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Los naipes, la lotería, las apuestas, los lujosos casinos, producen desgracias y adicciones que son una terrible maldición para millones.

“Me llamo Pablo y soy un jugador compulsivo, han pasado 40 días desde que hice mi última apuesta. Hace 40 días no sabía que era un jugador compulsivo; sin embargo, cuando mi jefe me confrontó por fraude finalmente acepté que soy y que siempre seré un jugador compulsivo. Ahora asisto a reuniones de Jugadores Anónimos y asistiré mientras pueda. He perdido una gran carrera... poco a poco estoy perdiendo todo lo que logré con mucho trabajo, excepto a mi esposa y mis dos hijos. Mi padre no me habla desde que todo esto ocurrió y mi hermana mayor hará todo lo que pueda por ayudar a mi esposa y mis hijos, pero no quiere nada conmigo y yo no la culpo.

“El caso es que los juegos de azar se apoderaron de mí y arruinaron mi vida y la de mis seres queridos. Es una adicción insidiosa; uno llega a hacer cosas que no haría una persona racional. Uno no piensa en las consecuencias y yo les aseguro que son muy serias, al menos en mi caso”.1

Desafortunadamente, Pablo no está solo. Para más de diez millones de norteamericanos y decenas de millones de habitantes de otros países, los juegos de azar son un problema grave; para un tercio aproximadamente de esos millones, la compulsión es tan poderosa que los científicos la clasifican como patológica, una condición relacionada con el abuso de drogas, la depresión y la conducta antisocial. Los jugadores patológicos tienden a abusar del alcohol, a ausentarse del trabajo y a cometer fraude o desfalco. También hay una fuerte relación entre el jugador compulsivo y el suicidio.2

Desafortunadamente, los defensores de los juegos de azar legales abogan que éstos representan otro riesgo más en una vida que es en esencia “un juego de azar”. Así como el resto de la vida está lleno de incertidumbres (cruzar la calle, invertir en la bolsa de valores, subir a un avión), jugar en un casino o apostarle a un equipo deportivo es otra manera de reconocer la calidad incierta de las cosas y esperar lo mejor.

Los juegos de azar no son cosa de juego

Aunque la mayoría de los deportes importantes tienen conexiones con los juegos de azar, éstos no son un juego. Se trata de un negocio “serio” que tiene millones de adherentes y poderosos defensores. Se calcula que los norteamericanos gastan tanto como 550 mil millones de dólares al año en juegos de azar legales. En las loterías sancionadas por los gobiernos estatales se gastan cerca de 88 millones de dólares por día. En 2000, los juegos de azar por Internet produjeron 2,2 mil millones de dólares en entradas a nivel mundial, comparado con 300 millones en 1997. Según algunos, las apuestas por Internet podrían ascender a los 100 mil millones de dólares en 2006.3

Si se consideran las consecuencias de los juegos de azar para el que los practica y su familia, se trata de un problema social de alta envergadura. ¿Debiéramos entonces tolerarlos con algunas restricciones?

Los juegos de azar no son inocentes

Yo me opongo a los juegos de azar en varios niveles. No se trata de una actividad inocente; muchas personas son perjudicadas y el anzuelo de una fortuna fácil afecta desproporcionalmente a los pobres. Al igual que sucede con las bebidas alcohólicas y el tabaco, las enormes ganancias que generan opacan la evidencia que los condena.

Además, los juegos de azar funcionan sobre la base del engaño, ya sea abierto o disimulado. No señalan las posibilidades minúsculas de ganar. Los casinos no tienen relojes ni ventanas para ocultar el paso del tiempo, y muchos sospechan que las máquinas tragamonedas pueden estar programadas para que la persona “casi gane” y siga entusiasmada.

