Todo contenido bíblico, toda experiencia religiosa, todo conocimiento espiritual tiene un solo fundamento: la encarnación del Verbo de Dios que se hizo carne para habitar entre nosotros (ver San Juan 1:14). Por lo tanto, todo contenido espiritual que emerja de la celebración de la Navidad tiene este único fundamento.
Ningún ojo creado puede discernir las profundidades de Dios. Tratar de explicar la encarnación de Dios en la persona de un bebé, que la Biblia llama Emanuel, Dios con nosotros (S. Mateo 1:23), es correr el riesgo de meternos en una confusión enorme, entrar en absurdos y contradicciones laberínticas en las que podemos quedar atrapados.
Entonces, ¿qué vocación extraña nos impulsa a celebrar lo que los ojos humanos no pueden ver? En la Biblia leemos “Indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne” (1 Timoteo 3:16). ¡El amor del Padre en nuestros corazones abre los ojos del entendimiento para aceptar y celebrar la venida del Hijo de Dios al mundo!
¿No es acaso el amor de Dios lo que nos eleva a buscarlo, a procurar entender lo que a la vista divina es una revelación? De esto se trata la encarnación, y por lo tanto la Navidad: “Dios se ha manifestado” (Tito 2:11). Es decir, se ha revelado. El Padre se ha acercado a la humanidad a través del Hijo para que podamos conocerlo y así entablar una relación personal con él.
La Navidad es un hecho exclusivamente cristiano, como único también es el hecho de que solo Cristo, el Hijo, revela a Dios como un Padre, ¡como un Amigo! Escuchemos las palabras de Jesús: “Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer” (S. Juan 15:15).
Todas las religiones y filosofías intentan conocer la voluntad oculta de Dios para obedecerla, y esperar, en consecuencia, bendiciones o maldiciones. Pero solo Cristo nos dice que Dios es un Padre, cuya voluntad conocemos a través del Hijo.
En esta Navidad, recuerda que el Padre quiere ser tu Amigo.
El autor es director de la revista El Centinela.