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León Tolstoi cuenta que cierto día un joven se quejaba de Dios de la siguiente manera: “El buen Dios a otros les envía riquezas, pero a mí nada me ha dado”. Un anciano que oyó su queja le dijo:

—¿Eres tan pobre como dices? ¿No te ha dado Dios juventud y salud?

A lo que el joven respondió:

—No digo que no; juventud y fuerza tengo.

El anciano entonces, tomándolo de la mano derecha, le dijo:

—¿Te la dejarías cortar por diez mil dólares?

—¡Claro que no! ¡De ninguna manera! ¡No daría una de mis manos por ninguna fortuna!

—¿De qué te quejas? —dijo entonces el anciano—. ¿No ves que Dios te ha dado una inmensa fortuna? ¡Anda, y de aquí en adelante sé agradecido!

En el Salmo 9:1 David expresa la gratitud de la siguiente manera: “Te alabaré, oh, Jehová, con todo mi corazón; contaré todas tus maravillas”. El marco de la festividad de Acción de Gracias es un buen momento para sentarse a meditar y “contar” cada maravilla que Dios nos ha dado en este año ¡Sí! Por más “pequeña e insignificante” que parezca, es motivo para dar gracias.

Hace algunos años estuve en consulta con un médico por un estado de depresión emocional y química grave. Una de las tareas que el doctor me indicó para cada semana era que, al acostarme, en un cuaderno que utilizara exclusivamente para esa tarea escribiera cada motivo de gratitud que se me ocurriera. El psiquiatra sabía que el hecho de agradecer, junto con los medicamentos y la terapia, sería parte de la recuperación, debido a que la ciencia ha comprobado que la gratitud tiene un gran impacto en la salud mental. Entre otros beneficios, mejora la calidad del sueño, reduce el estrés y activa las regiones cerebrales asociadas con la recompensa y la empatía. Cuando agradecemos, no tenemos tiempo para pensar en las cosas negativas, ya que nuestros pensamientos están en lo que tenemos y no en lo que nos hace falta.

La ansiedad y la depresión han aumentado de manera alarmante en estos últimos años, por lo que la gratitud es parte de ese salvavidas emocional que necesitamos. Incluso los problemas y las dificultades que enfrentemos en el día a día se verán de otra manera. Ser agradecidos nos ayudará a solucionarlos y a ser más resilientes ante las adversidades.

La gratitud es la llave que nuestro buen Dios nos da para ser felices. Esto me hace recordar la bella historia relatada en las Sagradas Escrituras en San Lucas 17:12 al 19, donde Jesús entra a una aldea y salen a su encuentro diez hombres leprosos. ¿Puedes imaginar ese momento? ¡Jesús, el que nos puede sanar, a quien hemos esperado, de quien hemos escuchado, por fin está aquí! Frente a nosotros. Dice la Biblia que los leprosos “alzaron la voz”. ¡Gritaron! Podemos ver que estaban desesperados, porque dijeron: “¡Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros!”

Seguramente muchas veces nosotros también hemos “alzado” la voz al cielo pidiendo, pero ¿cuántas veces la hemos alzado en gratitud? Estos leprosos fueron sanados al obedecer la orden de Jesús de ir ante el sacerdote. Mientras iban, fueron limpiados. ¡Qué maravilla! ¡Su ruego fue escuchado! ¡Estaban sanos! Sin embargo, solo uno de ellos, al verse sano, regresó a donde estaba Jesús. Imagino que con una gran sonrisa en su rostro y lágrimas de alegría, iba saltando, lleno de gratitud. Seguramente gritaba: “¡Alabado sea el Dios del cielo! ¡Gracias, Dios, por darme nuevamente mi salud!”.

Dice San Lucas que cuando este hombre vio a su médico, a su sanador y salvador Jesús, se postró a sus pies, dándole gracias. Pero lo que más me llama la atención es la pregunta que hizo Jesús: “¿No son diez los que fueron limpiados? Y los nueve ¿dónde están?” ¡Ay! Eso me hace meditar en lo poco agradecidos que podemos ser y lo quejumbrosos que nos podemos volver si no cultivamos la gratitud.

Con esto en mente, hoy seamos más agradecidos. Solo por hoy intentemos agradecer más en lugar de quejarnos. Podemos exclamar: “Gracias, Padre celestial, porque el lavaplatos está lleno de loza sucia que hay que lavar, y eso significa que hay alimentos para comer. Gracias, Padre celestial, por toda la ropa que hay que lavar, que indica que tenemos ropa para vestir. Gracias, Padre celestial, por la cama que tengo que tender; es porque pude acostarme, Gracias, Padre celestial, por el desayuno que debo preparar; eso significa que tengo algo para comer”. Enfocarnos en expresarnos de esta manera hará que, en lugar de quejarnos, nos demos cuenta de que somos muy bendecidos.

Así como Jesús “vio” a los leprosos, también nos ve a nosotros viviendo en este mundo de dolor, lleno de desigualdad e injusticias. Él está dispuesto a encontrarse con nosotros también. Hoy encuéntrate con Jesús y pídele lo que necesites, pero no olvides que la gratitud es parte de la bendición. ¿Cómo puedes incluir la gratitud en tus pedidos?

¿Cómo agradecer en todo?

El apóstol Pablo les dijo a los hermanos de Tesalónica: “Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios” (1 Tesalonicenses 5:18). Todo es todo. Sabemos que vivir con una actitud de agradecimiento traerá alegría, paz y deseos de vivir a nuestro ser. Incluso podrá servir de terapia en caso de ansiedad o desánimo. Pero quizá no es tan fácil visualizar cómo podemos agradecer en toda circunstancia. Aquí hay algunos consejos para ser más agradecidos:

  • Antes de acostarte a dormir, apunta las personas, las cosas, las acciones y las situaciones por las que estás agradecido. No te enfoques en la cantidad, sino en intentar recordar cuestiones específicas del día vivido.
  • Cuando ores, siempre inicia con los agradecimientos. Expresa todo lo bueno que Dios ha hecho por ti y enmarca tu oración recordando todas las bendiciones de tu Dios.
  • Una vez por semana, llama por teléfono o visita a una persona para expresarle tu gratitud por algo que haya hecho por ti.
  • Conviértete en los ojos, las manos, los oídos y los pies de Jesús para encontrarte con muchos “leprosos” que gritan desesperados. Al verlos, escucharlos y ayudarlos, te darás cuenta de que eres muy bendecido. Puedes compartir parte de tus alimentos con los que tienen menos. Puedes ayudar a una persona a tramitar un documento o buscar la forma de ayudar a niños sin hogar, mujeres solas, hombres deprimidos y todo aquel que “grite” desesperado.
  • Vive con un espíritu de gratitud. Cuanto más te concentras en ver lo positivo en toda situación, más fácil y natural te será. La gratitud se puede convertir en un gran hábito que desarrolles y perfecciones. Cuando te sientas tentado a quejarte, piensa antes: ¿Hay alguna lección que puedo aprender de esto? ¿Hay algún aspecto de esta situación que sea para mi bien a mediano o largo plazo? ¿Podría ser peor lo que me ocurre? Busca razones para agradecer.

La autora es maestra de educación preescolar, y escribe desde Fresno, California.

¡Gracias!

por Cesia Alvarado Zemleduch
  
Tomado de El Centinela®
de Noviembre 2024