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La verdad es un elemento escaso en nuestros días. Los políticos la deforman. Los esposos la ocultan. Los cínicos la descartan y los transgresores la temen. La ciencia nos ha enseñado a desconfiar de todo lo que no puede comprobar, y aunque el método científico de análisis y experimentación ha producido numerosos avances humanos, también ha producido una actitud crítica hacia lo sobrenatural y lo absoluto, y ahora se habla de verdades relativas, “tu verdad” o “mi verdad”.

El tema de la verdad a veces es prohibido porque nos divide y antagoniza. El caso es que cuando se habla de verdades absolutas, o que se aplican universalmente, casi siempre entramos en el campo de las creencias religiosas, un tópico igualmente pedregoso.

En este ambiente de relativismo, incluso la doctrina parece tomar un papel secundario en el proceso del crecimiento espiritual del creyente. Pareciera que muchas personas se unen a las comunidades religiosas donde se sienten bien, o permanecen en la iglesia de sus padres sin un estudio de las creencias que allí se enseñan.

¿Por qué es importante la verdad? ¿Será necesario que nos ocupemos de un tema tan desafiante?

Las palabras de Jesús pueden iluminar esta empresa. Quizá la declaración más conocida sobre el tema de la verdad es la de San Juan 14:6: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí”. Más allá de su hermoso mensaje, esta frase es sumamente problemática en el contexto de la espiritualidad de nuestros días. En efecto establece que hay una sola manera de allegarse a Dios, y es a través de Jesucristo su Hijo.

El Nuevo Testamento presenta a Jesús como el único medio de salvación: El único nombre por el cual podemos ser salvos (Hechos 4:12); el único Mediador entre Dios y los hombres (1 Timoteo 2:5). Estas declaraciones resultan ofensivas para los seguidores de otras religiones como el Islamismo, el budismo, el hinduismo, etc. Pero, en cierto sentido, el que sean verdaderas representa un problema aun mayor para estos religiosos.

Para Jesús, la verdad era el agente de la santificación o desarrollo espiritual de sus seguidores. Por eso, cerca del fin de su ministerio, Jesús oró: “Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo. Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad. Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos” (S. Juan 17:17-20).

En esta oración estamos incluidos usted y yo. Jesús sabía que los sentimientos humanos siempre necesitan los límites impuestos por la dirección divina. A pesar de las preciosas libertades que nos da el libre albedrío, el ser humano necesita dar forma a su vida espiritual dentro del marco de la verdad divina. Así como la indiferencia general produce personas vacías y egoístas, toda doctrina equivocada produce una influencia degradante.

En la primavera de 1993, decenas de seguidores de David Koresh murieron consumidos por el fuego en Waco, Texas. Koresh mostraba un ferviente interés por interpretar porciones proféticas de la Biblia, especialmente la profecía de los siete sellos de Apocalipsis 5-8. Doctrinas equivocadas también llevaron a la muerte a 900 seguidores de Jim Jones en Guyana. Es indudable que errores doctrinales serios que nos hacen fanáticos e insensatos pueden llegar a ser muy peligrosos.

¿Qué en cuanto a las denominaciones reconocidas? ¿Habrá diferencias doctrinales importantes? ¿Habrá tal cosa como una formulación de creencias que sea superior a otra? En la Biblia no solo se acepta tal posibilidad, sino que se destaca el contraste entre la pureza doctrinal y las enseñanzas espúreas de sistemas religiosos de alcance universal. Un pasaje importante en la profecía presenta a una mujer pura, vestida de blanco, que representa a la iglesia de Dios, en definido contraste con una ramera vestida de rojo y sentada sobre un dragón rojo (ver recuadro).

Es bastante fácil deducir que esta última también simboliza un sistema religioso falso que agrupa todos los elementos (creencias, acciones e instituciones y personas) en rebelión contra Dios. El Apocalipsis dedica todo un capítulo (el 18) a la caída de Babilonia, ya no en su forma de mujer impura, sino de ciudad. El versículo 18 del capítulo 17 señala la transición: “Y la mujer que has visto es la gran ciudad que reina sobre los reyes de la tierra”.

Características de la iglesia verdadera

Otro detalle importante del pasaje de Apocalipsis es que existe un “resto de la descendencia de ella [la mujer pura]”. Veamos el texto: “Entonces el dragón se llenó de ira contra la mujer; y se fue a hacer guerra contra el resto de la descendencia de ella, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo” (Apocalipsis 12:17).

Esta es una de varias alusiones a un “resto” o “remanente” que sigue la pureza de la iglesia verdadera.* San Pablo también se refirió a una de las características de la iglesia fiel en sus palabras a su discípulo Timoteo: “Para que . . . sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad” (1 Timoteo 3:15).

