“Lo hermoso del desierto es que en cualquier parte esconde un pozo” —El principito.
Ella es una atleta sin piernas. Antes de su primer año de vida las perdió a causa de una amputación. A esta niña la despojaron de sus piernas, pero no de la capacidad para conquistar pasarelas como modelo. Sin sus piernas dominó las pistas de atletismo. Su elegancia sobre las prótesis la ha llevado a los estudios cinematográficos. Como motivadora profesional, la dama que carece de pies inspira a multitudes a dar pasos tenaces por la vida. Su nombre: Aimee Mullins.1
Aimee no es una mujer superdotada, pues hay otros en condiciones semejantes. En esta constelación admiramos al brasileño Claudio Vieira de Oliveira, quien nació con un trastorno degenerativo que, entre otras cosas, hace que su cabeza quede suspendida boca abajo, sobre su espalda, y camina con las rodillas. Y es que este hombre de 37 años, con sus brazos y piernas deformadas, ha logrado graduarse como contador, y desde entonces viaja por el mundo relatando cómo superó sus adversidades. “Sé encender el televisor, responder mi teléfono móvil, encender la radio, usar la Internet… lo hago todo por mí mismo”,2 dice Claudio.
Y ahora recuerdo la personalidad magnética de un amigo, Juan Edgardo Castillo. Afectado por la poliomielitis desde su infancia, Juan no se rindió. Apoyado en sus muletas, ha conseguido los diplomas de tres licenciaturas y una maestría.
En honor a estos personajes la Organización de las Naciones Unidas designó el 3 de diciembre de cada año como el Día Internacional de las Personas con Discapacidad.
Los así llamados discapacitados nos enseñan que las discapacidades generan otras capacidades.
Los cristianos adoramos a Jesucristo, Dios y Creador del universo, quien estuvo dispuesto a aferrarse de un débil cordón umbilical cuando decidió ser también hombre. Así nos enseñó que la felicidad es posible aun en la adversidad. Su encarnación confirma que no adoramos a una deidad ajena al infortunio. El poeta Edward Shillito lo destaca en su obra, “El Jesús de las cicatrices”.3
Todos los demás dioses siempre han sido fuertes,
pero tú te hiciste débil.
Ellos llegaron cabalgando con estruendo,
pero tú te tambaleaste rumbo al trono.
Pero a nuestras heridas,
solo las heridas de Dios les pueden hablar,
y ningún dios tiene heridas, sino solo tú.
Jesús, el Dios que anduvo en este mundo de sinsabores, nos propone un par de ideas para resurgir felices de la adversidad: “En el mundo tendréis aflicción, pero confiad, yo he vencido al mundo” (S. Juan 16:33, la cursiva ha sido añadida).
Aceptar la compañía de la adversidad
La adversidad es parte de la vida, como la sombra lo es del cuerpo. Se encuentra ahí aunque no seamos conscientes de que se mueve a nuestro lado. Jesús nos advirtió que por seguirlo tendríamos “aflicciones”. La pregunta no es si habrá o no desafíos, sino, ¿cómo vamos a encararlos? En nuestro deseo de protegernos de la adversidad, pensamos que Dios nos eximirá de enfrentarlas, pero él promete aumentar nuestra resistencia en proporción a las exigencias.
Aimee Mullins coincide con nuestro Señor Jesucristo: “Implícita en la frase de superar la adversidad está la idea de que el éxito o la felicidad consiste en atravesar ileso un desafío, o sin ser afectado por la experiencia; como si mis éxitos en la vida fueran el resultado de cierta habilidad para esquivar o circunnavegar las presuntas dificultades de toda una vida con prótesis, o lo que otras personas perciben como mi discapacidad. Sin embargo, somos cambiados, somos afectados, por supuesto, por un desafío, ya sea físico o emocional, o de ambas formas, y voy a sugerir que esto es algo bueno. La adversidad no es un obstáculo al que necesitamos rodear para retomar nuestra vida, es parte de nuestra vida”.4
Persistir llenos de confianza
El dolor es la frontera entre la resistencia y el potencial. Más que cuerpos apolíneos, necesitamos virtudes que nos ennoblezcan; y en vez de ser modelos por la apariencia, serlos por la virtud. Toda crisis pone a prueba nuestros valores. Jesús nos llama al compromiso, porque nadie vive sin comprometerse con algo, con alguien. Es digno llevar una vida adherida a las creencias de quien prometió: “Confiad [en mí], yo he vencido al mundo” (S. Juan 16:33). Nuestra eficacia en la crisis no puede arraigarse en nadie mejor que en nuestro Creador. El apóstol Pablo reconoció este potencial desde una mazmorra. Perturbado por las cadenas, la oscuridad, los roedores, aun así proclamó: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:13).
¿Dónde mueren los sueños? No en una cárcel o por ser aquejado por una discapacidad; mueren en un lugar llamado miedo. El 10 de mayo de 1994, el líder sudafricano, Nelson Mandela, en su célebre discurso presidencial compartió el siguiente poema de Marianne Williamson: “Nuestro miedo más profundo no es que somos meramente idóneos. Nuestro temor más profundo es que tenemos poder más allá de toda medida. Es nuestra luz no nuestras tinieblas, lo que nos atemoriza. Nos preguntamos: ¿Quién soy yo para ser brillante, maravilloso, talentoso y fabuloso? En realidad, ¿quién eres para no serlo? Eres un hijo de Dios. Si actúas de forma pequeña, de nada le sirve al mundo. No es un acto iluminado el encogerse para que otras personas a tu alrededor no se sientan inseguras. Hemos nacido para manifestar la gloria de Dios que se halla en nosotros. No en algunos de nosotros, sino en todos. Y cuando permitimos que nuestra propia luz brille, inconscientemente le damos permiso a la otra gente para que haga lo mismo. A medida que nos liberamos de nuestro propio temor, nuestra presencia automáticamente libera a los demás”.5
La felicidad
¿Qué esperas para ser feliz? ¿Que al amanecer del primero de enero ya no despierten tus desafíos? Es mejor que avances; el camino más largo consiste en quedarse inmóvil. La fortaleza de ser mariposa no está en el peso ni en la estructura de las alas, consiste en viajar con la vulnerabilidad a cuestas. ¿Esperas que las dificultades se rindan a tus pies? El rival más difícil está en tu cabeza. Dios no te dará la capacidad de conquistar gigantes si no enfrentas tus inseguridades. Deja que el miedo te transpire por la espalda; eso es normal, eso pasará. Si quieres apreciar el brillo plateado de la luna, enfrenta el escenario oscuro de la noche. Acoge el aroma de una rosa sin maldecir las espinas. ¿Estás esperando las circunstancias óptimas para triunfar? No las esperes; búscalas. Y si no las hallas, constrúyelas. Dios te equipó para que te adaptes a todo lo que te sorprenda en la vida. Un diamante es solo un trozo de carbón que soportó una presión extraordinaria. El año viejo llega a su fin, pero Dios permanecerá contigo para disfrutar juntos de los días buenos, así como de la felicidad que se gesta en la adversidad. Su mano invicta aguarda por la tuya dispuesta. Anda y prevalece sobre tus limitaciones.
El autor es escritor y ministro cristiano en Nampa, Idaho, y coordina la labor de las iglesias de habla hispana del Estado.