En el Antiguo Testamento, el conjunto de principios de amor o leyes más conocido es el Decálogo, también llamado las Diez Palabras o los Diez Mandamientos. Estos fueron escritos por Dios y entregados a Moisés para ser dados a un pueblo redimido por el poder de la gracia de Dios.
Los Diez Mandamientos constituyen el código de ética personal y social para todos los creyentes que reconocen a Dios y su Palabra como la autoridad moral de sus vidas. Sin embargo, no se debe entender que la observancia del Decálogo será el resultado exclusivo del esfuerzo humano, sino el fruto del poder de la gracia divina actuando en el corazón sumiso que reconoce y acepta su necesidad constante de Dios.
Dentro de estos Diez Mandamientos encontramos el sexto, que suele traducirse como “No matarás: (lo’ yumath, “no hacer morir” en hebreo). Pero una traducción más exacta es “no asesinarás” (ya que el texto se lee “lo’ tirtsaj” en hebreo.1 Esta diferencia de términos debe considerarse cuidadosamente, porque a partir de ella se llega a distintas conclusiones, cuyas implicaciones éticas son diferentes. Asesinar es una mejor traducción que matar, porque algunos inclusive argumentan que es imposible vivir sin matar.2 Otros argumentan que si el mandamiento prohíbe matar, entonces muchas personas irremediablemente morirían de hambre.3 Por otro lado, otros argumentan que la pena de muerte no es una violación del sexto mandamiento si la persona así condenada asesinó.4
¿Qué es asesinar? Según el concepto bíblico, casi siempre se refiere al homicidio por enemistad cultivada o resentimiento, el cual es practicado con calculada premeditación y alevosía, aunque sea enmascarado, como fue el caso del rey David con Urías, cuando lo mandó al frente de batalla por razones egoístas (2 Samuel 11:14-17). También se puede alegar que la muerte de Abel fue un asesinato (Génesis 4:1-10), al igual que la muerte de Jesús (S. Marcos 14:1); y también cuando el faraón envió asesinar a los pequeños hebreos varones (éxodo 1:22), o cuando Herodes dio una orden semejante contra los niños de Belén de dos años para abajo (S. Mateo 2:16). Por lo tanto, este verbo hebreo en particular implica violencia radical desautorizada por Dios mediante el sexto mandamiento. El hecho de que exista en particular este mandamiento denota la depravación voluble del corazón humano.
Jesús, en su interpretación ética del Decálogo, va más allá de la “letra” de la ley. él, con sus enseñanzas, incluye también “el espíritu de la ley”. Al hacerlo, y entrar en el plano del espíritu, nos aclara que una mirada codiciosa a la mujer del prójimo ya se considera adulterio (S. Mateo 5:27, 28). Este tipo de adulterio a nivel espiritual es infracción del séptimo mandamiento. Así mismo pareciera implicarse que un vocabulario abusivo y grosero con un espíritu o actitud cortante era considerado por Jesús una violación del sexto mandamiento. Notemos cómo el maestro de Galilea lo presenta:
“Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; y cualquiera que matare será culpable de juicio. Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego” (S. Mateo 5:21, 22).
Esto implica que aun una verdad dicha con violencia o sin amor no es únicamente una crueldad (expresada con rencor o incluso con odio), sino que según el espíritu de la ley es inaceptable para Jesús, tanto, que expone al que lo practica “al infierno de fuego”. De ser así, no podemos minimizar o tomar a la ligera esta interpretación espiritual, ya que sus consecuencias son eternas.
Entonces, ¿qué nos indica el sexto mandamiento?
Primeramente, que no estamos autorizados por Dios bajo ninguna circunstancia para asesinar con calculada premeditación y alevosía. Segundo, que tampoco y bajo ningún concepto debemos humillar con insultos o palabras hirientes la dignidad de la persona. El segundo punto sería la aplicación a nivel espiritual. Por lo tanto, filtre bien lo que escucha y lo que piensa y comenta en momentos de enojo. Y cuídese de ese desatinado refrán que dice: “Yo prefiero herir con la verdad que matar con la mentira”.5 Si va a regañar, hágalo con “lágrimas en la voz”, y cuide sus palabras, su actitud y su tono.
Por lo tanto, recomiendo ante la violencia física o verbal restringirnos de posturas que no tienen una alta visión del hombre como imagen de Dios. Lo que sugiero es utilizar un criterio más centrado en Cristo, uno que tome en cuenta las implicaciones del Decálogo en el nuevo pacto (Hebreos 8:8-10) y para el tiempo del fin (Apocalipsis 12:17; Apocalipsis 14:12). Ante la injusticia social la respuesta no es ni será la violencia, porque la violencia es un mal voraz rechazado por Jesús en el Getsemaní cuando le dijo al apóstol Pedro: “Vuelve tu espada a su lugar, porque todos los que tomen espada, a espada perecerán” (S. Mateo 26:52). En esta declaración se implica más que una justicia poética. Esta solemne declaración nos aclara que la justicia no será más impuesta por la reacción violenta, sino que “a su tiempo” Dios hará justicia perfecta (S. Mateo 26:53-56). Como Jesús, en eso debemos confiar.
Por último, nuestra alianza debe estar con el Príncipe de paz: Jesús. Como sal de la tierra o luz del mundo necesitamos estar activos de forma no-violenta. A Dios no le agrada la ira. Ante la injusticia contra nuestro prójimo, Dios nos responsabiliza moralmente mediante el Decálogo. Esta responsabilidad moral nos fue impuesta por la conciencia moral de todo el universo. Es el mismo Dios quien nos pide que guardemos sus mandamientos y manifestemos el testimonio de Jesús (Apocalipsis 12:17).
10 valores que le dan sentido a la vida humana
- Respeto. “Ser brillante no es una gran hazaña si no respetas nada” —Johann Wolfgang von Goethe.
- Empatía. “Cuando escuchas con empatía a otra persona, le das aire psicológico” —Stephen Covey.
- Responsabilidad. “El precio de la grandeza es la responsabilidad” —Winston Churchill.
- Solidaridad. “El racismo no se combate con el racismo; la mejor forma de combatir el racismo es con solidaridad” —Bobby Seale.
- Voluntad. “Solo aquellos que se arriesgan yendo lejos pueden saber lo lejos que pueden llegar” —T. S. Eliot.
- Honestidad. “La integridad es decirme a mí mismo la verdad. La honestidad es decir la verdad a otra gente” —Autor anónimo.
- Compasión. “Todo amor genuino es compasión, y todo amor que no sea compasión es egoísmo” —Arthur Schopenhauer.
- Amor. “El amor no tiene cura, pero es la única cura para todos los males” —Leonard Cohen.
- Perdón. “Errar es humano, perdonar es divino” —Alexander Pope.
- Gratitud. “La gratitud convierte lo que tenemos en suficiente. Es la señal de las almas nobles” —Esopo.
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El autor tiene una maestría en Teología y realiza estudios doctorales en la Universidad Andrews. Escribe desde Grand Rapids, Michigan.