En 1959, dos maleantes entraron en un hogar en Kansas y asesinaron a los padres y a dos adolescentes. Antes de que encontraran a los asesinos, el hermano del padre asesinado escribió esta carta al periódico local: “En esta comunidad hay mucho resentimiento. He oído en más de una ocasión que cuando ese hombre sea hallado, debería ser colgado del árbol más cercano. No pensemos así. El daño ya fue hecho; quitar otra vida no lo cambiará. En cambio, perdonémoslo como Dios nos lo indica. No es bueno que abriguemos rencor. El que cometió este acto advertirá que es muy difícil vivir consigo mismo. Solo tendrá paz mental cuando acuda a Dios y le pida perdón. No nos interpongamos en el camino del perdón; más bien oremos para que él encuentre la paz”.1
Esta es una muestra de la clase de gracia que Cristo nos ofrece.
Gracia plena
Cuando recuerdo algunos de mis grandes fracasos, me considero afortunado por ser beneficiario de la gracia. Dios me ha hecho objeto de su gracia de maneras muy especiales. Por eso medito mucho en ella. No hay día en que no alabe a Dios por su gracia. El sentirme tan afortunado y bendecido por la gracia de Dios me ha hecho reflexionar sobre este don y ha contribuido a mejorar mi comprensión del plan de salvación y de la religión.
El título de este artículo parece un juego de palabras. La gracia de Dios es pura en el sentido de que no está contaminada con nada de carácter humano. Es un regalo, porque Dios nos ama con amor eterno e incomprensible (Jeremías 31:3; Efesios 3:19). Todo lo que tenemos, especialmente lo relacionado con la salvación, es pura gracia, ciento por ciento gracia. No hay una hebra de mérito humano en ello (Efesios 2:9).
Definición de gracia
El Diccionario Bíblico Holman define “gracia” como “aceptación y amor inmerecido que se recibe de otra persona”. Aunque las palabras bíblicas para “gracia” se emplean de diversas maneras, el uso más característico alude a un favor inmerecido que un superior le prodiga a un inferior. Cuando se refiere a la gracia divina hacia la humanidad, refleja un favor de Dios no merecido que provee salvación para los que merecen condenación.
En el Antiguo Testamento, “gracia” es la traducción del sustantivo hebreo chen, que aparece 69 veces y se traduce como “gracia” o “favor”.2 En el Nuevo Testamento, la palabra griega jaris se traduce “gracia” y se utiliza aproximadamente 150 veces. Significa regalo, don inmerecido. La mayoría de las veces se encuentra en las cartas de Pablo, el gran teólogo del Nuevo Testamento. Según él, tiene que ver con la actividad redentora de Cristo, quien acepta y perdona a los pecadores, y se refiere a la naturaleza inmerecida de la salvación. La salvación y la vida cristiana se resumen en la gracia, y dependen completamente de esta.3
San Pablo y la gracia
En el pensamiento de San Pablo la gracia es la causa de la salvación, la fe es el medio para apropiarse de este don, y las obras son el resultado o consecuencia de haber sido salvos (Efesios 2:8, 9). Estas obras constituyen la respuesta agradecida de amor, adoración y servicio por la salvación otorgada.
Conviene definir y establecer la diferencia entre tres palabras muy utilizadas en la Biblia, y que tienen relación entre sí: justicia, misericordia y gracia. “Justicia”, es recibir lo que uno merece. “Misericordia”, es no recibir lo que uno merece. “Gracia”, es recibir lo que uno no merece. Dios me aceptó cuando tenía todas las razones para rechazarme. Eso es gracia.
La gracia tiene que ver con la forma en que Dios mira y trata a la humanidad caída. Cuando Dios nos ve quebrantados por el pecado, condenados y sin esperanza, nos regala la salvación, la que al ser aceptada por fe en Cristo, cambia el curso de acción y el destino de nuestra vida. Pasamos de muerte a vida, de las tinieblas a la luz, de la condenación a la liberación y de la desesperación a la esperanza. Eso es gracia pura y pura gracia. No hay ninguna clase de mérito ni merecimiento de parte del pecador, quien recibe este asombroso regalo solo por pura gracia.
La gracia debería afectar positivamente las dos dimensiones de la religión. En la dimensión vertical, nuestra relación con Dios está saturada de gracia. Todo lo que somos y hemos recibido es solo por gracia. Dios ha castigado nuestro pecado en su Hijo para regalarnos la salvación. “Cristo murió por nuestros pecados” (1 Corintios 15:3). Recibimos esta salvación mediante la aceptación por la fe en el sacrificio vicario de Jesús. En la dimensión horizontal, nuestras relaciones interpersonales han de estar saturadas de gracia. Porque somos perdonados, debemos perdonar. Dios nos ha brindado una segunda oportunidad en Cristo, y nosotros debemos brindar segundas oportunidades a los que nos ofenden. él nos dice que oremos así: “Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores” (S. Mateo 6:12).
En este mes celebramos el Día de Acción de Gracias. El último jueves de noviembre, en los Estados Unidos las familias se juntan para agradecerle a Dios. Es la temporada de mayor tráfico aéreo. Los hijos viajan para reunirse con sus padres. Algunos le dan más importancia que a la Navidad, porque este día tiene que ver con recogimiento y gratitud, con detenernos al menos una vez al año para hacer un recuento de cuánto hemos recibido y reconocer cuán bueno es quien nos lo ha otorgado. La gratitud está relacionada con la gracia. Porque la gratitud es posible solo por causa de la gracia.
¡Disfruta de la gracia pura, que también es pura gracia!
1. Truman Capote, A sangre fría (New York: Random House, 1966), capítulo 2.
2. Diccionario Bíblico Ilustrado Holman, p. 703.
3. Ibíd., pp. 703, 704.
El autor es ministro cristiano. Escribe desde Milwaukee, Wisconsin.