Un 24 de diciembre de 1914, durante la Primera Guerra Mundial, en los frentes de Bélgica y Francia, las tropas del ejército británico y el alemán cruzaban interminables oleadas de disparos sobre una franja de tierra intermedia donde, por doquier, yacían esparcidos muertos y heridos de ambos bandos.
Al llegar la noche, y mientras se posicionaban para continuar el combate, hubo un misterioso cese de fuego. Cuando los soldados británicos quisieron investigar qué ocurría, pudieron divisar a la distancia, en las trincheras enemigas, unas luces que no solo ponían al descubierto a los soldados alemanes, sino también iluminaban unos intencionados adornos en forma de arbolitos. Y mientras indagaban a distancia, comenzaron a escuchar las estrofas de “Stille Natcht” [Noche de paz].*
La reacción del adversario no fue violenta. Las tropas aliadas comenzaron también a susurrar la contagiosa melodía, y en cuestión de minutos el sonido estridente de la guerra fue sustituido por las dulces melodías de villancicos navideños. A esto le siguió el avance dubitativo de los soldados alemanes portando banderas blancas, mientras voceaban a sus enemigos atrincherados: “Feliz Navidad”.
Pronto salieron todos de sus trincheras de combate, para intercambiar saludos y pequeños regalitos: latas de comida, barritas de chocolate y cigarrillos. Esa noche, la artillería permaneció en silencio, y solo se pudo sentir una atmósfera de paz. Se condujeron ceremonias de entierro de los caídos, y los soldados de ambos lados del conflicto lloraron juntos la pérdida de sus amigos, ofreciéndose así mutuo respeto. A esto se le conoce en la historia como: “La Tregua de Navidad”.
Este suceso ha inspirado numerosos artículos y hasta una película francesa titulada Joyeux Noël. Uno de los ex integrantes de la famosa agrupación The Beatles, Paul McCartney, compuso una canción titulada “Pipas de la paz” en recuerdo de ese día cuando el espíritu de la Navidad fue capaz de parar el fuego en medio de una guerra y hermanar a los enemigos.
Navidad es reconciliación y paz en Jesús
En un día como este, mientras algunos desperdician el tiempo en apologías sobre lo correcto o incorrecto de las celebraciones navideñas, sería saludable centrar la atención en lo que realmente vale la pena. Porque Navidad conmemora la más grande revelación de Dios ante su creación. Festeja un momento en la historia cuando los cielos se abrieron para anunciar la llegada del Salvador de la humanidad (ver S. Lucas 2:8-14), y exalta la encarnación del divino Verbo (ver S. Juan 1:1-14), quien sufrió la total penalidad del pecado, a fin de reconciliarnos con nuestro Creador y darnos vida eterna (ver Isaías 53:3-5 cf. 2 Corintios 5:18, 19; Romanos 5:11; S. Juan 3:16).
Por otra parte, Navidad tradicionalmente evoca momentos de festividad, de familia unida y de compartir regalos. Pero en el contexto de lo que este día evoca, de poco serviría hacer un “alto al fuego” si luego continuaran las hostilidades; o sentarnos alrededor de la mesa como familia si en nuestros sentimientos y actitudes la mayor parte del tiempo hemos estado distanciados. También sería inútil intentar intercambiar regalos si estos no vienen acompañados por un gesto genuino de entrega desinteresada. De poco serviría asistir a una festividad religiosa en conmemoración del nacimiento de Jesús, si en el corazón no existe armonía y reconciliación con Dios y con el prójimo.
Si deseamos celebrar correctamente en Navidad, hagámoslo recordando siempre con admiración y gratitud que un día en la historia de este mundo, Dios nos envió al Príncipe de paz para acercarse al hombre caído en el campo de batalla entre el bien y el mal. Y ante la mirada atónita de toda la creación, el Creador y Padre de todos, se acercó a los mortales con la “bandera blanca” de su perfecta justicia y el más excelso regalo de paz, reconciliación y amor, su Hijo Jesucristo.
“La paz no es algo que deseas, es algo que haces” —Robert Fulghum, ministro y escritor estadounidense.
“Las personas valientes no temen perdonar en aras de la paz” —Nelson Mandela, ex presidente de Sudáfrica.
“Solo una vida vivida para los demás merece la pena ser vivida” —Albert Einstein, científico alemán.*
“En el mundo de los hombres nada hay necesario, excepto el amor” —Johann Wolfgang Goethe, poeta y dramaturgo alemán.
“El amor es una bellísima flor, pero hay que tener el coraje de ir a recogerla al borde de un precipicio” —Stendhal, escritor francés.**
* https://estilonext.com/frases-y-reflexiones/frases-paz
** https://www.aboutespanol.com/25-frases-de-amor-celebres-842829.
Noche de paz*
1 Noche de paz, noche de amor. Todo duerme en derredor.
Entre los astros que esparcen su luz, bella anunciando al niñito Jesús,
brilla la estrella de paz, brilla la estrella de paz.
2 Noche de paz, noche de amor. Oye humilde, fiel pastor:
coros celestes proclaman salud, gracias y glorias en gran plenitud,
por nuestro buen Redentor, por nuestro buen Redentor.
3 Noche de paz, noche de amor. Ved qué bello resplandor
luce en el rostro del niño Jesús, en el pesebre, del mundo la Luz;
astro de eterno fulgor, astro de eterno fulgor.
—Franz Xaver Gruber, maestro y organista alemán (1818).
(Himnario adventista del séptimo día, edición 2010, #81).
El autor es ministro adventista. Escribe desde Houston, Texas.