Con frecuencia, Jesús comenzaba sus lecciones diciendo: “El reino de los cielos es semejante a. . .” (ver S. Mateo 13:31-52). Luego utilizaba algún objeto de la vida diaria para dar una idea más clara de los principios del reino de Dios. El grano de mostaza, la levadura, un tesoro escondido, una perla de gran precio, una red que recoge toda clase de peces, fueron algunas de esas figuras, pero no encontró un reino terrenal al cual compararlo. Hoy me pregunto:
¿Y yo, a qué compararé la economía del cielo?
Si observo la economía internacional, veo que la estabilidad económica de una nación solo se basa en el valor del dinero. Un día el valor del dólar está en un nivel, y al día siguiente cambia. ¿Será así de fluctuante la economía del cielo? Veamos qué nos dice de economía la Palabra de Dios.
La economía del cielo es semejante a la de la hormiga. “Ve a la hormiga. . . Mira sus caminos, y sé sabio” (Proverbios 6:6). Este diminuto insecto nos enseña el principio de la planificación financiera. En Proverbios 19:15, el sabio dice que “el alma negligente padecerá hambre”.
La hormiga pareciera superar en inteligencia a muchas personas, pues se prepara para el tiempo de necesidad. Busca alimento entre la abundancia del verano para suplir la escasez del invierno. La hormiga puede trabajar sola o en grupo. En una colonia de hormigas, unas construyen el hormiguero, otras limpian, unas cuidan de las larvas y otras buscan alimento para almacenar. No se ven discutiendo ni peleando ni quejándose. Ante obstáculos o en caso de lluvia, se ayudan. Se puede observar que el objetivo principal de la hormiga es acumular para el bienestar de la colonia y no por provecho personal.
La economía del cielo es semejante a la vasija de una viuda (ver 1 Reyes 17:9-16). En tiempos del profeta Elías hubo en Israel una gran sequía que duró tres años y medio. Elías recibió la instrucción de ir a casa de una viuda en Sarepta, en el actual Líbano. Al encontrarse con ella le pidió un bocado de pan y un vaso de agua. Esta mujer solo tenía un poco de harina para hacer un pan para su hijo, y luego no tendría más comida para vivir. Pero el profeta le dijo dos frases que son la base de la economía del cielo: “Dame a mí primero” y “No escaseará hasta que vuelva a llover”. Esta orden le daba a esa viuda la gran lección de que aunque tengamos poco, apenas para sobrevivir, Dios ha prometido que nuestro pan y agua no escasearán si le concedemos el primer lugar. La viuda obedeció, y la harina y el aceite se multiplicaron. Si le damos a Dios el primer lugar, él dejará fluir bendición aun de una vasija vacía.
La economía del cielo es semejante a un árbol (ver Daniel 4:10-12). En el libro de Daniel se compara al rey caldeo Nabucodonosor con un árbol hermoso y fuerte, cuya copa era tan alta como el cielo, y “debajo de él se ponían a la sombra las bestias del campo, y en sus ramas hacían morada las aves del cielo” (vers. 12). ¿Por qué Dios compararía a este rey con un árbol? ¿Habrá secretos del reino en un árbol? Quizá porque el árbol no come sus frutos sino que los produce para bien de otros. Sus frutos sacian la sed o el hambre de viajeros y animales. Sus ramas proveen sombra a las bestias del campo y hogar a las aves. Aun si nadie toma el fruto, este se madura y cae al suelo, donde sirve de abono para que otros árboles puedan surgir. El árbol ilustra perfectamente otro principio de la economía del cielo, que es dar: dar sin egoísmo ni orgullo, dar sin esperar retribución.
La economía del cielo en la vida de José (ver Génesis 41:46-52). Hubo un joven llamado José a quien Dios capacitó para salvar a Egipto. Este joven gobernador puso a Dios en primer lugar y, cual la hormiga, almacenó grano en tiempo de abundancia para enfrentar la crisis que se avecinaba. Esta medida no solo benefició a José y su familia, sino que también sustentó a muchos pueblos. El conocimiento y empleo de la economía celestial de parte de José hizo que Egipto se convirtiera en una gran nación. José soñó en grande. Dios bendice a quienes trabajan por el bien de la humanidad, pues por su medio él bendice al mundo.
¿Cómo podemos vivir bajo la economía celestial?
Se acerca el Día de Acción de Gracias, la Navidad y otros días festivos. Como la viuda, da a Dios primero aun si tienes poco. Como José, invita a alguna persona o familiar a tu mesa o comparte con el que nada tiene. Ofrece albergue a quien está pasando frío, ayuda al que no tiene. Sé como árbol que da sombra a todos, y no olvides los principios de la economía celestial:
- Almacena por amor al mundo, no por amor a ti mismo.
- Sueña en grande, por amor a la humanidad.
- Da sin esperar retribución.
Si pudiera resumir el principio de la economía celestial te diría: “Da a Dios en primer lugar, y él sacará bendición de tus vasijas vacías”.
Consejos para economizar
- Tenga un presupuesto y ajústese a él.
- No compre por impulso.
- Compre ropa de calidad porque dura más. Compre solo la necesaria, no acumule.
- No salga con frecuencia a comer a restaurantes.
- Evite las deudas.
- Evite las tarjetas de crédito.
- No gaste en mascotas, a menos que sean necesarias para terapia y servicio a discapacitados.
El autor coordina las actividades de las iglesias adventistas de habla hispana en Georgia y un sector de Tennessee.