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La comunicación es el medio para alcanzar el entendimiento mutuo y una buena interrelación. Constituye el vehículo de expresión de los afectos y las ideas. Contribuye a la cohesión y la armonía conyugal y familiar. Si bien todos reconocemos que la comunicación es central y clave, no siempre resulta fácil aplicarla en forma eficiente y productiva. Pensando en la comunicación con nuestra esposa y nuestros hijos (ver p. 3), aquí presentamos algunas estrategias para la buena comunicación, que abarcan las actitudes previas a la comunicación, y las que se dan durante el proceso.

  • Cultive la disponibilidad para escuchar. Si la esposa quiere hablar, por ejemplo, y el esposo se pone a mirar la televisión o a leer el diario, ciertamente no hay comunicación posible, o ésta se bloquea por esa acción intrusa. Es tan importante el deseo de comunicar como la buena disposición para escuchar. Si queremos enriquecer la vida matrimonial y familiar debemos evitar aquello que nos distrae respecto de las necesidades e intereses de los miembros de la familia.
  • Busque la oportunidad propicia. Está relacionado con lo anterior. Quien está dispuesto a entablar el diálogo tiene que observar si su cónyuge está dispuesto a escuchar. Quizá no se encuentra en el mejor estado de ánimo o hay otras personas presentes que interfieren, o está por salir o muy ocupado en cosas impostergables. Hay que buscar o crear la atmósfera propicia para que la comunicación pueda realizarse de forma adecuada sin elementos extraños o circunstancias perturbadoras.
  • No interprete, entienda. Frecuentemente se adopta una actitud crítica, juzgadora o de sacar conclusiones apresuradas sin antes haber entendido claramente lo que intenta comunicar la otra parte. Lo que ayuda a la buena comunicación es vaciarse momentáneamente de ideas previas o prejuicios, haciendo un esfuerzo por captar el significado del mensaje.
  • Trate de comprender según la perspectiva del otro. Es muy importante desarrollar la habilidad de percibir las cosas según la perspectiva de la pareja, es decir, comprender según sus ideas y manera de sentir. Esta capacidad se denomina empatía. Si bien la voluntad de empatizar favorece la comunicación en toda circunstancia, el impacto es todavía mas significativo cuando se realiza en momentos en que el otro está experimentando dolor, pena, angustia o alguna otra vivencia amarga. Llegar en esas circunstancias adversas con una actitud comprensiva y solidaria (“Dime lo que te pasa querida/o”) contribuye grandemente a la unidad y a la comunicación íntima con el cónyuge.
  • Céntrese en el “aquí y ahora”. La persona anclada en el pasado o pendiente del futuro se incapacita para gozar de la vida y desarrollar una comunicación positiva. “Me vive pasando facturas”, confesaba un esposo, refiriéndose a la tendencia de la esposa de recordar continuamente ciertas faltas (infidelidades) cometidas tiempo atrás. No debemos ser históricos, trayendo permanentemente situaciones del pasado. Asumir conductas como culpar, desconfiar, dudar u otras formas de descalificación del otro, deteriora seriamente la relación.
  • Vea con “ojos nuevos”. No se deje llevar por los esquemas rígidos y endurecidos de la rutina. Atrévase, rompa la rutina. Reconozca los logros, por pequeños que sean. Destaque lo nuevo y positivo antes que las actitudes molestas y reiteradas. Perciba el cambio sobre la reincidencia del mal. La verdad es que nunca somos iguales, siempre estamos en proceso de cambio. Es importante reconocer esa condición transformadora de la existencia con un sentido de esperanza; de alentar y aun elogiar cuando se logran los resultados esperados.

El autor es redactor de la revista EL CENTINELA

La buena comunicación

por Ricardo Bentancur
  
Tomado de El Centinela®
de Mayo 2008