto escasean, y su efecto renovador podría aliviar el desasosiego emocional que sufren tantas personas. He aquí algunas razones que nos persuaden a observar el día de reposo:

El reposo del sábado nos permite encarar nuestros problemas desde otra perspectiva. ¨Ha viajado en avión? Habrá notado que a medida que se eleva se van haciendo más y más pequeños los automóviles, los edificios, las casas, etc. Cuanto más alto se vuela espiritualmente tanto más imperceptibles se hacen los símbolos de la grandeza humana. La observancia del sábado nos proporciona una fracción de tiempo durante la cual nos “elevamos” por encima de las presiones que podrían agobiarnos durante la semana.

Dios sabía que también necesitamos tiempo específico para compartirlo con nuestros seres amados, sin ser interrumpidos por los ajetreos cotidianos. Para aquellos familiares que durante la semana se convierten en extraños bajo el mismo techo debido a sus múltiples ocupaciones, el sábado ofrece la oportunidad de renovar lazos de amor y comunicación.

A menudo nos preocupamos tanto por asuntos triviales que nos olvidamos de lo más importante: nuestra relación de seres humanos con Dios. El sábado es un recordativo constante de lo que somos. Nos señala nuestra procedencia e indica quién es nuestro Creador.

1http://www.gnmagazine.org/issues/gn49/restday.htm.2Ver Génesis 2:1–3; Éxodo 20:8-11; Isaías 58:13, 14.


El autor es director de El Centinela

Recargue sus baterías

por Miguel Valdivia
  
Tomado de El Centinela®
de Agosto 2008