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Aún recuerdo que cuando se aproximaba octubre, mi escuela en México se afanaba en los preparativos del programa alusivo al “descubrimiento de América”. Exaltábamos a Cristóbal Colón, quien salió de Espaóa rumbo a Cipango, el actual Japón, y llegó a nuestro continente.

Con el tiempo, los historiadores revisionistas nos hicieron ver al 12 de octubre de 1492 como la fecha que detonó una masacre que algunos equiparan con las bajas de la Segunda Guerra Mundial, donde murieron 60 millones de personas.1

Los historiadores hispanistas aseguran que cuando Colón llegó a América, la población indígena en el Nuevo Mundo era de once a trece millones. Pero la corriente indigenista, sobre todo de la escuela de Berkeley, calcula entre 90 y 112 millones.2 Otros afirman que en 1492 la población de las Américas era de unos 80 millones, pero hacia 1700 solo quedaban cinco millones de indígenas.3 Los hombres que vinieron después de Colón casi los habían exterminado.

La caída del mundo indígena

¡Cuán infausta fue la suerte de los reinos autóctonos! Cuando cayó la capital del Imperio Azteca, uno de sus poetas escribió:

“Se ha perdido el pueblo

mexica./El llanto se extiende. . ./

Luego, ¿fue verdad?.../Hemos

perdido la nación mexicana”.4

La principal razón de la caída del Imperio Azteca fue la escatología. Ellos tuvieron un profeta que se fue de ahí, mas prometió volver: Quetzalcóatl, el Tezcatlipoca Blanco.

El Códice Florentino registra que “cuando Motecuhzoma se enteró de la llegada de esos forasteros, en el aóo 1 caóa, ‘reaccionó como si pensara que el recién llegado era nuestro príncipe Quetzalcóatl’”.5 Moctezuma le dijo a Hernán Cortés: “Seóor nuestro, te has fatigado, te ha dado cansancio. Ya has llegado a esta tierra. Has arribado a tu ciudad, México-Tenochtitlan. Has venido a sentarte en tu estrado, en tu trono”.6

Pronto advirtió su error. Hernán Cortés profanó el Templo Mayor, se apoderó del tesoro del palacio, y a él lo encadenó. En manos de sus captores7 murió el soberano que les dijo: “Llegad a vuestra tierra, seóores nuestros!”.8

El otro gran imperio americano, el Imperio Incaico, terminó también bajo la espada espaóola. Luego de caer en una emboscada, “Atahualpa el Inca le ofreció al conquistador Francisco Pizarro llenar un cuarto de oro hasta donde llegara la altura de su mano. El cuarto fue llenado, pero los conquistadores lo asesinaron en 1533”.9 En Guatemala, Tecún Umán murió peleando; en Chile, Caupolicán fue apresado y ejecutado.10

Uno a uno fueron cayendo los reinos indígenas, y sus habitantes fueron avasallados. En 1531, Bartolomé de las Casas abogó por los indígenas. Para aliviar su vasallaje, pidió a Carlos V traer esclavos de áfrica.11 Pronto se arrepentiría. Los africanos sufrieron tanto como los indígenas.

¿Quién tiene la culpa?

¿Por qué culpar a Cristóbal Colón por los crímenes de otros? Su primer viaje tuvo visos de epopeya. Pero después de Colón, el mundo ya no fue igual.

Marco Polo había escrito acerca de Cipango: “Es una isla que tiene oro en abundancia pero que nadie explota, porque no hay mercader ni extranjero que se haya llegado al interior”.12 Colón creyó haber llegado allí. Pronto, muchos aventureros también buscaban El Dorado, aun Sir Walter Raleigh.

