En estos días inciertos, tenemos razones para ser pesimistas respecto al futuro del mundo. Y también para ser optimistas.
Somos pesimistas al ver cómo el hombre aumenta la temperatura del planeta, lo que contribuye al incremento de las catástrofes. Por ello, nos hallamos inmersos en “una espiral de autodestrucción”.1 Si esto sigue así, “el número de catástrofes. . . podría llegar a 560 al año, o 1.5 al día para 2030, lo que pondría en peligro millones de vidas, señaló la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres (UNDRR)”.2
Subestimar los riesgos del calentamiento global pensando que nos sobrepondremos a la degradación es irracional. Además, “los viejos caballos de la historia”: peste, guerra, muerte y hambre, siguen cabalgando sobre las espaldas de la humanidad, y mientras unos intentan detenerlos otros los espolean.
En cambio, el optimismo que El Centinela pregona se basa en la simultaneidad de los eventos. Cuando las cosas estén fuera de control es cuando ocurrirá la gran solución: el retorno de Cristo. Él profetizó el envilecimiento humano y el desquiciamiento del planeta como preludio a su retorno: “Se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares. . . y muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos; y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará” (S. Mateo 24:7-12). El énfasis en la palabra “muchos” indica la extensión del mal. Las mayorías estarían desprevenidas. “Como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre. . . no entendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos, así será también la venida del Hijo del Hombre” (vers. 37-39).
Pero Jesucristo añadió una señal alentadora. “Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin” (vers. 14).
Hay razones para ser pesimistas: en manos del hombre el mundo no va a mejorar. Y hay razones para ser optimistas: Cristo vendrá, y cuando tome en sus manos este mundo, “ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor” (Apocalipsis 21:4).
El autor es el director de la revista El Centinela.