Pero el problema con los juegos de azar es más profundo. Considere estos factores:

  1. Promete ganancias fáciles. Hay muy poco esfuerzo en los juegos de azar. La persona es motivada por la posibilidad de llegar a ser rica en base a la suerte. En una clara oposición a esto, la Biblia enseña que debemos invertir nuestro tiempo y energía en labores que suplan nuestras necesidades y las de nuestra familia. “El que labra su tierra se saciará de pan; mas el que sigue a los vagabundos es falto de entendimiento” (Proverbios 12:11). El apóstol Pablo expresa la enseñanza de las Escrituras respecto del trabajo: “Porque también cuando estábamos con vosotros, os ordenábamos esto: Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma” (2 Tesalonicenses 3:10).
  2. Explota a los pobres. Los juegos de azar dependen de las pérdidas de muchos para el beneficio de uno. Muchas veces estos muchos son los más pobres. Para las personas en estrecheces económicas, los juegos de azar proveen una falsa esperanza que a veces impide que se den pasos positivos en busca de soluciones. Esta expectativa de un giro milagroso mantiene a muchos en el camino de la irresponsabilidad financiera.
  3. Los juegos de azar malgastan los recursos que Dios nos ha dado. La Biblia nos dice que somos mayordomos de la creación de Dios. “De Jehová es la tierra y su plenitud; el mundo, y los que en él habitan” (Salmo 24:1). Jesús enseñó que seremos llamados a cuenta como siervos de Dios (ver S. Mateo 25:14-30). Si los miles de millones de dólares que se gastan en los juegos de azar se emplearan para el beneficio de los pobres –en mejoras educativas o la prevención de enfermedades, por ejemplo—la sociedad sería mucho más beneficiada.
  4. Los juegos de azar se fundamentan en la codicia. Se podría decir que son un intento por obtener los recursos de otros, sin proveer nada de valor real a cambio. En una sociedad que valora las posesiones sobre todo lo demás, no es de extrañar que las personas tomen atajos para obtenerlas. El décimo mandamiento prohíbe que los creyentes codicien las posesiones de otros (ver Éxodo 20:17), y San Pablo habló contra el peligro de la codicia cuando escribió: “Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores” (1 Timoteo 6:9, 10).

    Finalmente, los juegos de azar se oponen al principio de la confianza en Dios. Son motivados por nuestro descontento con nuestras bendiciones materiales, y nos llevan a confiar en otras fuentes en directa oposición a la manera en que Dios provee lo que necesitamos.

¿Qué debiéramos hacer respecto de los juegos de azar?

Debemos evitarlos nosotros y advertirles a otros acerca de sus riesgos.

No debiéramos apoyar a personas o leyes que propicien los juegos de azar.

Debiéramos preocuparnos por aquellos que han llegado a ser adictos a los juegos de azar. Debido a que la adicción le roba a la persona la facultad de cambiar su conducta, es casi imposible vencerla sin ayuda externa. Los Jugadores Anónimos es un recurso sólido para la terapia en grupos, y hay consejeros certificados en muchas ciudades. Puede buscar información en los Servicios de Salud de su localidad.4 Uno de mis versículos favoritos desde la infancia resulta especialmente apropiado para enfrentar la compulsión de los juegos de azar o cualquier otra actividad adictiva: “Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas” (Proverbios 3:5, 6).

1 Ban Yourself. 2 Ver National Council on Problem Gambling. 3 Ryan D. Hammer, “Does Internet Gambling Strengthen the U.S. Economy? Don't Bet On It,” Federal Communications Law Journal 54, December 2001. 4 Para buscar ayuda para usted mismo o para alguien que conoce, puede llamar en inglés a National Problem Gambling Helpline al 800-522-4700 en los Estados Unidos, o visite su sitio en Internet: National Council on Problem Gambling. Hay otros recursos en Internet. Ver, por ejemplo, Ágora Marianista.


El autor es director de El Centinela.

¿Son tan malos los juegos de azar?

por Miguel Valdivia
  
Tomado de El Centinela®
de Marzo 2006