Si hay algo que un empresario quisiera lograr con sus empleados, es encontrar una fórmula para aumentar la productividad laboral y por ello las ganancias. La pregunta es: ¿Cómo hacer que aumente la productividad? Veamos qué nos dice la ciencia al respecto.
Uno de los trabajos científicos de mayor significación es el llamado “Efecto Hawthorne”, una investigación realizada por Elton Mayo entre 1920 y 1930 en la fábrica eléctrica Hawthorne Works, en Illinois. El experimento surgió como resultado de querer discernir si había algo más allá de un salario que afectaba la productividad laboral. Para lograr este objetivo, se variaron las condiciones de trabajo: la extensión de la jornada laboral, los períodos de descanso, la iluminación, la higiene y la oportunidad de trabajar en colaboración con distintos colegas. Antes de que comenzara el experimento, se explicó a los empleados que habría cambios en las condiciones de trabajo. Este factor tuvo enormes implicaciones para ellos, porque no fueron considerados como “conejillos de Indias”, a los que se los usa sin que tengan conocimiento, sino que los hicieron participar del experimento y se sintieron incluidos en una causa común.
Luego de un período de observación de cinco años, las condiciones fueron revertidas a su estado original, pero la producción y el buen espíritu de trabajo siguieron mejorando. Esto fue sorpresivo. Concluyeron que los empleados habían respondido más al efecto psicológico de sentirse participantes en un experimento que al cambio en las condiciones materiales manipuladas. Fueron más productivos cuando sintieron los efectos de pertenencia de grupo, de reconocimiento, de seguridad y de intercomunicación, entre otros factores de índole psicológica.
La investigación realizada por Elton Mayo en la fábrica eléctrica Hawthorne Works, que al principio solo procuró brindar mayor rendimiento a la industria eléctrica de Hawthorne, terminó por tener resultados positivos imprevistos de largo alcance para todas las relaciones humanas.
¿Qué lección podemos extraer de este experimento, en el ámbito familiar, educativo o laboral? La primera lección es que todos estamos llamados a participar en el bienestar propio y de los otros. Las implicaciones del experimento ilustran que el grado de identificación que tengamos con el proyecto en el que servimos es mayor cuanto más útiles nos sentimos. La estima propia elevada es más importante que la valoración material: el dinero, el prestigio, la posibilidad de ascenso social. Por otra parte, la intercomunicación es vital: cuanto más satisfactoria es la relación con el personal, mayor es el aumento de la productividad.
En una época cuando no está mal visto que una empresa se ocupe poco o nada del valor humano de sus empleados ni del valor de la comunidad, “el efecto Hawthorne” tiene algo que enseñarnos: Los seres humanos somos más productivos cuando se nos valora y se nos hace sentir parte fundamental de la empresa.
En las relaciones
Apliquemos esta enseñanza a nuestras relaciones familiares, educativas y laborales. Si la aplicáramos a contextos distintos, ¿qué nos diría esto en relación al ambiente familiar, educativo y laboral? ¿Llegaríamos a ser mejores empleados si nos identificáramos como miembros de una misma causa, si las relaciones interpersonales fueran sanas? ¿Llegaríamos a ser mejores estudiantes si tuviéramos maestros que nos valoraran? ¿Llegaríamos a ser mejores padres si lográramos hacerles entender a nuestros hijos que todos somos parte de la misma empresa: la familia? ¿Llegaríamos a ser mejores hijos si nuestros padres nos hicieran sentir valorados y útiles en la misma causa familiar? Por supuesto que sí.
El ejemplo bíblico más notable en relación al “efecto Hawthorne” debió ser la relación de Jesucristo y sus discípulos. Por su amor hacia ellos, los consideró amigos. Les dijo: “Ya no os llamaré siervos [o empleados], porque el siervo [o empleado] no sabe lo que hace su señor: pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer” (S. Juan 15:15). Esta cálida identificación entre Jesús y sus discípulos revolucionó el mundo.
Jesús aceptó, apreció e integró a sus discípulos en su reino de amor. Así, la iglesia cristiana llegó a existir, para ser canal de bendición en el mundo.
De esto se trata tu fe: hacer que tu prójimo se sienta valorado, amado y miembro de la familia de Dios.
5 formas de reconocimiento a tus empleados*
Señala los hechos y logros. Premia el tipo de comportamiento que quieres que tu personal adopte, diciendo, por ejemplo: “Estoy muy impresionado por la forma en la que organizaste tu agenda y lograste terminar todo antes de una hora. Aprecio mucho esa clase de eficiencia”.
Detente y habla con ellos. Toma unos minutos diarios para hablar con algunos de ellos y agradecerles por su buen trabajo.
Recompensa las buenas ideas. Si alguien en tu organización hace una mejora, enviar un email a toda la empresa, además de demostrar aprecio cara a cara, servirá para que los demás empleados sepan que la innovación es valorada.
Recompensa los fracasos productivos. Si los miembros de un equipo se esforzaron al máximo en un proyecto y no tuvieron éxito o perdieron ante un competidor, es importante señalar su esfuerzo.
Reconoce la antigüedad. Cuando un empleado cumple cinco o diez años en tu empresa, haz algo especial para reconocerlo.
El autor, teólogo, escritor y profesor universitario, escribe desde Napa, California.