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Un muchacho que vendía mercancías a domicilio para pagarse los estudios estaba teniendo un mal día, y decidió pedir comida en la próxima casa. Una señorita encantadora le abrió la puerta. El joven titubeó y le pidió un vaso de agua. Ella advirtió su palidez, y regresó con un gran vaso de leche. él bebió la leche, y le preguntó:

—¿Cuánto le debo?

—No me debes nada. Mi madre nos enseñó a no recibir pago por ningún favor —contestó la joven.

—Te lo agradezco de todo corazón —dijo él.

—¿Cómo te llamas? —preguntó ella.

—Howard Kelly —dijo el muchacho.

Años después, la misma joven enfermó de gravedad y los médicos no sabían qué hacer. Llamaron a varios especialistas de una gran ciudad, entre ellos al doctor Howard Kelly. Cuando el doctor Kelly escuchó el nombre del pueblo de donde provenía la paciente, se apresuró a visitarla. Sí, era ella, la muchacha que le dio la leche.

Después de una larga lucha con la enfermedad, la fe y los conocimientos del doctor Kelly prevalecieron. Luego pidió la factura de los gastos médicos y la revisó, escribió algo en el borde y la envió a la paciente. Ella temía abrir el sobre; sabía que pasaría el resto de sus días pagando la cuenta. Al fin lo abrió, y en el borde de la factura leyó estas palabras: “Pagado hace muchos años con un vaso de leche —Dr. Howard Kelly”.*

El bien es como la semilla. Lleva en su interior el germen de actos de caridad aun mayores. Tal fue el caso de Lázaro, quien hospedaba a Jesús en Betania. Y cuando murió, Jesús vino y lo resucitó (ver S. Juan 11:43, 44). Dios se agrada en manifestar caridad, y en agradecer y recompensar a quien le sirve. La Biblia dice: “Abres tu mano, y colmas de bendición a todo ser viviente” (Salmo 145:16). Que la fragancia de nuestra gratitud al Dios caritativo y providente sea esparcida este Día de Acción de Gracias.

El auto res redactor de El Centinela.

Caridad y gratitud

por Alfredo Campechano
  
Tomado de El Centinela®
de Noviembre 2016