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“La droga pertenece al diablo, pues provoca la letargia, el estancamiento, la pasividad, el servilismo...”—Thomas Mann (1999, p. 130).1

El cenagoso terreno de la adicción

Agustina (38 años) fue traída a consulta por su esposo porque había descubierto que su mujer tenía cuentas siderales en diferentes tiendas de ropas femeninas y zapaterías. “¡Esta mujer está enferma! Vive comprando de todo”. Agustina reconoció que era cierto: “Cada vez que salgo me compro alguna cosita”. Padecía una compulsión irresistible a comprar. Enrique (27 años) llamó a nuestro teléfono de ayuda para confesarnos que todos los días miraba pornografía por Internet y se masturbaba. Adriana (23 años) chocó violentamente contra un árbol porque estaba drogada y alcoholizada, reconociendo que necesitaba tratamiento para superar sus adicciones. En Las Vegas se puede observar a miles de personas en los famosos casinos que mueven las palancas de las tragamonedas con el afán irresistible de ganar. En los centros de entretenimiento se encuentran decenas de adolescentes moviendo frenéticamente botones y manivelas, gastando alegremente tiempo y dinero. ¿Qué tienen de común todos estos casos? Un tipo de comportamiento que se llama conducta adictiva.

En la aldea global existen 1.100 millones de fumadores de los 6.600 millones de personas que habitamos el planeta. De persistir la tendencia de consumo actual, se estima que 500 millones de personas morirán a causa del cigarrillo. Un informe de la OMS (1997) sostiene que para el 2024 el tabaquismo será la principal causa de muerte, y habrá extinguido 146 millones de vidas.2 Esta cifra supera al total de las muertes producidas por el SIDA, los accidentes de tránsito y la tuberculosis.

Otra modalidad muy usual de dependencia es el alcoholismo. En los países occidentales entre el 80 y el 90 por ciento de la población adulta bebe regularmente; entre el 15 y el 20 por ciento toma en exceso; y se estima que entre un 5 y 10 por ciento son enfermos etílicos.3 Como es sabido, el alcoholismo consume el presupuesto de la familia, traumatiza a los niños, gesta débiles mentales, además de generar otras perturbaciones sociales como los accidentes automovilísticos (el alcohol está presente en casi un 65 por ciento de los accidentes de tránsito) y el aumento de la criminalidad.

Hay quienes prefieren la adicción a las pastillas de psicofármacos, bajo la forma de los ansiolíticos o los antidepresivos. Por ejemplo, en los Estados Unidos el 5,8 por ciento de la población consume benzodiacepinas,4 una de las drogas ansiolítica más conocidas; en tanto, en Australia, la consume el 10,6 por ciento.5 En otros países, como la Argentina, el 15,5 por ciento de la población general consume algún tipo de psicofármaco. Incluso el 29,4 por ciento ha consumido algún psicofármaco alguna vez en la vida; es decir, casi una persona de cada tres.6

¿Gratificación o autodestrucción?

Hay muchos comportamientos gratificantes que no son adictivos. Imagine que vuelve de trabajar y se sienta en su sofá favorito con una buena música de fondo en compañía de un amigo. Seguramente se sentirá muy bien, y pensará que es una conducta que merece repetirse. Yacer en el sofá con música de fondo y buena compañía no es una conducta adictiva, porque no genera dependencia y su práctica no invade otras áreas de la vida. Por el contrario, la conducta adictiva va asociada a dependencia y a falta de control sobre ella, conduciendo a una práctica compulsiva y reiterada. Es un comportamiento que produce una gratificación inmediata o alivia un malestar, pero cuando se interrumpe, surgen cambios emocionales y físicos desagradables que obligan a volver a realizarlos. Así, el adicto se convierte en un ser insaciable de alguna sustancia o de la realización de un determinado acto. La cantidad y la frecuencia de la adicción aumentan con la práctica. Cuando la persona se da cuenta que esa conducta no es capaz de ser controlada, suele intentar eliminarla, pero ante el fracaso recae nuevamente.

El principal problema de las drogas no es la delincuencia que genera, sino sus letales secuelas de envilecimiento y degradación del adicto, que lo llevan a padecer un gran vacío e insatisfacción consigo mismo.

La droga como desafío

A menudo, el consumo de alcohol es exaltado como un reto que convierte el abuso en un falso valor. Son conocidos los torneos de resistencia o “maratones alcohólicas”, organizados para comprobar quién ingiere mayor cantidad de bebida. ¡Qué extraña paradoja es la de convertir en desafío un poder autodestructivo! Los auténticos desafíos son los que promueven la vida y no la muerte, los que glorifican y engrandecen la existencia, no los que la aniquilan o quebrantan. Ésta es la diferencia entre el gesto bravucón y el acto auténtico de luchar por alcanzar un nivel superior de dignidad y excelencia. Precisamente, esa es la propuesta que extendemos al lector: enfrentar la plaga de las conductas adictivas con la voluntad de la superación.

