El juicio es un concepto presente en muchas religiones del mundo. Zoroastrianos, musulmanes, sijes y cristianos coinciden en que llegará un momento en que cada ser humano será llamado a rendir cuentas. Pero, ¿qué hace diferente la comprensión adventista del juicio? La respuesta se encuentra en lo que llamamos el “juicio investigador”, una doctrina singular, profundamente conectada con el mensaje del Santuario y el Gran Conflicto.
Un juicio en fases
La mayoría de las tradiciones cristianas entienden el juicio como un evento único que ocurre a la hora de la segunda venida de Cristo. Sin embargo, según las Escrituras (Daniel 7:9, 10; S. Mateo 25:31-46; 1 Corintios 6:2, 3; Apocalipsis 20:4, 12) podemos identificar al menos cuatro etapas o fases: el juicio investigador (antes de la segunda venida), el juicio de separación (durante la venida), el juicio de revisión (durante el milenio) y el juicio ejecutivo (al final del milenio). El juicio investigador, que comenzó en 1844, es la primera fase de este proceso.
Para comprender este juicio, debemos situarlo dentro del marco del “gran conflicto”, la controversia entre Cristo y Satanás sobre el carácter de Dios. Esta gran narrativa cósmica ofrece respuestas al problema del mal y permite entender que el juicio no es una herramienta para condenar, sino para vindicar el nombre de Dios y mostrar la justicia de su gobierno.
¿Quién participa en el juicio investigador?
El juicio divino es un evento cósmico. El Anciano de días (Dios Padre) preside. Cristo actúa como Abogado, Mediador, Salvador, Sumo Sacerdote y Juez. El acusador es Satanás, y los que están siendo juzgados son los profesos cristianos, es decir, aquellos que han “declarado” creer en Cristo. Curiosamente, este juicio no incluye a los impíos, pues sus casos serán considerados en otra fase (Salmo 1:4-6).1
Pero hay otro grupo importante: los ángeles. No son omniscientes y, por lo tanto, necesitan examinar los registros (Daniel 7:10; Apocalipsis 20:12) para entender por qué ciertos pecadores pueden entrar al cielo. El juicio, entonces, no es para informar a Dios, sino para revelar su justicia al universo.
El papel del Santuario
El juicio investigador tiene un paralelismo directo con el sistema del Santuario terrenal. En este sistema de sacrificios, se transfería el pecado al Santuario al rociar sangre del animal sobre el altar. Así, el Santuario quedaba contaminado, pero el hombre quedaba perdonado. Como lo dice Roy Gane: “A través de las ofrendas realizadas en el Santuario, la imperfección eliminada de los oferentes es transferida al Santuario de YHWH. Ahora la imperfección, en una forma contenida, controlada, está en su ‘terreno de juego’, es decir, es su problema”.2
En el rito del Día de la Expiación, los pecados que habían contaminado el Santuario eran purgados. De igual forma, en el juicio celestial, los pecados confesados son finalmente eliminados del registro celestial. Es un día de juicio, sí, pero también de restauración total.
El sacrificio de Cristo cumple lo que el Santuario terrenal ilustraba: Dios, en Cristo, tomó nuestros pecados, los llevó al Santuario celestial y ahora los borra definitivamente. Esta verdad no solo revela el amor de Dios, sino también le da sentido al sufrimiento y al perdón.
¿Y los libros del cielo?
Las Escrituras mencionan al menos tres registros celestiales: el libro de la vida, el libro de memoria y el libro de los pecados (Salmo 56:8; Malaquías 3:16; Apocalipsis 20:12). En ellos se consigna cada palabra, pensamiento y acción.3 Pero su función no es recordarle todo a Dios, pues él ya lo sabe todo, sino que los seres celestiales vean con claridad que la salvación de cada alma ha sido justa.
¿Una amenaza o una esperanza?
Para muchos creyentes el juicio es aterrador. No obstante, este juicio revela un mensaje de reconciliación. La ley de Dios, que es la norma del juicio, no es un conjunto de reglas arbitrarias, sino una expresión de amor.4 Es la norma que revela si una vida está en armonía con los principios del Cielo. ¡Y la buena noticia es que Cristo vivió esa ley por nosotros y nos la acredita por fe!
