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Solo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte”. San Lucas 10:42.

Llegó Jesús a casa de Lázaro, Marta y María en Betania, a tres kilómetros de Jerusalén. Con sus discípulos habían subido la cuesta que desde Jericó se extiende hasta la falda oriental del Monte de los Olivos, y estaban cansados. Ahí descansaba Jesús, y hallaba una amistad tierna y sincera. Ahí estaba a salvo de los dirigentes religiosos, quienes lo hostigaban con preguntas controversiales. Ahí hablaba del reino de su Padre con plena libertad.

Lázaro, Marta y María amaban a Jesús. Para Marta sería una descortesía no brindarle al Maestro los mejores alimentos en la mejor mesa, con los mejores platos. Para María sería una descortesía irse a trabajar y dejarlo solo. El Maestro debía recibir lo mejor de sí misma: su atención. Estar a los pies de Jesús equivalía a estar en el cielo.

Marta necesitaba ayuda. Miraba de reojo a María, cuyas manos juveniles deberían ser útiles, pero ahora no. No resistiendo más el impulso de llevarse a su hermana, le dijo a Jesús: “Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude” (S. Lucas 10:40). Jesús respondió con dulzura: “Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero solo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada” (vers. 41, 42).

Marta estaba cumpliendo con un deber que Jesús apreciaba: servir. María, por su parte, le manifestaba devoción. Cuando Jesús le dijo a Marta que María escogió la mejor parte, ordenó las prioridades; primero la devoción, después la obligación.

Hemos de ser devotos y activos, no solo devotos ni solo activos. Lo que Marta hacía era bueno, pero fue suavemente reprendida porque pretendía cortar la comunión de su hermana con Jesús, quien le hizo ver que lo esencial es la comunión con él.

María se ocupó de la relación, Marta de las buenas obras. Solo la relación con Jesús imparte y mantiene la vida en el Espíritu. Procuremos la comunión permanente con Jesús, sin olvidar la ética, pues “la fe, si no tiene obras, es muerta” (Santiago 2:17).

El autor es redactor de la revista El Centinela.

La prioridad

por Alfredo Campechano
  
Tomado de El Centinela®
de Octubre 2021