Le has pedido a Dios una “señal” para tomar una decisión crucial en tu vida?
En una noche serena, un poderoso ángel sorprendió a los pastores de Belén con una solemne “señal” del nacimiento de Jesús que cambió sus vidas para siempre.
La palabra “Navidad” no aparece en los evangelios, que registran el nacimiento de Cristo pero no su fecha. La Navidad es celebrada por creyentes y no creyentes. Algunos la observan con un matiz secular, comercial o pagano, otros recuerdan durante esta festividad el mensaje de la historia de Belén. Muchos experimentan en ese día sentimientos de nostalgia o tristeza por la separación o la pérdida de familiares, ya que la temporada de Navidad es propicia para unir y reunir a la familia.
Del cielo al pesebre
El pecado fue introducido en el mundo por Satanás, y Dios debía resolverlo personalmente. El plan se gestó en el cielo: “Pero tú, Belén Efrata, pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel; y sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad” (Miqueas 5:2). Para esto, un Ser divino se haría carne, y en el futuro tendría el título de Hijo. La Escritura dice: “Yo seré a él Padre, y él me será a mí hijo” (Hebreos 1:5). Ningún verdadero padre le diría a su propio hijo, “yo seré tu papá”.
“¿Quién subió al cielo, y descendió? ¿Quién encerró los vientos en sus puños? ¿Quién ató las aguas en un paño? ¿Quién afirmó todos los términos de la tierra? ¿Cuál es su nombre, y el nombre de su hijo, si sabes?” (Proverbios 30:4). La encarnación es un misterio para nuestra mente finita. Este misterio no puede ser explicado por la ciencia humana, sino por la Biblia, y es percibido por la fe.
Del pesebre a la cruz
“Había pastores en la misma región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño. Y he aquí, se les presentó un ángel del Señor, y la gloria del Señor los rodeó de resplandor; y tuvieron gran temor. Pero el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor. Esto os servirá de señal: Hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre.” (S. Lucas 2:8-12).
Mientras los sabios de Oriente buscaron a Jesús, guiados por una estrella (S. Mateo 2:2), los pastorcillos eran conducidos de otra manera. No hubo cetro, ni corona, ni mantos reales para distinguirlo entre muchos bebés; su ropa humilde sería la manera de identificarlo.
Este era el único recién nacido de Belén que por cuna tenía un pesebre y por colchón la paja del establo: una familia pobre, sin la fiestecita del nacimiento a la usanza moderna, con un pesebre prestado y poca ropa para vestirlo. Jesús estaba ahí, envuelto en pañales, como si así se anticipase que sería despojado de sus ropas camino al Calvario.
Este vestuario del Rey del universo no sería dudoso, sino el distintivo que apaciguaría cualquier incertidumbre. “Pero el ángel debía prepararlos para reconocer a su Salvador en la pobreza y humillación. ‘Esto os será por señal —les dijo—: hallaréis al niño envuelto en pañales, echado en un pesebre’ ”.*
Los valores de la encarnación de Cristo se destacan al ponderar su riqueza, significado, y aplicación. Las flores tienen una hermosura intrínseca. El jarrón no adorna, solo las sostiene. Ellas están presentes en las bienvenidas, despedidas y reconciliaciones, en la expresión de amor o sobre un frío ataúd. De la misma manera, no es el establo ni el pesebre lo que embellece la Navidad sino la persona de Jesús, cual la perla entre la ostra, o el lirio de los valles y la rosa de Sarón que adornan el desierto lo mismo que el jardín.
Que el Jesús del humilde pesebre more en tu corazón, y en él pueda brillar la esperanza de un mundo mejor que ha sido preparado para ti y para mí. ¿Lo aceptas como tu Salvador?
* Elena G. de White, El Deseado de todas las gentes, p. 31.
El autor es escritor, pintor y doctor en Teología. Dirige las iglesias adventistas hispanas en Canadá, y escribe desde Alberta, Canadá.