Siempre ha sido un desafío para los seguidores de Jesús mantener la pureza ideológica y doctrinal. Jesús advirtió: “Mirad que nadie os engañe . . . Porque se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos” (S. Mateo 24:4, 24).

El apóstol Pablo señaló: “Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño. Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos” (Hechos 20:29, 30). El remanente de Apocalipsis 12 no es otra cosa que las personas que permanecen fieles a Dios y a su verdad durante la gran apostasía o engaño del tiempo del fin (ver 2 Tesalonicenses 2:3, 4, 9, 10).

Hay otras características del pueblo fiel de Dios en el tiempo del fin. Apocalipsis 14 indica que el pueblo de Dios en los últimos días tiene la responsabilidad de proclamar la última amonestación que Dios envía al mundo; representada por el mensaje de tres ángeles (Apocalipsis 14:6-12). Al final del pasaje se incluye otra descripción del remanente: “Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús” (14:12).

Veamos brevemente el significado de este versículo.

1. El pueblo verdadero de Dios tiene la fe de Jesús. Los creyentes fieles en el tiempo del fin tienen una fe similar a la de Jesús. Tienen la misma confianza de Jesús en Dios y la autoridad de las Escrituras. Creen que Jesús es el Mesías de la profecía, el Hijo de Dios, el Salvador del mundo. Esta fe abarca todas las verdades de la Biblia que Jesús creyó y enseñó. Por lo tanto acepta la misión de Jesús de predicar el evangelio a toda la humanidad (ver Apocalipsis 14:6, 7; S. Mateo 24:14; 28:19, 20).

2. Guarda los mandamientos de Dios. Los creyentes genuinos siguen el ejemplo de Jesús. “El que dice que permanece en él –escribió San Juan–, debe andar como él anduvo” (1 Juan 2:6). Al igual que Jesús guardó los mandamientos de su Padre, ellos obedecen los mandamientos de Dios (S. Juan 15:10). Sus obras reflejan su fe. Jesús advirtió: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (S. Mateo 7:21). Los requisitos divinos incluyen los Diez Mandamientos, la inmutable ley moral de Dios (ver Éxodo 20:1-17; S. Mateo 5:17-19; Filipenses 4:13).

3. Tiene el testimonio de Jesús. Apocalipsis define “el testimonio de Jesús” como “el espíritu de la profecía” (19:10). El pueblo de Dios es guiado por el testimonio de Jesús comunicado por medio del don de profecía. Este es uno de varios dones del Espíritu dados a la iglesia para ayudarla a crecer a la “estatura de la plenitud de Cristo” (ver Efesios 4:13). Esto hace que el pueblo de Dios sea un pueblo profético que predica un mensaje profético. La iglesia verdadera de Dios tiene una importante misión de preparar al mundo para el retorno de Cristo.

¿Cuán importante es seguir las doctrinas verdaderas?

Pablo le aconsejó a Tito: “Mas tú enseña conforme a la sana doctrina... Muéstrate dechado de buenas obras: pureza de doctrina, dignidad, palabra sana, intachable” (Tito 2:1, 7-8, Biblia de Jerusalén).

¿Cómo podemos conocer la “sana doctrina”? El Señor Jesucristo nos invita a estudiar a fondo su Palabra (ver S. Juan 5:39); y se nos ha dado la maravillosa promesa de que “el que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo por mi propia cuenta” (S. Juan 7:17). Todavía es importante la verdad. ¿Aceptaremos hoy el desafío de buscarle y seguirle?

*Puede leer referencias al remanente fiel en 2 Crónicas 30:6; Esdras 9:14, 15; Isaías 10:20-22; Jeremías 42:2; Ezequiel 6:8; 14:22.

La iglesia verdadera

por Miguel A. Valdivia
  
Tomado de El Centinela®
de Mayo 2008
  

La mujer pura que representa a la iglesia

“Apareció en el cielo una gran señal: una mujer vestida del sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas. Y estando encinta, clamaba con dolores de parto, en la angustia del alumbramiento” (Apocalipsis 12:1, 2).

La mujer impura que representa la rebelión contra Dios

“Vi a una mujer sentada sobre una bestia escarlata llena de nombres de blasfemia. . . . Y la mujer estaba vestida de púrpura y escarlata, y adornada de oro, de piedras preciosas y de perlas, y tenía en la mano un cáliz de oro lleno de abominaciones y de la inmundicia de su fornicación; y en su frente un nombre escrito, un misterio: BABILONIA LA GRANDE, LA MADRE DE LAS RAMERAS Y DE LAS ABOMINACIONES DE LA TIERRA” (Apocalipsis 17:3-5).


El autor es el director de EL CENTINELA.