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En la década de 1970, una película de Hollywood revolucionó el cine. El director, George Lucas, con la saga La guerra de las galaxias, llegó como nunca antes a un publico cada vez más joven, y así abrió el camino para el éxito de las generaciones de cineastas y productores contemporáneos.

En la película, la galaxia está dominada por un imperio tiránico, a pesar de la resistencia de la Alianza Rebelde. La princesa Leia esconde los planos del arma principal del imperio, la Estrella de la Muerte, en un droide que irá a parar a manos de Luke Skywalker. Este, a su vez, intentará salvar a la princesa con la ayuda del jedy Obi-Wan-Kenobi y del contrabandista Han Solo.

Secuestrados por el mal

Suena fantasioso, de película, y lo es, pero la condición de nuestro planeta no está muy lejos del argumento de George Lucas. La Tierra se halla en manos de un rey malvado, y su población está asediada y en gran porcentaje dominada por “huestes espirituales de maldad” (Efesios 6:12). Los habitantes de este planeta, cautivo de los demonios, son víctimas del dolor, el hambre, la angustia, la enfermedad y la muerte, infligidas por los demonios. Como resultado, “toda la creación gime” (Romanos 8:22) y anhela redención.

Muchos gobernantes proponen mejoras y recomiendan remiendos a la condición desesperada del planeta, pero eso no basta. El reino del mal debe acabar, y un nuevo reino de justicia y de paz, y de origen extraterrestre, debe establecerse en la Tierra.

Las dimensiones de la petición del reino

De eso nos habla Jesús en la conocida frase del Padrenuestro: “Venga tu reino” (S. Mateo 6:10). Esta frase contiene cuatro dimensiones que conviene analizar.

La dimensión vertical. La palabra “venga” se refiere a algo que no se encuentra aquí. La solución a todos los males viene de afuera; nosotros no podemos solucionar nada de carácter existencial. Las naciones desarrolladas no pueden ni quieren acabar con la miseria. Sí, la solución viene de arriba, es de factura extraterrestre. Así lo expresa el apóstol Pablo: “El Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo” (1 Tesalonicenses 4:16).

Los hombres de ciencia reconocen que aquí no hay soluciones definitivas a nuestros problemas, y las están buscando en la Luna o en Marte, pero la solución está más allá, en el cielo de Dios. Está en las manos de un nuevo Rey, pues cuando él “venga”, “los muertos en Cristo resucitarán”.

La dimensión horizontal. “Nosotros” en el Padrenuestro es una palabra que se refiere a los que estamos aquí, en este mundo.

Nosotros tenemos en común la fragilidad humana, nosotros necesitamos amar y ser amados; pero el rey de este mundo nos aborrece y se deleita en vernos sufrir y morir. Nosotros necesitamos un Rey que nos ame, que nos conceda vida y felicidad sin fin; necesitamos al Rey del amor, y necesitamos aprender a amar. Por eso nosotros anhelamos un reino mejor.

La dimensión práctica. La palabra “tu” en el Padrenuestro es un posesivo. Se refiere al propietario del reino que pedimos que venga.

Solo los ricos como Walt Disney pueden pagar en vida para que sus cuerpos muertos sean congelados hasta el día en que se descubra la solución a la muerte. Solo los multimillonarios podrían pagar para viajar a un lugar fuera de la tierra, si es que lo hubiera, donde haya condiciones favorables para la vida. Pero la dimensión práctica nos dice que el reino de Dios no es para los que pueden pagar. La invitación del profeta, “venid, comprad sin dinero y sin precio” (Isaías 55:1) es para los que aman al Rey de amor. El buen reino que anhelamos es el reino de Dios; y no tiene precio, es para todos. Basta con recibir al Rey en el corazón, amarlo y servirlo.

La dimensión eterna. Cansados de lo efímero, ansiamos lo eterno. Porque este es el reino de lo transitorio, de las despedidas eternas, del silencio y el olvido. Tal vez suena demasiado bueno como para creerlo, pero el reino de Dios es eterno.

Después de ver por anticipado la sucesión de los imperios mundiales: Babilonia, Medopersia, Grecia y Roma, el profeta Daniel visualiza la permanencia del reino de Dios, y lo expresa en estas palabras: “Y en los días de estos reyes, el Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido, ni será el reino dejado a otro pueblo… permanecerá para siempre” (Daniel 2:44).

Conclusión

En esta corta frase, llena de una riqueza extraordinaria, tenemos el mensaje del evangelio eterno que Dios ha querido compartir con sus criaturas.

Tenemos esperanza: el planeta secuestrado por el rey del mal muy pronto será liberado por el Rey del bien. Si estás leyendo este artículo es porque el evangelio llegó a tu vida y te trajo esperanza y paz. Une tu voz a la de tu Salvador, quien nos enseñó a orar: “Venga tu reino”.


El autor es ministro adventista. Escribe desde Florida.

“Venga tu reino”

por Héctor García
  
Tomado de El Centinela®
de Octubre 2015