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CONFIESO que me gusta limpiar la cocina después de comer. A mi esposa le encanta cocinar, lo que resulta muy bueno, porque de otra manera yo me moriría de hambre. Prefiero limpiar.

Una de las cosas que me gustan es frotar las ollas con limpiador en polvo. Cuando termino, puedo admirar su limpieza y su nuevo brillo. Luego me toca el lavabo, que puede acumular bastante espuma sucia para cuando termino de fregar. Pero un buen espolvoreo del limpiador y un tanto de movimiento enérgico de los brazos deja el lavabo casi tan brillante como los calderos.

El limpiador de Dios

Esto me trae al tema del limpiador divino del alma. ¿No sabía usted que Dios tiene un limpiador para el alma? Así es, se llama “perdón”. Por ejemplo, 1 Juan 1:9 dice: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”.

En primer lugar debemos señalar que el pecado es cualquier acto o actitud que nos separa de Dios y atenta contra su voluntad de amor. La Biblia dice que el pecado es “infracción de la ley” (1 Juan 3:4), de ahí que los Diez Mandamientos son un termómetro que muestra nuestra condición espiritual y nos dice si estamos viviendo según el plan de Dios.

El libro de Hebreos, un libro que a muchos resulta complejo, contiene nuevas maravillosas para el creyente. En efecto, el concepto de “limpieza” es uno de los temas principales de Hebreos, y se presenta la sangre de Cristo como un agente limpiador: “¿Cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?” (Hebreos 9:14). La sangre de Cristo es una referencia a su muerte en la cruz. Porque Jesús murió, podemos ser perdonados de nuestros pecados.

Los seres humanos tenemos un sentido subyacente de vergüenza y de culpa. Nos sentimos sucios, pecaminosos y malos. Durante milenios, los seguidores de todas las religiones han ofrecido todo tipo de sacrificio como un esfuerzo por expiar sus pecados: Dinero, frutos de sus cosechas, animales, tiempo, la lista es interminable. En los tiempos antiguos la gente sacrificaba animales y a veces hasta sus propios hijos para sentirse bien consigo mismo.

No me malentienda, no está mal que usted y yo nos sacrifiquemos alguna vez por apoyar a una iglesia, religión u organización caritativa con nuestro tiempo y/o dinero. Estas organizaciones necesitan todo el apoyo posible para cumplir su misión de hacer el bien en el mundo. Pero si usted contribuye para librarse de su sentido de culpa y vergüenza, cualquier efecto de bienestar será temporero. El autor de Hebreos lo dice sucintamente: “porque la sangre de los toros y de los machos cabríos [o sea, los sacrificios de confección humana] no puede quitar los pecados” (Hebreos 10:4). También es imposible librarse de los sentimientos de culpabilidad por medio de donaciones de tiempo y dinero.

¡Únicamente el sacrificio de Cristo en la cruz puede limpiar su conciencia de la culpa que siente por sus pecados!

¿Cómo funciona todo esto?

¿Habrá algo que usted puede hacer para que la limpieza efectuada por Cristo sea una realidad en su vida? La respuesta es sí. Muchas personas le dirán que todo lo que tiene que hacer es aceptar a Jesús como su Salvador. ¡Por supuesto que debe aceptar a Jesús como su Salvador! Esto es básico.

Pero piense en lo siguiente: Su culpa fue causada por sus malas acciones. Sería entonces extraño que usted acepte a Jesús como su Salvador y continúe haciendo las cosas que le hicieron sentirse culpable. El apóstol Pablo señaló: “¿Qué, pues? ¿Pecaremos, porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia?” y él mismo respondió su pregunta: “En ninguna manera” (Romanos 6:15).

No quiero decir que Dios espera que usted conquiste todos sus pecados antes de aceptarlo y salvarlo. Pero él desea que usted considere el pecado con la misma seriedad que él lo hace. Y una de las maneras en que usted demuestra esto es confesando sus pecados.

Si su pecado fue contra Dios, entonces confiéselo a él. Si sus palabras o acciones perjudicaron a otro ser humano, debiera confesarlas a dicha persona, y si le causó pérdidas a ella o a su propiedad, debe hacer la restitución apropiada. Entonces puede pedirle perdón a Dios con la plena certeza de que lo perdonará.

Le puedo decir a partir de mi experiencia personal que la confesión a Dios y a las personas que he perjudicado produce una agradable sensación de libertad de la culpa y la vergüenza. Si usted está sufriendo por la falta de paz mental, pídale a Dios que perdone los pecados específicos que usted sabe que ha cometido, y si es necesario, confiese sus faltas y restituya los daños causados a otras personas. Entonces pídale a Jesús que entre a su corazón y haga su parte de limpiar su conciencia de culpa.

También es importante comprometerse a vencer sus pecados. No tiene sentido pedirle a Dios que lo perdone y seguir haciendo las cosas equivocadas sin la mínima intención de cambiar. Pero tampoco espere cambiar para luego acercarse a Dios. Él es quien nos da las fuerzas para vencer las tendencias hacia el pecado. Lo que él pide, es que usted se coloque de su parte en el conflicto contra el mal. Él estará más que dispuesto a ayudarlo.

El plan divino para limpiar su alma incluye tanto el perdón como la ayuda para vencer el pecado. ¡Cuando usted se coloca de parte de Dios y permite que él obre en su vida, verá cuán maravilloso es sentirse limpio y reluciente!


Marvin Moore es el director de Signs of the Times.

El Limpiador Divino del Alma

por Marvin Moore
  
Tomado de El Centinela®
de Marzo 2006