Jesús no intercede para convencer a un Padre renuente, sino defiende a sus amigos de las acusaciones de Satanás (Zacarías 3:1-4; Apocalipsis 12:10). Su intercesión no es un argumento desesperado, sino una vindicación pública del amor redentor. En palabras de Elena G. de White: “Jesús no disculpa sus pecados, pero muestra su arrepentimiento y su fe... diciendo: ‘Los conozco por sus nombres. Los he grabado en las palmas de mis manos’”.5
Lejos de ser una amenaza, como en el caso del Islam, el Zoroastrianismo y otras denominaciones cristianas, el juicio investigador es la mayor evidencia del amor divino. Es la manera como Dios declara al universo que aquellos que aceptaron a Cristo están cubiertos por su justicia. Es su forma de decir que nuestra redención es segura y que nuestro lugar en el cielo está garantizado.
¿Qué pasa mientras tanto en la Tierra?
El juicio investigador no ocurre en un vacío. Desde 1844, Dios ha estado restaurando verdades olvidadas a través del mensaje de los tres ángeles (Apocalipsis 14:6-12). Este mensaje anuncia que la hora del juicio ha llegado, denuncia la caída de Babilonia, un sistema de falsa adoración, y llama a rechazar la marca de la bestia, que es creer los engaños de Satanás y hacer sus obras.
Conclusión
En la escena majestuosa del juicio descrita en Daniel 7, los libros celestiales son abiertos en presencia de “millares de millares” de ángeles que rodean el trono de Dios. Este detalle revela una verdad teológica profunda: los libros del juicio no existen para informar a un Dios omnisapiente que todo lo conoce, sino para dar testimonio ante los seres celestiales que participan como jurado en esta corte cósmica. A diferencia de Dios, los ángeles no son omnisapientes. El juicio investigador, lejos de ser un mecanismo de condenación, es una revelación ante todo el universo del amor y la justicia divina. Comienza antes de la segunda venida de Cristo porque los ángeles necesitan tiempo para examinar los libros y ser plenamente convencidos de que los que serán llevados al cielo han sido cubiertos y transformados por la justicia de Cristo. Así, el juicio no es para convencer a Dios, sino para vindicar su decisión ante un universo que observa. El juicio investigador no es un invento humano ni una teoría teológica para generar temor. ¡Es un mensaje de esperanza!
Lo que debes saber sobre el juicio investigador
Es parte de un juicio en fases:
El juicio no es un solo evento, sino un proceso que incluye cuatro etapas:
Juicio investigador (antes de la segunda venida).
Juicio de separación (durante la venida de Cristo).
Juicio de revisión (durante el milenio).
Juicio ejecutivo (al final del milenio).
Es un juicio celestial, no terrenal:
No es para condenar, sino para demostrar ante el universo la justicia, el amor y la gracia de Dios.
No se trata de asustar, sino de restaurar:
El juicio investigador revela que Dios está actuando a favor de su pueblo, asegurando que el pecado no se levante otra vez.
Cristo no es un juez severo, es nuestro Abogado:
Jesús intercede por nosotros. No ruega a un Dios enojado, sino que defiende a sus amigos ante las acusaciones del enemigo.
El juicio muestra que el cielo está observando con amor:
Los ángeles no saben todo, como Dios sabe, y por eso revisan los libros para entender por qué algunos serán salvos. El juicio es una revelación para ellos, no para Dios.
No se juzga a los impíos, sino a los creyentes:
En esta fase, solo se analizan los casos de quienes han profesado fe en Cristo.
El juicio está ligado al Santuario celestial:
Así como el Día de la Expiación purificaba el Santuario terrenal, ahora Jesús purifica el celestial, eliminando el registro de nuestros pecados.
1. Elena G. de White, El conflicto de los siglos (Mountain View, CA: Pacific Press, 1954), p. 534.
2. Roy Gane, Cult and Character: Purification Offerings, Day of Atonement, and Theodicy (University Park, Pennsylvania: Eisenbrauns, 2005), pp. 177, 276.
Eliezer A. Graterol es doctor en Teología y Filosofía. Trabaja como profesor de Religión y Misión en la Southern Adventist University, y escribe desde Collegedale, Tennessee.