Hace tiempo, un padre prometió a su hijo llevarlo a conocer el mar si aprobaba el año escolar. Vivían lejos de la costa, y al llegar el esperado día, durante el viaje, el niño se quedó dormido. Al despertar, ya estaban en el hotel donde se hospedarían. Emocionado, preguntó:
—¿Dónde está el mar? ¡Quiero verlo!
Aunque estaba cansado, el padre lo llevó a la playa. Asombrado, el niño exclamó:
—¡Guau, papi! ¿Todo eso es el mar? —Al probar el agua, añadió—: ¡Ya conozco el mar! ¡Gracias, papi!
Esa noche, el niño se encontró con un anciano en la cafetería del hotel y le preguntó:
—¿Usted conoce el mar?
—No, no lo conozco —respondió el hombre con una sonrisa.
—¡Yo sí! Es muy grande y su agua es salada —contestó el niño, sorprendido.
Más tarde, el padre descubrió que aquel anciano había sido capitán de barco durante más de treinta años. A la mañana siguiente, le recordó a su hijo el encuentro con el anciano y le explicó:
—Ese señor fue capitán durante muchos años, pero como el mar es tan vasto y nunca se puede conocer en su totalidad, por eso te dijo que no lo conocía.
En cierta medida todos nos parecemos a ese niño. Pensamos que “ya conocemos a Dios”.
¿Qué significa “conocer”?
La Biblia enfatiza que todos necesitamos conocer a Dios a fin de experimentar la salvación o vida eterna (S. Juan 17:3). En la última profecía registrada en Daniel, el profeta declara: “. . .mas el pueblo que conoce a su Dios se esforzará y actuará” (Daniel 11:32).1 De hecho, la raíz hebrea yadaʿ (“conocer”) aparece 51 veces en el libro de Daniel.2 Pero ¿qué significa realmente “conocer”?
Al leer la Biblia cuidadosamente, notamos que “conocer” posee varios sentidos. Aquí mencionamos algunos:3
Darse cuenta. Después del engaño de la serpiente, Adán y Eva se dieron cuenta de su desnudez: “Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos” (Génesis 3:7).
Observar o reflexionar. “Reconoce asimismo en tu corazón, que como castiga el hombre a su hijo, así Jehová tu Dios te castiga” (Deuteronomio 8:5). Así como los padres corrigen a sus hijos, Dios invita a su pueblo a “reconocer”, es decir, a entender por experiencia cómo él actúa.
Conocer íntimamente. Este verbo también se usa para describir una relación íntima: “Conoció Adán a su mujer Eva, la cual concibió y dio a luz a Caín, y dijo: Por voluntad de Jehová he adquirido varón” (Génesis 4:1).
Cuidar de alguien. Otra acepción implica el cuidado que Dios tiene por sus hijos. Como señala el profeta Nahúm: “Jehová es bueno, fortaleza en el día de la angustia; y conoce a los que en él confían” (Nahúm 1:7). Cuán alentador es saber que Dios nos conoce, es decir, nos cuida de forma personal.
Discernir en términos morales. Después de haber comido del árbol de la ciencia del bien y del mal, el ser humano tenía la capacidad de distinguir entre el bien y el mal, pero con el tiempo esta habilidad quedó profundamente afectada. Una traducción literal del texto hebreo de Génesis 3:22 dice: “Y dijo Jehová Dios: He aquí el hombre era como uno de nosotros, sabiendo el bien y el mal”.4 En contraste, hoy vivimos en un estado de confusión moral: se llama bueno a lo malo y malo a lo bueno (Isaías 5:24).
Conocer a Dios es todo
La Escritura indica que conocer a Dios se refiere, sobre todo, a una relación práctica, religiosa, que se evidencia en una conducta ética, acorde a los principios divinos. En el Salmo 91:14, Dios promete liberación a quien ha conocido su nombre. Conocer a Dios es confiar y amarlo sobre todas las cosas.
Por el contrario, vivir sin conocer a Dios es ignorarlo y desobedecer su Palabra: “Ciertamente tales son las moradas del impío, y este será el lugar del que no conoció a Dios” (Job 18:21). En Éxodo, el faraón respondió con arrogancia al mandato de Dios de liberar a su pueblo: “¿Quién es Jehová, para que yo oiga su voz y deje ir a Israel? Yo no conozco a Jehová, ni tampoco dejaré ir a Israel” (Éxodo 5:2).
Lo mismo ocurre hoy con muchos que, aunque afirman conocer a Dios, viven alejados de su voluntad. Como dice Jeremías 4:22: “Porque mi pueblo es necio, no me conocieron; son hijos ignorantes y no son entendidos; sabios para hacer el mal, pero hacer el bien no supieron”.
Aun así, Dios desea que todos lo conozcamos íntimamente. Nos ofrece una nueva oportunidad: “Y les daré corazón para que me conozcan que yo soy Jehová; y me serán por pueblo, y yo les seré a ellos por Dios; porque se volverán a mí de todo su corazón” (Jeremías 24:7).
Podemos adquirir conocimientos en diversas áreas, pero solo conocer a Dios es el fundamento esencial de nuestra existencia. Solo el conocimiento experiencial de Jesucristo nos da acceso a la vida en este mundo y también al reino de Dios. Como dice Jeremías 9:24: “Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra”.
Ciertamente, conocer a Dios lo es todo.
¿Qué implica conocer a Dios?
No es solo saber de él, sino tener una relación cercana, viva y transformadora.
Es amarlo sobre todas las cosas, confiar en él y obedecer su Palabra.
Es vivir como si él estuviera presente cada día, guiando nuestras decisiones y acciones.
Es confiar en su cuidado, incluso en los días difíciles.
Es entender su carácter: justo, misericordioso y lleno de amor.
No conocer a Dios es vivir lejos de él, ignorando su voluntad y desobedeciendo su Palabra.
Dios desea que lo conozcamos personalmente, y nos invita hoy a acercarnos a él con todo nuestro corazón.
Conocer a Dios lo transforma todo. Es el inicio de una nueva vida, aquí y por la eternidad.
1. En cada caso de textos bíblicos citados, el énfasis en las palabras escritas en cursiva fue agregado.
2. En la sección aramea del libro de Daniel (2:4-7:28), el verbo yadaʿ (“conocer”) se utiliza cuarenta veces, mientras que en la parte hebrea del libro (Daniel 8-12) aparece en once ocasiones.
3. Ludwig Koehler, et ál., The Hebrew and Aramaic Lexicon of the Old Testament (Leiden: E. J. Brill, 1994-2000), pp. 390-392.
4. Varias traducciones modernas de la Biblia, influenciadas por la versión griega Septuaginta, traducen incorrectamente el verbo hebreo hayah, que significa “ser” o “estar”. Este verbo está conjugado en Qal perfecto, lo que exige que se traduzca en pasado como “era”. Ver a Enrique Báez, “Tree of Knowledge”, ed. John D. Barry et ál., The Lexham Bible Dictionary (Bellingham, WA: Lexham Press, 2016).
El autor es doctor en Teología y docente de la Universidad Andrews, y escribe desde Santa Ana, California.