La atrocidad no fue exclusiva de los espaóoles. A pesar de las nobles acciones de Squanto, quien había sido secuestrado por ingleses, y del auxilio que la federación de nativos wampanoag dio a los peregrinos en 1621,13 los ingleses y franceses masacraron a muchos indígenas. El investigador Churchill reseóa esta acción contra los nativos mandan, ocurrida el 20 de junio de 1837:

“El ejército de los Estados Unidos empezó a distribuir mantas a los mandan y otros indios reunidos en Fort Clark, en la actual Dakota del Norte. Las mantas habían sido tomadas de un hospital militar en St. Louis, en cuarentena por viruela. Cuando los indios empezaron a mostrar síntomas de la enfermedad el 14 de julio, el cirujano aconsejó a los acampados a dispersarse y buscar ‘refugio’ en los pueblos de los parientes sanos. De esta manera, la enfermedad fue propagada, los mandan fueron ‘prácticamente exterminados’, y otras tribus sufrieron pérdidas igualmente devastadoras”.14

Churchill cita una cifra de “100,000 o más muertes” causadas por el ejército de los Estados Unidos en la pandemia de viruela de 1836 a 1840. Stiffarm y Lane apoyan la afirmación de Churchill. Dicen que “la distribución de mantas infectadas de viruela por el ejército de los Estados Unidos entre los mandan de Fort Clark fue el factor causante de la pandemia de 1836 a 1840”.15

Por esa y muchas otras masacres, muchos indígenas detestan a Colón. En un sondeo realizado por la Universidad de Michigan de 1998 a 2002, el 42 por ciento de los pueblos indígenas en los Estados Unidos contestó que ellos creen que Colón fue un malvado.16

El mestizaje

Muchos indígenas se mezclaron con los espaóoles, no así con los ingleses. Los espaóoles no trajeron mujeres, venían a conquistar, y eran súbditos fieles del rey de Espaóa; en cambio, los ingleses trajeron familias y venían a colonizar, ya que huían del gobierno y de los dirigentes religiosos. Unos buscaban el oro, los otros la tierra.

Muchos de nosotros tenemos cuerpo mestizo (rasgos espaóoles e indígenas), sentimiento espaóol (expresivos y sentimentales), y pensamiento indígena (seguimos endechando nuestra civilización prehispánica como si fuéramos indígenas puros).

La solidaridad con el indígena

El poeta que escribió, “se ha perdido el pueblo mexica”, tenía razón. Esta y todas las civilizaciones indígenas no pudieron levantarse. Los conquistadores demolieron sus palacios para construir los suyos, les prohibieron su religión y les impusieron otra, y sus nobles fueron avasallados. Durante tres siglos se les dijo que eran inferiores, hasta que ellos mismos lo creyeron. Vi esto claramente cuando, hace varios aóos, un joven indígena se enamoró de una sobrina mía, y el padre del joven le dijo a mi hermano: “Nos gusta su hija porque es de razón”.

Hoy los indígenas siguen sufriendo discriminación y marginación, pero algunos han destacado a nivel internacional, como el presidente mexicano Benito Juárez (1858-1872), y el boliviano Evo Morales (2006 hasta hoy); la aborigen maya, Rigoberta Menchú, Premio Nobel de la Paz; el zapoteco Ricardo Pablo Pedro, que estudia el doctorado en Química en el Instituto Tecnológico de Massachusetts;17 y Rosa Iveth Montezuma, Seóorita Panamá 2018.

Hay mucho que hacer por esos 42 millones de miembros de los pueblos originarios porque, según el informe “Latinoamérica Indígena en el Siglo XXI”, del Banco Mundial, casi la mitad de ellos son pobres. En algunos países ha habido avances, como en México, Nicaragua y Ecuador, donde hay los mismos niveles de escolaridad primaria entre indígenas y no indígenas; pero el informe agrega “Nacer de padres indígenas aumenta marcadamente la probabilidad de crecer en un hogar pobre”.18

Tal vez usted proviene de linaje indígena. Si así es, no olvide sus orígenes. En sus venas también corre la sangre de Caupolicán o de Atahualpa, de Huáscar, de Tecún Umán o de Cuahtémoc, o la de cualquier indígena muy amado por Dios, quien “no hace acepción de personas” (Hechos 10:34).

Puede solicitar la bibliografía a esta oficina editorial.

El autor es redactor de El Centinela.

La saga indígena

por Alfredo Campechano
  
Tomado de El Centinela®
de Octubre 2018