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El salmista escribió: “Dichoso el hombre... que en la ley del Señor se deleita” (Salmo 1:1, 2, NVI).* A juicio de muchas personas de nuestro mundo posmoderno, juntar “ley” y “dicha” en una sola frase parece un contrasentido, porque lo legal es visto con sospecha y todo lo normativo como factor de opresión. Pero esa no es la impresión que tiene el salmista; al contrario, él se considera dichoso y a la vez se deleita en la ley. ¿Por qué?

Un escritor llama al autor de este salmo “un hombre con suerte”, porque puede conocer la voluntad de Dios mediante la reflexión en su ley. En el Libro de los Salmos “ley” no se refiere necesariamente a los Diez Mandamientos, sino a toda la voluntad expresa de Dios. Así, el judío tenía un sentido más amplio de la expresión y lo usaba como sinónimo de las enseñanzas dadas por Dios a sus profetas, comenzando por Moisés. En dicho sentido, todo lo que procede de Dios “es ley”, ya que está expresado para dar una orientación de vida para el ser humano.

Los creyentes sostenemos que, en medio de la confusión de este mundo, las enseñanzas bíblicas aparecen como un faro en medio de la oscuridad, otorgando principios de vida capaces de orientar a las personas a fin de que prosperen y sean felices. Si dichas enseñanzas se siguieran hoy, tal vez no tendríamos que llorar a causa del terrorismo o la violencia doméstica. Los seres humanos nos trataríamos bien porque entenderíamos que Dios ha promulgado leyes para nuestro beneficio, y las seguiríamos, tal como el salmista, con gozo.

El seguir las enseñanzas de Dios no solo otorga seguridad, sino que da rumbo y sentido, así como en medio de la oscuridad un capitán de barco sabe adónde dirigir su nave porque hay un faro que lo guía y lo orienta para que no encalle en los arrecifes o en los bancos de arena. La Escritura es nuestro faro, la luz al final del camino, la que marca el sendero. No se trata solo de palabras “antiguas”, según dicen los escépticos, sino de expresiones que son vida para vida. Por eso el salmista se considera dichoso.

Dios quiere lo mejor para el hombre, por eso le provee leyes que protejan su vida y lo hagan prosperar. No se trata de guías opresivas. Muchos ven las leyes de Dios como rejas o cadenas, pero son todo lo contrario; por eso el apóstol Santiago habla de “la ley que nos da libertad” (Santiago 2:12), puesto que vivir fuera de la ley provoca un conflicto tras otro y la sensación de que nunca es posible ser plenamente libre.

Dichosos, en las palabras del salmista, son los que se atreven a obedecer las leyes de Dios, sabiendo que, como Padre amoroso, las ha dejado para darnos una oportunidad de vida. Cuando lo entendamos, podremos exclamar igual que el salmista, y estaremos más que dispuestos a deleitarnos en las palabras que Dios nos ha dejado para guía y orientación.

* Las citas bíblicas han sido tomadas de la Santa Biblia, Nueva Versión International® Copyright © 1986, 1999, 2015 por Bíblica, Inc.

El autor es ministro cristiano, escritor, conferenciante, orientador familiar y profesor universitario. Escribe desde España.

Un hombre dichoso

por Miguel Ángel Nuñez
  
Tomado de El Centinela®
de Diciembre 2017