La violencia doméstica abarca más de lo que muchas personas se imaginan, y muchos la pueden estar sufriendo sin advertirlo. La mayoría de las víctimas de este problema son mujeres. Pero, ¿qué es la violencia doméstica? “Es un patrón de comportamiento en el que la pareja o ex pareja utiliza la fuerza física y/o sexual, la coacción, las amenazas, la intimidación, el aislamiento, el abuso emocional o económico para controlar a su pareja”.*
Hay algunas seóales que los expertos describen como indicadores de que la violencia puede estar presente en un hogar.
El tener miedo de tu pareja.
El sentir ansiedad por los cambios repentinos de humor de tu pareja.
El hecho de que dediques mucho tiempo a pensar en qué estado de ánimo estará tu pareja, y te centras siempre en sus necesidades.
Tu pareja se enoja fácilmente, por temas de poca importancia.
Te ha golpeado o casi te ha golpeado a ti y/o a tus hijos.
Tu pareja ha sido maltratadora en una relación anterior.
Critica a tu familia y amigos, y/o dificulta que los puedas ver o que puedas hablar con ellos a solas.
Te insulta y te amenaza a ti y/o a tus hijos.
Es celoso y te acusa de flirtear y de tener relaciones sentimentales con otras personas.
Te cuestiona y critica delante de otras personas sobre tu aspecto, tu vestimenta y tus habilidades como madre o padre, entre otros temas.
Tus propias necesidades son ignoradas o minusvaloradas, y es quien toma todas las decisiones en la relación.
Te cuesta tener tiempo para ti a solas. Cuando lo consigues, exige saber dónde estuviste y con quién.
Controla tu acceso a cosas como el auto, las finanzas familiares, la comida, el teléfono o internet.
Te ha obligado a hacer algo que no querías hacer.
Te ha obligado a participar en actividades sexuales que no deseabas.
Te ha amenazado con deportarte, aludiendo a tu estatus de residencia.
Control y abuso
Hay dos elementos que caracterizan las situaciones de violencia familiar: el control y el abuso. Es interesante notar que todos aquellos que procuran ejercer control sobre otros, no pueden controlarse a sí mismos. Nunca verás a alguien respetuoso o emocionalmente equilibrado controlando a otras personas. El control está directamente ligado al abuso. A menudo involucra el uso del poder físico, ya sea en una relación familiar, laboral, política, civil o espiritual, para conseguir un determinado objetivo por medio de la manipulación o la fuerza.
Para que haya violencia doméstica entre adultos, tiene que haber por lo menos dos personas. Una que controla y abusa, y la otra que se deja controlar y abusar. Ambas son personas enfermas que necesitan ayuda para superar su problema. Si bien el abusador es culpable, el abusado, si es adulto, tiene responsabilidad en la situación que sufre. Sin embargo, es importante destacar que responsabilidad y culpabilidad son dos cosas diferentes. El abusador es culpable y responsable, el abusado no es culpable, pero es responsable. Entender este concepto es de vital importancia, porque si el abusador y el abusado no asumen responsabilidad sobre sus vidas, nunca podrán superar su problema.
La solución
Tanto el abusador como el abusado necesitan ayuda urgente. El abusador está acostumbrado a usar su voluntad con el objetivo de aprovecharse y causar daóo. Para ayudarlo, se lo debe contener o aislar, hasta que desarrolle domino propio. Y el abusado tiene su voluntad prácticamente anulada y debilitada por el abuso y la manipulación. Sin embargo, el abusado tiene en sus manos la responsabilidad del cambio. ¿Cómo? Pidiendo ayuda. Repito: La recuperación de la víctima comenzará con un solo paso: pidiendo ayuda. Este paso tiene dos facetas entrelazadas: la espiritual y la social. El aspecto espiritual está relacionada con el hecho de pedir fuerza a Dios para hacer esa llamada telefónica que hay que hacer, para hablar con la persona que hay que hablar y pedir la ayuda que se necesita recibir: esta sería la faceta social. Por otro lado, la recuperación del abusador se facilitará cuando la persona que recibe el pedido de ayuda por parte del abusado, busque los medios necesarios para que el abusador sea contenido de acuerdo a la magnitud del abuso que haya ejercido sobre la víctima. Eso hará que el abusador haga el alto que por sí mismo no puede hacer y pueda reflexionar para asumir responsabilidad sobre su vida.
Si el abusador y el abusado no hacen un alto para tomar perspectiva y evaluar la situación que estaban viviendo, no podrán encontrar solución para el problema. Por eso, si estás leyendo este artículo y estás empezando a ver ciertas seóales preocupantes en una relación en la que participas, es necesario que hagas un alto de manera preventiva. Pero si realmente quieres solución para tu problema, no solo debes hacer un alto sino que debe haber un cambio de parámetros y asumir la responsabilidad del cambio.
La persona que te está abusando no hará un alto por sí misma ante la situación, así que tú debes pedir ayuda urgente. Una vez que pidas ayuda, si eres la persona abusada, debes buscar a Dios para que por medio de la renovación espiritual tu fe crezca y tu voluntad quede fortalecida para aprender a decir “no” cuando alguien quiere abusar de ti. Esto es muy importante, ya que el abusado puede dejar de relacionarse con el abusador, sin embargo, si no aprende a decir
“no” y poner límites en su vida, tarde o temprano permitirá otra relación abusiva. He visto a muchas personas que, al conocer el plan de Dios para sus vidas, entregarse a él y entender los parámetros correctos de la existencia, se han transformado en personas dignas y respetadas.
He sido testigo también del poder de Dios actuando en los corazones de los abusadores. Cuando ellos reconocen su pecado, lo confiesan y se entregan totalmente a Dios y asumen la responsabilidad de sus actos, se puede ver una gran transformación que hace que la persona violenta se vuelva mansa, que el mal hablado e iracundo se convierta en una persona balanceada y temperante, y que aquel que siempre le echaba la culpa de sus problemas al que tenía a su lado, asuma la responsabilidad de su propia vida para poder amar no solo con palabras sino con hechos. Si no se ven estas seóales, es que no ha habido cambio genuino y, por su bien y el de aquellos que lo rodean, el abusador debería continuar aislado.
No hay mayor poder transformador que el que se experimenta al tener una relación real y diaria con Jesús. Cuando una persona decide vivir para él, se libera de sí misma y de las situaciones que la atan. Hoy Jesús dice tanto al abusador como al abusado: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas” (S. Mateo 11:28, 29).