Al paso de la historia, Dios levantó hombres y mujeres fieles que prefirieron morir antes que negar su fe, personas que, ungidas por el Espíritu Santo, cooperaron con Dios para que su Palabra resplandeciera en los tiempos más oscuros. Algunos de estos hombres vivieron en el siglo XVI y son conocidos como los reformadores.
La Reforma en Francia y Suiza
En 1999, mientras estudiaba Teología en Francia, visité la hermosa ciudad de Ginebra, Suiza. Allí me dirigí a un lugar emblemático ubicado en el centro de la ciudad, el Parque de los Bastiones. Ahí pude ver el muro de los reformadores, cuatro enormes figuras talladas en piedra que sobresalían de un enorme muro de cien metros (trescientos pies) de longitud y seis metros (18 pies) de alto. Eran las efigies de cuatro hombres que marcaron un punto de inflexión en aquella ciudad en la época de la Reforma, a mediados del siglo XVI: Guilhem Farel, John Calvin, Theodorus Beza y John Knox.
Grabada en el muro se podía leer esta frase también de enormes dimensiones: Post tenebras lux, que traducido del latín significa: “Después de las tinieblas, la luz”. Estas tres palabras que se convirtieron en el lema de la reforma protestante francosuiza, expresaban el fin de la Edad Media, cuando la oscuridad prevaleció durante más de diez siglos. Ahora la luz del evangelio se abría paso en medio de las tinieblas. Los hombres tenían acceso a la Palabra de Dios.
La reforma luterana
Otro varón visionario y decidido fue Martín Lutero. Hablar de la Reforma Protestante es hablar de este hombre nacido en Eisleben, Alemania en 1483, donde se hizo monje agustino después de sobrevivir a una terrible tormenta. Durante mucho tiempo, Lutero se dedicó a estudiar los escritos del apóstol Pablo. En ellos descubrió una verdad impresionante: la salvación es un regalo de Dios y se adquiere por medio de la fe.
Esta verdad bíblica convulsionó su vida, al grado que desafió las enseñanzas de la Iglesia oficial, porque el papado había construído una teología de salvación por obras propias, y enseñaba la intercesión por los muertos para librarlos del purgatorio y del infierno. Además de sumir al pueblo en ciega ignorancia acerca de los asuntos eternos, pues se le negaba el acceso a la Biblia, la Iglesia le vendía las indulgencias, es decir, el perdón.
La reacción de Martín Lutero ante esta forma de comercio con la religión está registrada en la historia. Redactó 95 tesis en contra de los abusos eclesiásticos y la venta de indulgencias, y el 31 de octubre de 1517 clavó una copia de estas tesis en las puertas de la iglesia del palacio de Wittenberg, Alemania. En vez de creer en la salvación por obras humanas, Lutero creía en la enseñanza bíblica de la justificación por la fe, y estaba dispuesto a debatir. Esperaba que los eruditos debatieran con él, como era la costumbre, pero sus tesis se hicieron muy populares, y el pueblo alemán las aceptó y las apoyó. Los príncipes alemanes también simpatizaron con Lutero. El movimiento de la Reforma se expandió por toda Europa y detonó un gran despertar religioso.
Beneficios de la Reforma
La Reforma Protestante impulsó una teología centrada en Dios, en la que la Biblia volvió a tener un papel central, y la tradición fue desechada. Traducida al idioma del pueblo, la
Biblia fue accesible y comprensible, y llegó a ser la única fuente de autoridad eclesiástica en muchos lugares. Así, la luz del evangelio disipó las tinieblas en los corazones de todos los que buscaban a Dios (ver Jeremías 29:13).
Hoy, en este país, podemos estudiar la Palabra de Dios con libertad, pues los Estados Unidos de América fueron elegidos por Dios como lugar de refugio del protestantismo cuando este sufrió persecución en Europa. Aquí el evangelio pudo seguir brillando en paz, y su luz ha sido llevada a muchas naciones.
Han pasado quinientos años de la protesta de Martín Lutero, y ahora, usted y yo somos llamados a vivir bajo esa luz y compartirla, porque Cristo, la Luz absoluta dijo: “Vosotros sois la luz del mundo” (S. Mateo 5:14).
Post tenebras lux
Martín Lutero no imaginó lo que le depararía el futuro como resultado de estudiar las Escrituras y obedecer a Cristo. La Reforma originó un movimiento que motivó una búsqueda sincera de las verdades eternas. La gente se dio cuenta de que en vez del Dios exigente, severo y despiadado de la Edad Media, aquel a quien antes le cantaban: “No estés eternamente enojado”, la Biblia revelaba a un Dios amoroso (ver S. Juan 3:16), un Dios cercano y accesible, que no necesita de intermediarios humanos porque Cristo es el único Intermediario de todos (ver 1 Juan 2:1). Se acercaron a su Señor divino, seguros de que no serían rechazados porque su Palabra invita: “Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (Hebreos 4:16).
Leamos los evangelios, miremos en ellos al “Cordero de Dios” (ver S. Juan 1:29), permitamos que su amor infinito nos atraiga (ver S. Juan 12:32) y experimentemos el lema de los reformadores de Ginebra: Post tenebras lux.
El autor es ministro adventista del séptimo día. Escribe desde Columbus, Ohio.