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Yo nunca había ganado ningún premio importante, y ahora estaba participando de un sorteo. Cuando procedieron a sacar de la cesta los papelitos en busca del número ganador, el mío resultó el premiado. Así obtuve mi primera computadora. Una caja reforzada protegía el equipo que venía dentro.

Aunque las ilustraciones acerca de los misterios sagrados son muy inferiores a la realidad que representan, esa caja protectora ilustra la verdad de que el Hijo de Dios, nuestro gran premio, vino a la tierra en una envoltura humana y era “Dios con nosotros”.

Emanuel

San Mateo nos informa lo que Isaías anunció: Dios estaría con nosotros. El nombre del Hijo de Dios encarnado, “Emanuel”, quiere decir: “Dios con nosotros” (S. Mateo 1:23). Más de una vez he comprobado la presencia de este Dios aquí en la tierra.

En una de las primeras navidades que pase con mi familia en Collegedale, Tennessee, fui sorprendido por algo que jamás olvidaré. Como no tenía permiso de trabajo, nos sosteníamos con un bono mensual de una beca otorgada a mi esposa, quien estudiaba Enfermería. éramos una familia de seis personas, y en diciembre se nos acabó la comida antes de tiempo. Un viernes por la noche, muy nerviosos, pedimos la bendición para el último paquete de palomitas (pop-corn) que nos repartiríamos entre todos.

El sábado por la mañana, uno de mis hijos me avisó que alguien había llegado, porque tras la sección de cristal de la puerta se esbozaba una silueta humana. Nos acercamos con cautela, abrimos la puerta, y descubrimos que no se trataba de una persona sino de una pila de cajas de alimentos que alguien había dejado allí durante la noche. Entre lágrimas de gratitud reconocimos que esa clase de milagros los realiza un Dios

a quien le gusta estar con nosotros, y no lejos, como muchos creen.

Dios no está lejos

La creencia de que Dios está distante no concuerda con la idea de su encarnación, pues adquirió la naturaleza humana precisamente para no estar lejos de nosotros. El evangelio dice que el Hijo de Dios nació de una virgen. “Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el Señor por medio del profeta, cuando dijo: He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros” (S. Mateo 1:22, 23).

La condición del Dios todopoderoso tornado en tierno bebé dependiendo de la bienaventurada virgen María nos dice que no podía estar lejos de nosotros. La cercanía de ese bebé con su madre ilustra la cercanía que desea tener con cada ser humano. Jesús se halla tan cerca que a veces nos sorprende con actos inesperados de intimidad. Un día, sus discípulos estaban lamentando la crucifixión. Por temor a los judíos se habían encerrado en el aposento alto, pero de pronto “vino Jesús, y puesto en medio, les dijo: Paz a vosotros” (S. Juan 20:19).

Cuando los discípulos pensaron que habían perdido a su amigo Jesús, cuando veían el futuro con incertidumbre, llegó él para recalcarles que “Emanuel”, Dios con nosotros, continuaría con ellos.

Cuando pienses que nadie te acompaña durante tu angustia mental, ahí está Emanuel, “Dios con nosotros”. Cuando en una cama de hospital nadie parezca estar a tu lado, él te cuidará. Cuando te abandonen las personas en quienes más confiabas, mediante su Espíritu Jesús permanecerá a tu lado. Cuando te halles enlutado y deprimido, él te abrazará, porque le gusta estar cerca de ti.

La encarnación del Hijo de Dios es un proceso irreversible. Aunque Jesús volvió al cielo, conservó su condición de “Jesucristo hombre” (1 Timoteo 2:5).

Dios con nosotros por medio de su Espíritu

El hecho de que no veas a Dios no significa que no esté a tu lado. El aire es invisible pero existe. No dudamos de su existencia porque sabemos que sin aire pereceríamos en cuestión de minutos.

Luego de cumplir su ministerio terrenal y realizar su sacrificio vicario, Jesús regresó al cielo, donde nos está preparando el mejor regalo de Navidad en el aspecto material: una casa que nadie ha estrenado. En su despedida prometió que su Padre nos enviaría el Espíritu Santo para que estuviera con nosotros siempre (ver S. Juan 14:16), pues la cadena de compañerismo no se interrumpirá jamás. Cuando Dios se encarnó en la persona de Jesús, su nombre Emanuel era “Dios con nosotros”, y antes de volver a su santuario él prometió: “No os dejaré huérfanos” (vers. 18). Luego de aceptar su sacrificio y darle el sitio de honor a su diestra, el Padre nos envió al Espíritu Santo, el Compañero divino prometido.

Conclusión

Es mi deseo que en esta Navidad aceptes el regalo más valioso que Dios te ha dado para suplir toda necesidad real: su Hijo encarnado, quien mediante su Espíritu te acompañará las 24 horas de cada día.  Entonces disfrutarás de una feliz Navidad.

El autor es ministro adventista. Escribe desde Decatur, Georgia.

Dios con nosotros

por Efraín Poloche
  
Tomado de El Centinela®
de Diciembre 2016