El 9 de diciembre de 2021 se celebra el Día Internacional Contra la Corrupción, en base a un edicto de las Naciones Unidas. Aunque este reconocimiento anual comenzó en 2003, en 2021 la mayor preocupación de las Naciones Unidas son los riesgos representados por la corrupción en el contexto del COVID-19 y el proceso de combatir la pandemia.
La situación es tan preocupante que António Guterres, el Secretario General de las Naciones Unidas, declaró: “La corrupción es criminal e inmoral, y representa la máxima traición a la confianza pública. Es aun más perjudicial en tiempos de crisis, como está ocurriendo ahora en el mundo con la pandemia por el COVID-19. La respuesta al virus está creando nuevas oportunidades para explotar la supervisión débil y la transparencia inadecuada, desviando recursos que debían estar destinados a personas que se encuentran en su momento de mayor necesidad”.1
Los efectos de la corrupción van desde el mal uso de fondos destinados a ayudar a las personas enfermas hasta el uso de suplementos médicos de mala calidad que producen grandes ganancias a individuos y compañías inescrupulosas. La corrupción impide que las personas reciban medicinas, vacunas, protección y tratamiento adecuado. También dificulta la obtención de equipo para los profesionales de la salud, incluyendo máscaras, guantes, batas y desinfectantes.2
En algunos casos, los pacientes se ven en la necesidad de pagar sobornos para obtener tratamientos o pruebas de COVID-19. En otros, los trabajadores de la salud laboran en condiciones insalubres, mientras que empresas corruptas se benefician de contratos altamente lucrativos con el gobierno y la venta cuestionable de suplementos médicos.
Este énfasis de las Naciones Unidas representa una reacción a las condiciones creadas por los intentos de controlar una pandemia global, intentos que incluyen la asignación de miles de millones de dólares a la prevención y a la distribución de medicamentos. Pero podría decirse que cada vez que se crean las posibilidades de ganancias fáciles, algunas personas u organizaciones están dispuestas a explotarlas.
En un sentido general, la corrupción es capaz de anidarse en cualquier ambiente, y aprovechar cada oportunidad para obtener beneficios personales a expensas de otros. Como un cáncer, su fuerza destructiva está lista para crear estragos en la vida de sus víctimas.
¿Por qué es tan común?
La corrupción tiene aspectos sociales y personales. Ya sea que se trate de un gobierno corrupto, una organización corrupta o un individuo corrupto, sus raíces son el egoísmo, la deshonestidad y la carencia de valores. La persona corrupta carece de compasión práctica. Probablemente supone que lo que hace es aceptable, que todos lo harían si tuvieran la oportunidad. Pero en el fondo, la corrupción es también un asunto espiritual.
La corrupción y los Diez Mandamientos
Al causar daños y perjuicios a otras personas sin mayor consideración, la corrupción expresa falta de amor, el principio fundamental de la moralidad. La corrupción es mala por naturaleza, un síntoma de nuestra condición de pecado. Veamos la regla moral por excelencia: los Diez Mandamientos de la Biblia.
Los primeros cuatro mandamientos se refieren a nuestra relación con Dios (éxodo 20:3-11). En forma resumida son:
Primero: No tendrás dioses ajenos delante de mí.
Segundo: No te harás imágenes para adorarlas.
Tercero: No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano.
Cuarto: Acuérdate del sábado para santificarlo.
Los seis mandamientos restantes se refieren a nuestra relación con otros seres humanos (éxodo 20:12-17). En forma resumida son:
Quinto: Honra a tu padre y a tu madre.
Sexto: No matarás.
Séptimo: No cometerás adulterio.
Octavo: No hurtarás.
Noveno: No hablarás contra tu prójimo falso testimonio.
Décimo: No codiciarás lo que tiene tu prójimo.
De cierto modo, la corrupción puede violentar todos los mandamientos, especialmente los que hablan de nuestra relación con el prójimo. El amor se revela en el respeto a Dios y a sus criaturas. Los mandamientos son una expresión del amor de Dios aplicado a nosotros los humanos. En los primeros cuatro Dios define la manera en que lo honramos a él como el único Dios verdadero, el Creador de todo el universo. En los seis mandamientos que siguen Dios muestra cómo expresar nuestro respeto y amor por otros seres humanos. Hemos de mostrar aprecio por nuestra familia, respeto por la vida humana, fidelidad en nuestras relaciones y deferencia hacia la propiedad ajena.
Un corazón corrupto se rebela contra todos estos principios de amor. No acepta la autoridad divina, pues esta condena sus malos sentimientos. Trata a los demás como inferiores, y coloca sus propios intereses por encima de los ajenos. Es desleal, deshonesto, mentiroso y codicioso.
¿Cómo combatimos la corrupción?
La corrupción en el gobierno o la comunidad debe combatirse desde adentro. Deben crearse leyes y procesos que posibiliten la transparencia. Deben instalarse sistemas de revisión y supervisión. Una práctica básica en la contabilidad es asegurarse que los registros financieros sean auditados; que nunca se permita que una sola persona “cuente el dinero”. Se deben encargar las tareas administrativas a personas intachables que modelen una ética sólida.
En el plano personal, la corrupción debe ser enfrentada como una manifestación del pecado en nuestra vida. No podemos excusar las prácticas corruptas como la manera de sobrevivir en una sociedad hostil. Tampoco podemos decir que la cultura nos predispone a la corrupción. Lo que sí podemos hacer es examinarnos a nosotros mismos, aceptar que nuestra conducta es producto de nuestro pensamiento, y buscar la salud espiritual que nos libera del egoísmo de la corrupción.
El rey David nos señala el camino hacia la sanidad espiritual en su salmo de arrepentimiento. Al enfrentar la enormidad de su pecado, que lo llevó a cometer adulterio con la esposa de uno de sus comandantes y luego traicionarlo a muerte, David abandonó toda pretensión y derramó su corazón ante Dios.
“Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones. Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado. Porque yo reconozco mis rebeliones, y mi pecado está siempre delante de mí” (Salmo 51:1-3).
Más adelante, las palabras de David sugieren cómo es que Dios nos limpia de pecado: “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí” (vers. 10). Dios puede y quiere crear en nosotros un corazón limpio, un corazón purificado por la presencia de su Espíritu Santo. él puede y quiere cambiar nuestros pensamientos y por ello nuestra conducta. De nuestra parte está buscarlo con todas nuestras fuerzas, con una mente dispuesta a aprender de su Palabra, con la disposición de ser subyugados por su amor.
La corrupción en el mundo
El índice de Percepción de la Corrupción (IPC), que clasifica 180 países y territorios por sus niveles percibidos de corrupción del sector público según expertos y empresarios, utiliza una escala de cero a 100, donde cero es muy corrupto y 100 muy limpio.
Más de dos tercios de los países puntúan por debajo de 50 en el IPC de 2020, con una puntuación media de 43. Los datos muestran que la mayoría de los países aún no abordan la corrupción de manera eficaz.
Los primeros países del IPC son Dinamarca y Nueva Zelanda, con puntuaciones de 88, seguidos de Finlandia, Singapur, Suecia y Suiza, con puntuaciones de 85 cada uno.
Los últimos países son Sudán del Sur y Somalia, con puntuaciones de 12 cada uno.* En América Latina, el mejor posicionado es Uruguay, con 71 puntos, y el peor es Venezuela, con 15.
*http://miningpress.com/nota/335190/indice-de-corrupcion-2020-el-ranking-de-america-latina.
El autor es vicepresidente editorial de Pacific Press Publishing Association.