Raquelita tiene 4 años. Aunque está en la edad de explorar, hablar y jugar con otros niños, ella prefiere observar desde lejos. No es tímida; tiene miedo a que mamá la regañe.
La escena siempre es la misma: por más que se esfuerce, su mamá nunca reconoce sus logros. Solo recibe gritos, críticas y desprecio. Cuando Raquelita se acerca para recibir un poco de cariño, su mamá le dice frases como: “¡Ay, hazte a un lado! Me quitas el tiempo”. Así, Raquelita ha aprendido a sentirse insegura y temerosa, porque su mamá siempre parece estar “enojada”.
Cuando los padres no cuidan sus conductas, palabras y gestos para que sus hijos tengan una autoestima saludable, los niños pueden crecer con temores, inseguridades y la idea de que solo serán amados si cumplen a la perfección con los deseos de las demás personas.
¿De qué depende la autoestima de un niño? Todo comienza desde los primeros meses de vida, cuando se empieza a formar su personalidad. Esta tiene una estrecha relación con el trato que recibe en el hogar. Para que un niño triunfe, debe creer que puede hacerlo. Y esto se construye cada día, en cada momento, haciendo sentir al niño que es amado. Cada acto de cariño, por pequeño que parezca, es esencial para que el niño desarrolle una imagen clara y firme de sí mismo. Su primer vínculo afectivo es su mamá, por lo que es importante que ella le hable con amor y confianza. Papá, abuelos y familiares también deben hablarle con cariño.
Si durante sus primeros meses se trabaja en su autoestima, el niño crecerá en un ambiente de seguridad, podrá expresarse, jugar e interactuar con otros sin problemas. Estas acciones lo ayudarán a desarrollar una imagen clara y distinta de sí mismo.
Una autoestima saludable está basada en el hecho de saberse amado por papá y mamá. Esto quiere decir que en la medida en que sus padres reconozcan sus logros, aun los más sencillos, y le demuestren que lo aman mediante sus palabras y del contacto físico, él podrá percibir lo importante que es. De este modo, proyectará esa seguridad al exterior.
El reconocimiento se origina en casa. Por eso, hay que tener cuidado en el trato que se le da al pequeño; a partir de la convivencia familiar ellos van atribuyéndose valores que repercutirán en su vida futura. Es común que los padres dejen de lado el reconocimiento o sean indiferentes a los recursos emocionales internos que el pequeño va construyendo. No obstante, la autoestima positiva tiene que ver con que los padres acepten la forma de ser del niño, lo estimulen para alcanzar lo que desea y lo apoyen cuando las cosas no salen como esperaba. De lo contrario, estarán ocultando todas las posibilidades que el pequeño tiene.
En el Salmo 127:3 leemos: “He aquí, herencia de Jehová son los hijos; cosa de estima el fruto del vientre”. Dios nos valora desde antes de nacer y, como padres, tenemos la responsabilidad de amar a nuestros hijos y cuidar su autoestima. Nuestro Padre celestial es amoroso, y nos ha elegido desde antes de la creación de este mundo. Por eso, cada familia tiene una gran responsabilidad en la educación y el desarrollo de la autoestima de sus hijos. Dios capacitará a cada madre y padre de familia para dar el mejor regalo que sus hijos necesitan: una autoestima saludable.
Diez claves para reafirmar su autoestima
Creen un espacio exclusivamente para el niño. No importa cuán pequeño sea, la idea es tener un lugar que el niño identifique como propio.
Háblenle con palabras amorosas y llenas de afecto. Díganle constantemente lo importante que es para la familia.
Reconozcan sus esfuerzos, avances y logros en cualquier actividad que realicen, además de demostrar el amor incondicional de ustedes hacia su hijo.
Abrácenlo en todo momento. El calor de papá y mamá es fundamental para su crecimiento.
Denle un lugar en las pláticas adultas. Permítanle tomar decisiones de acuerdo con su edad.
Convivan con él, jueguen con él y disfruten juntos.
Permitan que exprese libremente sus emociones. Si tiene miedo, está enojado o triste, no le digan: “No tengas miedo”; “No te enojes”; “No estés triste”. Su autoestima se verá afectada si siente que no puede expresar cómo se siente. Mejor pregunten el porqué del miedo, el enojo o la tristeza. Háganle saber que lo comprenden y que es válido sentir esas emociones, y ayúdenlo a controlar sus sentimientos.
Resalten las cosas que le llaman la atención en relación con su familia, sus amigos y su escuela. Denle espacio para expresarse.
Asígnenle algunas tareas que pueda realizar, de acuerdo con su edad. La idea es involucrarlo en las actividades de la familia.
Háblenle de Jesús. No por ser la última “clave” es la menos importante. ¡Es la más importante! Realicen su culto familiar permitiendo que los niños participen: que tengan la oración, escojan los cantos y los versículos, cuenten o representen una historia bíblica. Enséñenle que Jesús es nuestro Amigo y que siempre podemos hablarle de lo que nos pasa.
La autora es maestra de Educación preescolar, y escribe desde Fresno, California.