Quienes están bajo el efecto de alguna droga olvidan sus problemas y viajan en las alas de la fantasía. Pero cuando despiertan, la realidad los asalta con su avalancha de calamidades. Lo importante es saber que la mejor forma de “volar” no es con alas frágiles, como las de Ícaro, aquel personaje de la mitología griega cuyas alas de cera se le derritieron por volar demasiado cerca del sol. Hay que desconfiar de un combustible que deteriora progresivamente la real capacidad para elevarse y ser creativo. Hay que volar con las alas de la razón, la fe y la voluntad.

Uno de nuestros pacientes alcohólicos respondía a la pregunta de cómo iba a hacer para sostener la abstinencia haciendo alusión a la consigna de la bandera chilena: “Por la razón o por la fuerza”. Luego de reflexionar mejor, sugirió: “Por la fuerza de la razón”. Le propusimos una nueva revisión de su consigna: “Por la fuerza de la fe o con la ayuda de Dios”. Alcohólicos Anónimos, la organización con más experiencia en alcoholismo en el mundo, ha descubierto que si la persona no busca la ayuda del Todopoderoso es muy difícil superar la adicción. Esta convicción está incluida en varios de las famosos 12 pasos del tratamiento. Precisamente, el paso 7 declara: “Humildemente le pedimos a Dios que nos libere de nuestros defectos”. Ese paso es decisivo para lograr renacer a una nueva vida, libre de conductas esclavizantes.

Referencias bibliográficas

1Thomas Mann, La montaña mágica (Unidad Editorial, Madrid, 1999; tomo 1)
2Organización Mundial de la Salud. “Consecuencias del tabaco para la salud. Serie de informes técnicos (1997). Ver también por Internet: Tobacco Bulletin Board System, www.tobacco.org.
3J. M. Wallace, T. A. Forman, B. J. Guthrie, J. G. Bachman, P. M. O´Malley y L. D. Johnston, “The epidemiology of alcohol, tobacco and other drug use among black youth”. Journal of Studies on Alcohol (noviembre de 1999, pp. 800-809).
4J. C. Galduróz, A. R. Noto, S. A. Nappo, y E. A. Carlini, “Household survey on drug abuse in Brazil: Study involving the 107 major cities of the country—2001”. Addictive Behaviors, 2005, pp. 545-556.
5R. Goldney y M. Bain, “Prevalence of psychotropic use in a South Australian population”, Australasian Psychiatry (diciembre de 2006, tomo 14, pp. 379-383).
6E. Leiderman, “Consumo de psicofármacos en la población general de la ciudad de Buenos Aires”. Vertex, Revista Argentina de Psiquiatría (2006)
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Cómo superar la conducta adictiva

por Mario Pereyra
  
Tomado de El Centinela®
de Abril 2008
  

¿Se puede saber si alguien es drogadicto?


Es difícil determinar si alguien se está drogando cuando no existen signos o síntomas específicos. Pero ciertas actitudes pueden dar pistas a las personas cercanas a un adicto. Ellas son:

  • Impaciencia.
  • Ocultamiento.
  • Mentiras.
  • Ojos rojos y pupilas dilatadas.
  • Ausencias y tardanzas frecuentes.
  • Problemas laborales.
  • Irritabilidad.

¿Hay personas más predispuestas a las adicciones?


Sí, son las personalidad borderline o fronterizas. Se caracterizan por la inestabilidad emocional y la impulsividad. Para definir esta forma de personalidad hay que tener en cuenta por lo menos cinco de los siguientes factores:

  1. Temor real o imaginario a ser abandonado.
  2. Relaciones interpersonales inestables y de fuerte intensidad, que van desde la idealización o admiración del otro hasta su total descalificación y rechazo.
  3. Problemas serios de identidad. Percibiéndose como un ser grandioso o desvalorizándose totalmente.
  4. Impulsividad. Cometer excesos que pueden ser dañinos para la propia persona.
  5. Tener frecuentemente ideas o conductas autodestructivas, como intentos de suicidio o actos de autoagresión física.
  6. Padecer estados de ánimo extremos y muy intensos; por ejemplo, pasar de la depresión a la irritabilidad o a mucha ansiedad.
  7. Manifestar sentimientos crónicos de vacío y falta de sentido de la vida.
  8. Airarse o violentarse injustificadamente; mostrar mal genio y enfado constante.
  9. Tener fuertes ideas de persecución bajo mucho estrés.