Todos nosotros en algún momento de nuestra vida nos hemos enfermado. La pregunta en relación con la actividad física es ¿Debo ejercitarme y sudar cuando me siento enfermo, o mejor me quedo reposando? Tal vez esta pregunta haya pasado por su mente en tales circunstancias, pues también ha pasado por la mía. Estos son unos principios útiles sobre la enfermedad y el ejercicio.

El sistema inmunológico: nuestro defensor. Todos los días somos atacados por virus, hongos, parásitos y bacterias, lo que, en algunos casos, puede llegar a debilitar el organismo. Lo bueno es que Dios dotó a nuestro cuerpo con un sistema inmunológico que nos defiende de esos ataques. Sin este asombroso y eficaz recurso, nuestra vida sería muy breve. Ante la mayoría de los ataques, el sistema inmunológico logra defender el cuerpo, y cuanto más fuerte esté este sistema, mejor. Sin embargo, de vez en cuando el ataque microbiológico vence al sistema inmunológico, y entonces nos enfermamos.

El sistema inmunológico se fortalece mediante la buena nutrición, el ejercicio regular, un sueño adecuado y reparador, la exposición al sol, y con una actitud positiva y optimista; y se debilita con el estrés y los pensamientos negativos, y la falta de los otros factores mencionados. Cuando estamos enfermos, el sistema inmunológico está desafiado a funcionar al máximo a fin de contrarrestar los efectos de la enfermedad y restaurar la condición de salud.

¿Debería ejercitarme cuando estoy enfermo?

No es lo mismo “hacer ejercicio” que hace “movimiento físico”. Cuando se practica una rutina de ejercicios estructurada que exige una respiración profunda y mucho esfuerzo, lo que produce una transpiración abundante, esto desata una respuesta estresante en el cuerpo. En estado sano el cuerpo puede adaptarse sin complicaciones al estrés. Es esta adaptación progresiva lo que contribuye a fortalecer y vigorizar el organismo. Pero cuando sobreviene la enfermedad, al sistema inmunológico se le dificulta manejar el estrés producto de una rutina exigente.

Tal quebrantamiento de la salud tampoco debiera ser excusa para quedarse en el sillón mirando televisión. Una caminata ligera al aire libre y un poco de sol le hará bien. Está demostrado que esto aumenta la inmunidad. Lo más importante es que usted sea su propio médico y tome la decisión, porque para algunos el ejercicio leve puede ser favorable y para otros no.

En mi experiencia como entrenador deportivo, he visto las dos caras de la moneda. Unos pueden caminar sin complicaciones mientras estén enfermos, mientras que otros prefieren reposar. Le sugiero que se deje guiar por los síntomas. Si puede combinar una breve y suave caminata con su salud quebrantada, dele gracias a Dios; si eso no es posible, espere hasta que su cuerpo le indique cuándo es tiempo de moverse. Sobre todo, recuerde estas palabras alentadoras: “Yo soy Jehová tu sanador” (Éxodo 15:26).

El autor es nutricionista y entrenador personal. Escribe desde Seattle, Washington.

Muévete: ¿Debo ejercitarme cuando estoy enfermo?

por Oscar Santana
  
Tomado de El Centinela®
de Diciembre 2024