Dedicamos este número al amor, con el objetivo de honrar a quienes no obran en favor de los otros “para ser vistos por los hombres” (ver S. Mateo 6:1). Más bien los motiva silenciosa y anónimamente un poder que proviene del cielo, porque Dios es amor (ver 1 Juan 4.8).

El amor verdadero no es un sentimiento frágil ni una emoción pasajera; es una fuerza que transforma, sostiene y da vida. Como una madre en trabajo de parto, que atraviesa el umbral del dolor más agudo para traer al mundo a su hijo, así el amor se ofrece, se rompe y se entrega. “La mujer, cuando da a luz, tiene dolor. . . pero después que ha dado a luz un niño, ya no se acuerda de la angustia, por el gozo de que haya nacido un hombre en el mundo” (S. Juan 16:21). El amor fecundo no teme al sufrimiento si de él brota la vida.

San Agustín decía: “Ama y haz lo que quieras”, no como una licencia para el ego, sino como una forma de señalar que quien ama de verdad ya está alineado con la voluntad de Dios. El amor, cuando es auténtico, se convierte en brújula moral, impulso creativo y acto de justicia. No hay crecimiento humano sin amor, porque amar es salir de uno mismo y descubrir el rostro del otro.

“Dios es amor” (1 Juan 4:8). Esta breve afirmación bíblica encierra el misterio más profundo: El universo no se sostiene por la fuerza ni por la ley del más fuerte, sino por un acto de entrega incondicional. Como el sol que no elige a quién iluminar, así el amor de Dios se derrama sobre justos e injustos, llamando al ser humano a reflejar esa misma gratuidad.

Quien ha amado de verdad, ha vivido. Y quien ha sido amado ha recibido un anticipo del cielo, porque solo el amor, como dice Pablo, “nunca deja de ser” (1 Corintios 13:8).

El autor es el director de El Centinela.

Editorial: El poder del amor: fuerza que da vida

por Ricardo Bentancur
  
Tomado de El Centinela®
de Octubre 2025