Una niña de cinco años volvía caminando felizmente de la escuela a su casa en un vecindario tranquilo de California en 1974. Después de cruzar una intersección con semáforos, coincidió en la esquina con un joven que vestía ropa típica de la época, con pantalones de bocamangas anchos y camisa de cuellos largos. Su melena oscura y cigarrillo en mano no perturbaron a la niña, y se inició una conversación entre los dos.

Usando a la niña de confidente, el joven le contó un “secreto”: le contó que le gustaba exhibirse sin ropa. La invitó a presenciar su acto, pero como había muchos automóviles que pasaban por la calle, se colocó entre dos arbustos y le pidió a la niña que le avisara cada vez que estuviera por pasar uno. Ella se negó, y comenzó a decirle firmemente que necesitaba llegar a su casa porque su mamá la esperaba.

La voz del joven cambió de amable a tener un tono de mando. Le propuso a la niña que se fuera con él para que pudieran llegar a ser buenos amigos. La niña caminó apresuradamente hacia su casa mientras el joven la seguía, intentando persuadirla que se fuera con él.

Al verla venir, su mamá salió a recibirla, atemorizada por el extraño, y le dijo al joven que llamaría a la policía, a lo que el joven se retiró rápidamente. Cuando llegó la policía, comentaron que la niña había sido muy afortunada, porque se habían reportado muchos casos de niños desaparecidos en la zona. Esa niña era yo.

El 25 de mayo fue separado desde 1983 como el Día Internacional de los Niños Desaparecidos. El presidente estadounidense Ronald Reagan lo instauró en honor a Etan Patz, un niño de 6 años que desapareció en una esquina de un barrio en Nueva York en 1979. Cada año un promedio de medio millón de niños son reportados desaparecidos. La mayoría de los casos son resueltos y los niños son devueltos a sus familias. Pero, lamentablemente, otros aparecen muertos o nunca más aparecen.

Como maestra, siempre tuve mucha precaución de que mis alumnos estuvieran seguros. Durante el día escolar siempre estaban bajo la supervisión de un adulto responsable. Pero a la salida de la escuela era cuando más los cuidaba, mientras sus padres los recogían. Un día, durante la salida, un padre me distrajo con una pregunta importante acerca de su hijo. Después de contestarle, volví los ojos para supervisar a mis alumnos. Pronto me di cuenta de que Elisa, una niña de 7 años a la que le proveía transporte, había desaparecido. Entre todas las maestras comenzamos a buscarla por todo el edificio, pero no podíamos encontrarla. ¡Nunca sentí tanta angustia como en ese momento! Oré fervorosamente, llamé a la policía, y finalmente hice la llamada más difícil: a la madre de Elisa, que salió hacia la escuela. Pronto llegaron nueve oficiales que confirmaron no encontrar rastros de Elisa.

Mi rostro demostraba la angustia que sentía cuando un policía se me acercó y firmemente me pidió que escribiera un reporte detallado del incidente. Al escribir, recordé que Elisa me había mencionado que planeaba ir a la casa de una compañera de clases para conocer a su conejito. En ese momento exclamé: “¡Creo que sé dónde está Elisa!” Llamé a la mamá de la compañerita de clases y descubrí que allí estaba Elisa, sana y salva. Su capacidad de convicción le permitió persuadir a alguien para que la llevasen sin permiso mientras yo estaba distraída un minuto.

Este accidente tuvo un final feliz, pero otros quizá no lo tengan. Los adultos responsables deben poder contestar la pregunt ¿dónde están los niños? en todo momento, y deben orar para que “el ángel de Jehová acampe alrededor [de ellos] y los defienda” (Salmo 34:7). Los niños merecen sentirse seguros en un mundo de incertidumbre.

Consejos para cuidar a los niños

Hay varias cosas que podemos tener en cuenta para contribuir a la seguridad de nuestros niños, aun rodeados de tantas amenazas. La prevención es la medida más importante que todos podemos poner en práctica.

  • Seguridad al salir de la escuela. Es importante cerciorarse de que la escuela o el centro de cuidado tenga una práctica segura para fijar quiénes están autorizados para recoger a los niños. Si los niños caminan hasta la casa, deben practicar cómo responder a situaciones que parezcan peligrosas. Deben estar alertas y saber decir que “no” y caminar rápido cuando un desconocido procure persuadirlo mediante algún regalo o propuesta interesante.
  • Estar preparados. Enseñar a los niños a que memoricen su dirección, el número de teléfono de un adulto responsable y cómo marcar el número de emergencias (911). Cada familia debe tener un archivo de información de todos los niños en la casa, que incluya una foto y datos actualizados con la edad, la altura y el peso.
  • Mantener los niños a la vista. La tendencia a ser curiosos es típica en los niños. Por eso, al salir a un parque, a un centro comercial o a un hospital es importante no perder a los niños de vista. Cuando un niño se pierde, nunca es su culpa. Los adultos tienen la responsabilidad de protegerlos y garantizarles una niñez segura.

Patricia Schmidt Costa es doctora en Educación y escribe desde Louisiana, donde vive con su esposo y sus perritos pequeños.

¿Dónde están los niños?

por Patricia Costa
  
Tomado de El Centinela®
de Diciembre 2024